En un nuevo capítulo de confrontación con el ámbito académico, la administración de Donald Trump retiró este jueves la autorización que habilitaba a la Universidad de Harvard a inscribir estudiantes del extranjero.
La medida fue comunicada a través de una carta enviada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, al presidente interino de la universidad, Alan Garber. Allí se anunció la cancelación, con aplicación inmediata, de la certificación del Programa de Estudiantes y Visitantes de Intercambio (SEVIS), que permitía a estudiantes internacionales asistir a clases en Estados Unidos.
“Harvard tuvo múltiples oportunidades para corregir su conducta. Se negó a hacerlo. Por eso ha perdido su certificación SEVIS por violar la ley”, publicó Noem en su cuenta de X (antes Twitter), advirtiendo además que este precedente debería servir de lección para todas las instituciones educativas del país.
La funcionaria acusó a Harvard de promover actos de violencia, antisemitismo y de colaborar con el Partido Comunista Chino dentro de su campus.
Desde la universidad rechazaron de plano la acusación y emitieron un comunicado donde calificaron la decisión como una represalia “ilegal” que pone en peligro tanto a su comunidad académica como a los valores fundamentales de la investigación y la educación superior. “Seguiremos defendiendo la permanencia de nuestros estudiantes y académicos internacionales, que enriquecen profundamente a esta institución y al país”, expresaron.
De acuerdo a datos publicados por ShunStudents, durante el ciclo lectivo 2024-2025, el 27,2% de los estudiantes de Harvard —alrededor de 6.800 sobre un total de 30.000— son extranjeros.
La medida se inscribe dentro de una ofensiva del gobierno de Trump contra varias universidades a las que acusa de permitir manifestaciones antisemitas, sobre todo tras las protestas en respaldo a Palestina ocurridas el año pasado.
El gobierno también avanza en desmantelar programas de diversidad que apuntan a reducir desigualdades estructurales. A diferencia de otras instituciones como Columbia, que aceptaron alinearse con la nueva normativa, Harvard presentó una demanda contra el gobierno hace un mes, cuestionando los intentos de modificar sus políticas internas de admisión, contratación y programas educativos.
Tensión creciente y recortes millonarios
“Para las universidades, admitir estudiantes internacionales no es un derecho, sino un privilegio”, argumentó Noem. Según su perspectiva, esas matrículas elevadas solo han servido para alimentar los fondos millonarios de instituciones como Harvard, que cuenta con un patrimonio de 53.200 millones de dólares, el más alto entre las universidades de EE.UU.
La medida se suma a otros castigos: la administración republicana ya había congelado previamente 2.200 millones de dólares en fondos federales y la semana pasada anunció un nuevo recorte de 450 millones, como parte de una revisión general de los 9.000 millones en juego.
Además, desde principios de mayo, Harvard fue excluida de toda posibilidad de acceder a nuevas ayudas del gobierno.
Según el medio universitario The Harvard Crimson, el Departamento de Seguridad Nacional había solicitado el 16 de abril información detallada sobre las actividades de los estudiantes extranjeros, especialmente sobre su participación en protestas. La universidad habría entregado de forma parcial algunos registros disciplinarios requeridos por Washington.
La medida dejó una gran incertidumbre entre el alumnado. “Nadie sabe qué va a pasar con los estudiantes internacionales que ya están cursando”, comentó Alice Goyer, una estudiante estadounidense, en declaraciones a AFP. “Todo el mundo está en shock. Recibí mensajes de varios amigos del exterior, y nadie tiene claro qué significa esto”, relató.
En sus recientes declaraciones, Trump definió a Harvard como una “institución de izquierda radical, antisemita”, un “desastre progresista” y “una amenaza directa a la democracia”.