Construyendo pasión: La cancha de Independiente, de la querida Doble Visera al lujo de la modernidad

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“Miren miren que locura, miren miren que emoción / Inventaron otra copa porque Independiente todas las ganó”.

La ahora famosa Conmebol, que en esa época se llama “CeEseEfe”, Confederación Sudamericana de Fútbol, había añadido la Supercopa Sudamericana a la disputa de la Copa Libertadores. El Rojo había ganado siete de ellas más dos Intercontinentales y sus hinchas cantaban, con tanto derecho como orgullo, orgullo nacional, ese cantito tan particular y pegadizo.

El infernal griterío de la barra retumbaba en los cuatros costados del mítico estadio de la Doble Visera, testigo de lujo de las grandes hazañas coperas de tantos y tantos ídolos que se pusieron la camiseta del Diablo de Avellaneda.

Esa cancha tan querida por los hinchas propios y tan incómoda para todos los visitantes, los argentinos y los extranjeros, para la gente porque en la tribuna de las vías la visión era complicada y para los jugadores porque sentían la presión de los simpatizantes locales, y para unos y para otros porque era difícil salir de allí con un triunfo en el bolsillo, es apenas un recuerdo. Un golpe de la melancolía al corazón de todos los futboleros de ley. Un latigazo del paso del tiempo a espaldas que cargan con cientos y cientos de partidos vistos, disfrutados y sufridos.

Aquella estructura innovadora y difícil de clasificar y pionera tanto en la Argentina como en buena parte del planeta (inaugurada en 1928, hace casi 100 años, fue la primera cancha de cemento en nuestro país y la segunda en todo el mundo después de que en Harvard se inaugurara otro estadio de concreto) se utilizó por última vez en diciembre de 2006.

El llamado de la modernidad se impuso y la dirigencia de ese entonces se propuso levantar, en el mismo terreno, un nuevo estadio con formato inglés. Según se decía en esa época, “parecido al del Liverpool o al del Manchester United, el famoso Old Trafford”.

Un par de años más tarde llegó, efectivamente, lo nuevo. Primero vino un tiempito en el que el Rojo deambuló por otros estadios vecinos, tras los cuales volvió a su reducto de toda la vida, en Alsina y Cordero, hoy transformada en calle Ricardo Enrique Bochini. Aquellas tribunas indescifrables y tan particulares le habían dejado lugar, ahora, a dos pisos de confortables y gigantescas estructuras tanto atrás de los dos arcos como en cada costado.

En los corners, además, cuatro revolucionarias “gargantas del diablo”: en esa ubicación privilegiada los hinchas debían ver, según lo que habían prometido los dirigentes, “cataratas de buen futbol” regadas por jugadores de la misma estirpe de aquellos gladiadores y aquellos exquisitos que hicieron de Independiente uno de los cuadros más grandes del mundo.

CONSTRUYENDO PASIÓN: LA CANCHA DE INDEPENDIENTE, DE LA MITICA DOBLE VISERA A LA MOERNIDAD

Pero no sucedió. O pasó ya muy cada tanto. Muy de vez en cuando. Y de forma más circunstancial que por una conducta de años y años. Hubo alguna que otra consagración, dos Copas Sudamericanas, y cierta idea de recuperar el prestigio, pero también aparecieron deudas, malos manejos, desgobiernos, divisiones insalvables entre los hinchas, y todas esas crisis juntas derivaron en lo impensado.

Aquel estadio invencible, indestructible, casi inexpugnable, testigo de victorias y de noches épicas y consagratorias, recibió durante un año a otro tipo de rivales. Mejor ni acordarse de aquel viaje al infierno de 2013 y 1014.

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Y ahí anda el Rojo, tratando de volver alguna vez a las épocas doradas. Peleando con lo que tiene a mano a las adversidades de turno. Rearmándose. Hasta le cambió el nombre a la cancha. Se llamaba “Estadio Libertadores de América-LDA”, su mejor amiga, esa aliada a la que conquistó tantas veces como nadie, y ahora le agregaron el apellido “Bochini”, un merecido reconocimiento al ídolo más grande de todos los tiempos.

Algunos dicen que al proyecto original le falta poner el techo. Otros, acaso más poéticos, sostienen que por más coberturas que le pongan a las tribunas Independiente nunca pero nunca jamás tendrá ni buscará techo, que en cada partido podrá ir más alto, y que en esa porción de cielo de Avellaneda siempre estará el diablo metiendo la cola para ayudarlo.

LA LEGENDARIA DOBLE VISERA DONDE EL ROJO SE CONSAGRO COMO EL REY DE COPAS.

LA ACTUAL ESTRUCTURA TRAS LA REFORMA ENCARADA EN 2008.

Fuente: https://www.paparazzi.com.ar/

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