De la insólita lesión de Maradona a la agónica clasificación: a 40 años del inicio del duro camino a México 86

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La jugada de Daniel Passarella y el gol de Ricardo Gareca con el relato de Marcelo Araujo (Crédito Jwasc92Futbol)

Había mucha expectativa. Lógica. Porque veníamos con avidez de fútbol. Aquel domingo 26 de mayo de 1985, el torneo local llevaba casi dos meses sin actividad y la Selección debía afrontar un desafío importante. Las Eliminatorias. Éramos varios los que nunca la habíamos visto disputarlas, porque al ’78 accedió como organizador y al ’82 como campeón defensor. El último antecedente se remontaba a octubre del ’73, cuando selló el pasaje para Alemania ‘74. El equipo de Carlos Salvador Bilardo no había jugado bien en los amistosos previos, pero la ilusión estaba intacta.

La eliminatoria para México ’86. Un breve y sinuoso camino. Apenas seis semanas, donde el cuadro nacional atravesó una montaña rusa de sensaciones. Cabe recordar que el formato era diferente y mucho más complejo. Los diez países del continente fueron distribuidos en tres zonas: dos de tres y una de cuatro. En ésta última estaba Argentina, junto a Venezuela, Colombia y Perú. Todos contra todos, ida y vuelta en 40 días. El primero clasificaba al Mundial, mientras que el escolta y el tercero, pasaban a un cuadrangular de repechaje, junto a los segundos de los otros grupos.

La tapa de El Gráfico tras el debut argentino en Venezuela

El doctor llevaba dos años en el cargo con 24 partidos disputados y un rendimiento de 7 triunfos, 11 empates y 6 derrotas. Más allá de los números que dan un contexto, escasas habían sido las ocasiones donde el equipo rindió a la altura de lo esperado, con su punto más alto en la exitosa gira por Europa del año anterior, con el memorable triunfo ante Alemania en Dusseldorf por 3-1.

En la otra columna del balance se acumulaban la temprana eliminación en la fase de grupos de la Copa América ’83, el no poder llegar a la final de la Copa Nehrú en Calcuta y varios flojos amistosos, incluidos los tres previos a la eliminatoria en ese mismo mes de mayo: Brasil (1-2), Paraguay (1-1) y Chile (2-0).

Diego caminando entre la gente en Venezuela. En esas circunstancias se dio la absurda agresión

Para estos dos últimos, disputados en el estadio Monumental, habían llegado desde Italia dos jugadores decisivos, que no actuaban con la camiseta celeste y blanca desde España ’82. Diego Maradona y Daniel Passarella, no exentos de la polémica desatada en torno a la capitanía, que Bilardo le había otorgado al 10 relegando al Kaiser. Pero para ellos ese tema no era (aún) un problema, porque se mostraban dentro y fuera de la cancha, tan amigos como lo eran desde varios años atrás.

El debut fue contra Venezuela el domingo 26 de mayo y la selección se concentró, desde el lunes anterior en la ciudad de Bogotá, Colombia. El grueso de la delegación lo hizo temprano, mientras que Maradona y Passarella recién en horas de la noche, luego de cumplir sus compromisos en la última fecha del futbol italiano el día anterior. Fueron varias jornadas de trabajo intenso hasta el viernes, cuando el plantel abordó un avión con primer destino Cúcuta. Apenas 50 minutos de viaje para descubrir, en el aeropuerto, la locura que generaba Diego, con peligrosa invasión de la pista incluida, desbordando los controles.

Antes de los partidos frente a Perú la clasificación parecía encarrilada

De allí en micro hacia San Cristóbal, la ciudad del partido. Al bajar, se produjo una situación insólita, como recordó Diego en sus memorias: “Apenas llegamos se armó un tumulto bárbaro. Salí del micro y empecé a caminar rumbo al hotel El Tama. La cosa es que un loco me salió al cruce y me metió tal patada en la rodilla derecha, que ni el tano Gentile lo hubiera hecho mejor. ¡Me mató! Entré rengueando al hotel, con el doctor Raúl Madero corriéndome de atrás y todo el mundo asustado. ¡Me habían arruinado el menisco! La noche previa al partido la pasé con hielo en la rodilla derecha tirado en la cama. No me dormí como hasta las cinco de la mañana. Al principio parecía una pavada, pero después se fue agravando”.

Han transcurrido 40 años y parece de fábula que en una instancia así, un futbolista, máxime en el caso de Maradona, caminase solo desde el micro hasta el hotel, sin custodia ni seguridad a su alrededor. No fue fácil para Diego, que repasó las consecuencias de estas manera: “El dolor lo arrastré durante la eliminatoria y todos me decían que tenía que operarme y que eso me iba a demandar una larga recuperación. Resolví llamar al doctor Oliva, quien me había ayudado después de la patada que me dio Goicoetxea en el ’83. Apenas me vio, dijo: ‘Vos no te operás’. Le hice caso, pero el dolor era tan grande, que no podía estirar la pierna. La solución llegó en un partido amistoso, un tiempo después de terminar las eliminatorias. Allí fue cuando Oliva me infiltró, pero yo seguía sintiendo la rodilla enganchada. Iban como 10 minutos, giré a buscar una pelota y sentí que me explotaba la zona. Lo miré desesperado al doctor, con un dolor tremendo y me respondió: ‘Bien. Era lo que esperaba’. Pensé que estaba loco. Me infiltró de nuevo, dentro de la cancha y a partir de ahí todo volvió a la normalidad”.

El equipo que enfrentó a Venezuela en River. Parados: Daniel Passarella, Néstor Clausen, Oscar Garré, Enzo Trosser, Miguel Russo, Ubaldo Fillol. Agachados: Jorge Burruchaga, Ricardo Giusti, Pedro Pasculli, Diego Maradona, Jorge Valdano

Argentina era amplio favorito frente a la selección más débil del continente. Bilardo dispuso que la formación fuese con Fillol; Clausen, Trossero, Passarella, Garré; Ponce, Russo, Burruchaga; Maradona, Pasculli y Gareca. En la segunda parte ingresaron Márcico y Valdano, quien no actuaba oficialmente en el cuadro nacional desde el Mundial de España.

A los tres minutos de tiro libre, Maradona puso el 1-0 llevando tranquilidad. Pero no iba a durar mucho, porque a los nueve llegó el empate con tremendo remate de Torres desde fuera del área. Otra vez la incertidumbre. Excelentes individualidades que no lograban ser un equipo. A tres del final del primer tiempo, otra vez la pelota parada como aliada del cuadro de Bilardo. En este caso fue Daniel Passarella, ejecutando un tiro libre a su manera, con potencia y ubicación, el que puso el 2-1.

La tensión de los minutos finales ante Perú en la cara de Diego

Cuando se llevaban disputados diez minutos del complemento, tras un centro de Burruchaga, Maradona apareció de sorpresa en el área y con un perfecto cabezazo estiró las distancias en el marcador. Parecía que era el momento indicado para que el equipo se soltase e intentase algo más. Una vez más no pudo ser, porque 120 segundos más tarde, Márquez, de cabeza, descontó en una increíble desatención defensiva que le habrá dejado varias noches de insomnio a Bilardo… Ese fue el resultado final. Diego en su biografía lo describió a la perfección: “Cada vez que pienso en esa tarde, en el dolor de la rodilla y el trámite del partido, digo ahora ‘maldito partido’ (risas). Nos costó mucho ganarlo, porque fue bien al estilo nuestro: 3-2 y pidiendo la hora”.

A la hora de enfrentarse a los periodistas, hubo un Bilardo disfónico y auténtico: “No creo que Venezuela sea un rival tan inferior o tan fácil como dicen algunos. Lo más importante es que el equipo salió a buscar y jamás se desordenó. Hay que tener en cuenta que se lograron tres goles en las eliminatorias y de visitante. Si jugara de nuevo con Venezuela presentaría el mismo equipo. Creo que la tranquilidad nos llegará recién ahora, porque es muy importante empezar con un triunfo y la semana que viene en Colombia será todo distinto. Otro clima, todo más duro, trabado y con lucha constante”.

De esa manera, convulsionada y dispar, pero con una victoria se inició el camino hacia México ‘86. Las palabras del doctor se hicieron realidad, porque siete días más tarde, en El Campín de Bogotá la historia fue distinta, ya que el rival elevó la vara. Y la selección disputó su mejor partido de esa eliminatoria, imponiéndose por 3-1 con dos goles del siempre certero Pedro Pasculli y el restante de Burruchaga.

El gol de Gareca a Perú que dio la clasificación

Luego llegaron dos triunfos en el estadio Monumental. Frente a Venezuela fue 3-0. En el primer tiempo Miguel Ángel Russo anotó su único gol con la camiseta de la selección. Los dos restantes, marcados por Clausen y Maradona, llegaron en los minutos finales, como muestra de otra tarde opaca. Una semana después, fue victoria por la mínima ante Colombia con un certero cabezazo de Jorge Valdano. Eran tiempos convulsionados en la sociedad argentina: apenas 48 horas antes se había lazando el plan Austral, comenzando una nueva era, con cambio de moneda incluida, como respuesta a una nueva crisis económica.

La rodilla de Diego seguía causando preocupación. En la víspera del choque con Colombia arribaron desde Italia el director deportivo del Nápoli y el médico a cargo del plantel profesional. Las informaciones que les habían llegado no eran alentadoras y decidieron constatar el estado del crack en persona. Ese mismo sábado fueron parte de una cumbre junto a Maradona, Bilardo y el doctor Madero. Luego de media hora, los hombres del cuadro italiano aceptaron que Diego jugase, animándose a correr un riesgo que ellos juzgaban como muy alto.

Argentina tenía puntaje ideal. No había demostrado grandes virtudes, pero la tabla le devolvía una situación inmejorable. Le bastaba con sacar un punto en cualquiera de los dos partidos ante Perú, para sellar la clasificación. Que iba a costar sangre, sudor, lágrimas y muchísimo sufrimiento.

La historia de Lima es conocida por aquella marca insólita de Reyna sobre Maradona, siguiéndolo incluso cuando el 10 salió del campo a cambiarse los botines. Un absurdo sin igual. Pero en el plano futbolístico, Perú hizo pesar la localía y sus buenas individualidades para ganar con justicia por 1-0 y estirar siete días más la definición, quedando solo a un punto.

El recordado abrazo de Bilardo a un policía una vez consumada la clasificación

Aquel lluvioso domingo 30 de junio la tensión se palpaba en cada rincón del país. Si bien habían pasado 16 años, aún estaba fresco el antecedente de la eliminatoria para el otro Mundial disputado en México, cuando fue el elenco peruano el que dejó a Argentina con las manos vacías.

El escenario estaba claro. El que ganaba se clasificaba a la Copa del Mundo y el que perdía, pasaba a un repechaje junto a Paraguay, Chile y Colombia por la última plaza. Si terminaban empatados, Argentina sacaba pasaje a México ’86. Apenas comenzó, Julián Camino, lateral derecho argentino, le aplicó un planchazo a Franco Navarro, quien debió salir en camilla y ser reemplazado. Apenas recibió una amarilla que merecía ser roja y así lo recuerda: “Fue famosa esa patada que me la hacen acordar hasta el día de hoy. La cosa venía caldeada desde la semana anterior por la locura de Reyna con Maradona. Eran otros tiempos, con menos tecnología. Apenas empezó el partido se produjo un rebote y la pelota me pasó por arriba. La verdad es que le entré muy fuerte a Franco Navarro… Después con el paso de los años te arrepentís. Con el tiempo nos volvimos a enfrentar y le pedí disculpas, las cuales aceptó”.

A los 12 minutos, Argentina se puso en ventaja con gol de Pedro Pasculi. Pero nada más lejano que la tranquilidad, para un equipo que parecía haber nacido para sufrir. A los 23, Cueto envió un centro pasado, Uribe la bajó y Velázquez convirtió el empate dentro de área chica. Sobre los 39 consiguió el segundo tanto: Cueto habilitó a Barbadillo, quien dejó en el camino a Fillol y estampó en la red un frío monumental…

El segundo tiempo fue la panacea de los nervios. Dentro y fuera de la cancha. Perú seguía con su inalterable filosofía de toque y Argentina en estado de desesperación. La gente empezó a pedir a un jugador que fue objeto de muchas críticas y no actuaba desde el debut ante Venezuela: Ricardo Gareca. “Fue muy lindo escuchar que desde las tribunas me pedían. Siempre fui un tipo de tenerme mucha fe y ahí también. Sentía que podía ser un partido como para mí, por cómo estaban dadas las cosas, con el 2-1 abajo y el equipo empujando. Bilardo me llamó para ingresar y un instante antes me dijo unas palabras que me las voy a quedar por siempre para mí. Nunca dije nada acerca de eso ni lo voy a hacer”, rememoró el Tigre.

El enorme Pato Fillol evitó el tercero y a falta de 10 minutos se pudo soltar el grito. Burruchaga tomó un rebote a la salida de un córner y cruzó el balón de izquierda a derecha, por donde ingresaba Passarella, quien lanzó un derechazo que venció la resistencia del arquero. La pelota dio en el palo y allí ingresó Gareca para enviarla al fondo de la red.

Con todo el sufrimiento posible (y más también), Argentina logró la clasificación. Nadie, ni el más optimista podía pensar que exactamente un año más tarde, el 30 de junio de 1986, gran parte de ese grupo de jugadores, con Carlos Bilardo y encabezados por Diego Maradona, iban a la salir al balcón de la Casa de Gobierno, para ofrendar al pueblo la Copa del Mundo

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

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