Al fin sucedió. En un fallo unánime de los tres jueces, la Corte Suprema de Justicia de la Nación confirmó la condena a prisión de Cristina Elisabet Fernández de Kirchner y, por lo tanto, también confirmó que la señora no podrá ser candidata en las próximas elecciones legislativas. Es más, fue dada de baja del padrón electoral; entre otras medidas.
Por fin va a ir presa luego de once largos años de investigaciones; de infinitos folios probatorios; de sucesivas condenas y apelaciones; o de decir barbaridades como “a mí me absolvió la Historia” a sus jueces. La historia no sé, pero la Corte confirmó la condena. Ya es “Cosa Juzgada”. Y Cristina Elisabet una política presa; no una presa política como ella pretende hacernos ver. No irá presa a la cárcel de de Ezeiza, pero, al menos, ya no puede andar suelta por la calle. Ni ella ni la banda de exfuncionarios y testaferros que la acompañan en la sentencia.
Por supuesto, el kirchnerismo habla de “proscripción”. Pero es necesario decirlo en voz bien alta y remarcarlo una y otra vez: una condena judicial dictada en el marco de la Ley no es una proscripción; es una inhabilitación de naturaleza institucional. No puede ser candidato a un cargo público quien es hallado culpable -en todas las instancias institucionales posibles- de corrupción. De haber formado parte de una banda organizada para vaciar el Estado.
No es una proscripción. Es una inhabilitación dictada por el sentido común – por lo general, el menos común de los sentidos – Y va siendo hora de que todos los políticos entiendan que ningún nivel del Poder Legislativo de ningún ámbito puede ser una cárcel de oro que les permita a los corruptos -sean del partido que sean- eludir una cárcel real.
Así, el kirchnerismo habla de “proscripción” mientras el Partido Justicialista (PJ) dice que acompaña. Del otro lado, el oficialismo festeja; sin dejar de ser evidente la contradicción cuando ese mismo oficialismo buscó por todos los medios y mecanismos posibles el nombramiento del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema; tal vez como forma de blindaje ante este fallo. Por suerte, no pudo ser.
Oficialismo que también dejó caer el proyecto de “Ficha limpia”. Recordemos que, en ese interminable debate parlamentario, todos gritaron y se mostraron exasperados; se rasgaron las vestiduras y juraron por los Santos Evangelios cambiarlo todo, pero a la hora de mostrar la coincidencia de sus actos con las palabras vociferadas minutos antes, el proyecto volvió a su cartapacio en un cajón olvidado en la más oscura oficina del más recóndito pasillo del “Palacio de los Sueños”.
Para todos aquellos que seguimos el debate e íbamos haciendo el tradicional “poroteo” -imaginando que a cada bullanguera vociferación correspondía un voto afirmativo-, estaban los votos necesarios. Algo pasó. Dos senadores misioneros vinculados al influyente Carlos Rovira, de diálogo privilegiado con el presidente, cambiaron su voto en el último segundo. La pirueta sorprendió a unos y otros; la conjura se consumó; “ficha limpia” se cayó. El propio ex gobernador Rovira confirmaría ante sus ministros y allegados -más tarde- la intervención oficial.
Lo dije siempre. Poco importan los gritos de “law-fare” y de “proscripción” de unos; y las palabras de los otros que dicen “aborrecer a la casta” y amenazan con sacar “a patadas en el culo a los corruptos” (sic). Sólo importan los hechos. Y es un hecho que Cristina es una corrupta infame. Tanto como es un hecho que la vida política le era mucho más fácil a Milei teniendo a una Cristina Elisabet con quien polarizar y tratar de manipular a la opinión pública.
Así, no creo en la absoluta sinceridad del posteo del presidente diciendo: “Justicia. Fin. PD: la República funciona y todos los periodi$ta$ corrupto$, cómplices de político$ mentiro$o$, han quedado expuesto en sus opereta$ sobre el supuesto pacto de impunidad”. El mileismo -que no es más que una perfecta imagen especular de un kirchnerismo sin déficit fiscal (y, por ahora, sin su descarada corrupción)-, tampoco soporta límites. De nadie. De allí la sistemática descalificación del periodismo y de toda opinión en contra; así sea un comentario inocente como, por ejemplo, el de las “famosas empanadas” de Ricardo Darín. No olvidemos que fue el periodismo el que inició la investigación que hoy termina con esta Cristina condenada y presa.
Al final del día -el que termina en una condena ejemplar e histórica-, asistimos a la notable paradoja de ver un oficialismo cabizbajo que imposta felicidad; y a un PJ que intenta ocultar su alegría, impostando una tristeza sin par. Todos actores consumados.
Ahora el oficialismo debe rediseñar su estrategia política de cara a las próximas elecciones; y el justicialismo debe rearmarse casi por completo, a toda velocidad, sin ningún candidato potable -ni corrupto- a la vista. Un fuerte desafío para ambos.
El país sin duda ganó con esta condena. La política no creo que comparta nuestro entusiasmo ni nuestra alegría. “La verdadera pregunta, entonces, no es cuánto tiempo puede sostenerse Milei, sino cuánto tiempo más va a tardar el resto del sistema (político) en producir una alternativa” planteó, con hermosa lucidez, Ezequiel Jiménez desde estas páginas. La política ha entrado en una crucial encrucijada de la cual ojalá sepa cómo salir. Ojalá.