Este 5 de junio, en el marco del Día Mundial del Ambiente, la doctora veterinaria Luciana Borelli compartió desde la Reserva Natural Las Costas una profunda reflexión sobre la responsabilidad social ante la fauna silvestre. En un recorrido por la estación de fauna, donde se rehabilitan animales víctimas del mascotismo y del tráfico ilegal, la especialista destacó que el contacto humano, incluso el “bien intencionado”, puede ser letal para la vida en libertad de muchas especies.
Foto: Javier Rueda
“Hoy es un día muy especial, creado hace más de cincuenta años para cuidar el lugar donde vivimos, los animales con los que convivimos y aquellos a los que tenemos que tenerles respeto”, expresó al inicio de la jornada. Borelli explicó que el centro que coordina se dedica al rescate y rehabilitación de animales silvestres en estado de vulnerabilidad. La meta es clara: lograr la reinsersión en el ambiente natural de la mayor cantidad posible.
La mayoría de los ejemplares que llegan lo hacen tras haber sido tenidos ilegalmente como mascotas o luego de ser rescatados heridos. Entre los animales más traficados en Salta están los loros habladores (Amazona aestiva), los monos caí, y las tortugas terrestres. “No son mascotas. Mantienen su instinto silvestre y convivir con humanos los daña. Muchos terminan con una impronta tan fuerte que no pueden volver jamás a su hábitat”, advirtió Borelli.
En la actualidad, la estación de fauna alberga pumas, monos caí, pecaríes, zorros, osos meleros, osos hormigueros, corzuelas, una guanaca y otras especies. La mayoría de ellas no podrá ser reinsertada por haber crecido en contacto estrecho con personas. “Cuando criamos a un animal silvestre, le estamos quitando la posibilidad de volver a ser libre. Es una condena”, sentenció.
Foto: Javier Rueda
Uno de los casos más emblemáticos es el de los pumas. Muchos ingresan a la reserva luego de conflictos con productores ganaderos. Las madres son asesinadas por proteger sus crías y enseñarles a cazar, y los cachorros, por su ternura, son criados por humanos. “No es un rescate, es una condena. Un puma que convivió con personas no puede volver a la vida silvestre”, remarcó Borelli.
Sobre la complejidad del trabajo, señaló que no se pueden liberar monos individualmente. “Son animales sociales. Para reinsertarlos hay que armar grupos con distintas jerarquías. Un mono solo no sobrevive, y su grupo lo rechaza si tuvo contacto con humanos”.
Foto: Javier Rueda
En los últimos años, con una inversión de casi 40 millones de pesos, la estación mejoró significativamente sus instalaciones, con nuevos recintos, áreas de cuarentena y mejores condiciones tanto para los animales como para el personal. Esta inversión permitió también fortalecer el convenio con la Universidad Católica de Salta, donde se atienden casos clínicos complejos y se forman estudiantes en prácticas de rehabilitación de fauna.
Uno de los casos más recientes es el de un zorro operado por fracturas múltiples en la UCASAL, que evoluciona favorablemente y podría ser liberado en dos o tres semanas, tras identificar una zona adecuada para su reinserción. Pero estos casos son excepcionales. “La mayoría, por desgracia, no puede volver”, lamentó Borelli.
Especies actualmente alojadas:
Pumas: 25 ejemplares Monos caí Pecaríes de collar Zorros Osos meleros Osos hormigueros Corzuelas Una guanaca Tortugas terrestres (mencionadas como frecuentes en el tráfico ilegal) Loros habladores (Amazona aestiva)
Casos destacados
Un zorro recientemente operado por fracturas múltiples está en proceso de rehabilitación y se prevé su reinserción en unas semanas.
Hay monos que no pueden ser reinsertados porque fueron criados solos y no pueden integrarse a un grupo social.
Pumas cachorros criados por humanos, considerados “condenados al cautiverio” por perder su instinto silvestre.
La recomendación
En el tramo final de la entrevista, la doctora insistió en un mensaje clave: “No toquen animales silvestres. No los alimenten. No los lleven a casa. Llamen al 911”. El protocolo de acción establece que la Policía Rural y Ambiental interviene tras el aviso y coordina el rescate con la estación.
“El contacto humano deja un rastro: nuestro olor, nuestra voz, nuestras bacterias. Eso contamina al animal y lo condena al rechazo de su especie y a una vida en cautiverio. Por más que tengamos buenas intenciones, el daño es irreversible”, concluyó.