A través del testimonio de Miguel Herrera y una investigación periodística minuciosa, el escritor y periodista revela la historia de un campeón olvidado, su vínculo con los salteños y el largo viaje editorial de un libro que cruzó el Caribe para regresar, por fin, a su lugar de origen.
¿Qué se te dio por escribir sobre Wilfredo Benítez?
Yo tenía en carpeta una entrevista efectuada a Miguel Herrera sobre ese tema. Hablé varias veces hasta que al final lo convencí y me recibió en su casa de la calle Alberdi. Yo lo conocía y tuve cuidado de no hacerlo enojar porque se terminaba el reportaje. Desde un principio estaba muy abierto al diálogo y me entusiasmé. La nota salió publicada y al tiempo observé que no estaba completa y empecé a abrir la entrevista con el material pendiente, que era bastante.
Se dijeron muchas cosas sobre su estadía en Salta…
Es así y Herrera quería responder sobre todo a quienes dijeron que le debía plata y por eso Benítez no podía volver a Puerto Rico. Miguel empezó a mostrarme comprobantes de lo que había gastado y, sobre todo, una publicación que había sacado la revista El Gráfico con una foto de Wilfredo caminando “en la vía” y el título lo decía todo. “Una nota de muy mala fe -me dijo-. Yo le gané un juicio por esa información y lo doné al hospital Garrahan. Tengo todos los papeles”, me aseguró.
Como lograste que te editarán el libro en Puerto Rico, un mercado amplio e interesante para un escritor…
Primero encontrar buena gente. Me pude comunicar con el escritor Ángel Agosto de la Casa Editora de Puerto Rico. Desde un principio, le gustó la idea y me pidió que le mande lo que tenía escrito sobre Wilfredo Benítez, una gloria en el boxeo boricua. De inmediato nos pusimos de acuerdo, firmamos un contrato y al poco tiempo me mando una prueba para que corrija el libro. Ya lo había leído bastante, entonces no me demoré. Cabe destacar que está a la venta en el sitio de Amazon, desde fines del año pasado. El problema fue el envío a Salta. Se hacía esperar y tuve que adaptar los tiempos. No lo podían mandar, así que finalmente lo lograron a través de Miami. Desde marzo estuvo en la Aduana y recién en abril me encontré con un hijo perdido, extraviado en el Caribe, destacando que es la sexta producción literaria aunque no olvido mi esencia e inquietud periodística. Sigue más viva que nunca esa pasión.
Por lo visto mantienes esa llama encendida, el oficio siempre alerta…
Tenés razón. En la mayoría de mis libros siempre anda un periodista buscando historia y sumando protagonistas. En el penúltimo, “Goodbye barbijo”, mi alter ego era una periodista que inicia su recorrida en Hong Kong, cuando el mundo se despierta con la pandemia y en ámbito encuentra el amor. En el libro “El último caminante” es una recorrida por los pasos de Nicolás Guillen, en la Argentina. Tuve la suerte de presentarlo en la feria del libro de La Habana y pude conocer a Cesar García y Pablo Fernández, ambos premio nacional de Literatura que me dedicaron sus libros; además conocí su gente. Guillen decía que se sentía más periodista que poeta, salvando la inmensa distancia… me ocurre algo similar.
Es importante la formación…
Y tener buenos maestros. Yo lo tuve, desde el profesor Carlos Vernaza, Carlos Fernández Iriarte, Roberto Vitry, que me enseñó un mundo nuevo, de los deportes que hoy me apasionan. Tucho Figueroa, Sergio Gareca, un exquisito de la pluma, El Puma Ruiz que me enseñó a disfrutar del rugby, Rubén Ramos, José Brizzi, Luchín Andolfi, el Chacho Subelza, el Gogo Troyano. Mira esos personajes. Si no aprendías era porque creías ser periodista, pero en realidad no lo eras.
Volviendo al libro, ¿te costó?
Un escritor nunca debe perder las esperanzas y tampoco debe olvidarse de aprovechar las oportunidades. Yo insisto una y otra vez, busco de todas maneras porque hoy existe un mercado editorial absolutamente centralista y todo poderoso. Les interesa lo efímero, lo que está de moda pero se olvida del interior. Hay escritores muy valiosos con vivencias literarias en otros países y que aquí no lo tienen en cuenta. Hago mías unas palabras del querido y recordado Cuchi Leguizamón cuando decía: “En Salta, nada prestigia ni nada desprestigia”. Yo pondría que en la Argentina sucede algo similar. El talento del Cuchi trascendió fronteras, pero las editoriales en Buenos Aires, cuando intenté editarlo, no me escucharon. Bastaría decir que Roberto Espinosa, recién volvió a presentar su libro sobre el músico en la feria gracias al aporte logrado en su provincia, Tucumán.
El título “Baila campeón” es sugestivo, aunque ahora se recupera de sus lesiones
Hay que destacar que a veces el boxeo es ingrato porque olvida a quienes entregaron todo. El caso de Wilfredo que empezó peleando desde muy chico y se consagró campeón mundial a los 18 años, quitándole el título a Kid Pambele en una de las peleas más recordadas de aquellos tiempos. Allí ganó un millón de dólares que se esfumó. Después consiguió dos títulos más en otras categorías, un récord que hasta el día de hoy no fue superado.
Eran tiempos de grandes boxeadores…
Efectivamente. El caso de Antonio Cervantes, “Mano de Piedra” Durán, Sugar Ray Leonard, con quien perdió uno de los títulos en una histórica pelea, Tommy Hearns. Su estilo marcó una época aunque cuando vino a Salta ya estaba con la “polvora mojada” en sus golpes. Pero lo seguían llamando el “radar”.
Cómo está en estos momentos, ¿sigue en Puerto Rico?
No. Está peleando en Chicago la batalla más dura de su vida a raíz de una enfermedad llamada encefalopatía traumática crónica, también conocida como demencia pugilística, una enfermedad neurodegenerativa que afecta a los boxeadores por causa de los golpes que reciben y las conmociones cerebrales. Hoy Wilfredo no puede valerse por sí mismo. Está al cuidado de su hermana.
¿Estuvo más de un año en Salta?
Llegó en septiembre del 86 y regresó a su país en los primeros meses de 1988. Se mimetizó con la provincia a pesar de su pobre actuación frente a Carlos Manuel del Valle Herrera que no lo quiso golpear más. Después se hizo querer con mucha gente, quienes en sus peores días se turnaban para pagarle la comida. Manolo Eguizabal me contó que aprendió a comer locro con un poco de miel. Él disfrutaba del cariño de la gente. Hasta que un día vinieron de Puerto y se lo llevaron. Un enviado le dijo a Miguel Herrera: Mr. Herrera cuanto le debemos por la estadía de Wilfredo Benítez y el popular Gordo, para los amigos, le contestó nada. Llévenlo con su familia y se encuentre con su gente. “Era vivísimo –me comentó Herrera-. El día que murió mi padre, que lo atendía, se paró de guardia toda la noche frente al cajón. Y más allá que me hizo renegar no me puedo olvidar”.
La presentación del libro, el jueves
El encuentro con el libro sobre parte de la vida del extraordinario boxeador Wilfredo Benítez se dará el próximo jueves, a las 19, en la sala Walter Adet de la Biblioteca Provincial, avenida Belgrano 1002, cuando se presente “Baila campeón”, de Humberto Echechurre.
La presentación estará a cargo de Marcelo Armando Hoyos, periodista y profesor de Historia. El prólogo fue escrito por el reconocido periodista especializado en boxeo Carlos Irusta, autor de la biografía de Carlos Monzón.
En la jornada, se exhibirá un video de los mejores momentos de Wilfredo Benítez con fotos cedidas gentilmente por diario El Tribuno, material que da cuenta de los momentos que vivió el boxeador durante su estadía en Salta.
Este es el sexto libro del periodista y escritor salteño, la novela “Goodbye barbijo” es el anterior.