El bisturí como nueva etapa del cambio en CABA

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La política argentina vive una etapa de transformación profunda, en la que el pensamiento libertario ha irrumpido con fuerza como una respuesta al fracaso del estatismo tradicional. Este nuevo paradigma, lejos de agotar sus posibilidades en la crítica a lo anterior, necesita ahora avanzar hacia una etapa más madura, más responsable y más eficaz. En este contexto, emergen dos símbolos potentes y complementarios: la “motosierra” y el “bisturí”. El primero, emblema del oficialismo nacional, ha representado el corte necesario con décadas de clientelismo, despilfarro y estructuras anquilosadas. El segundo, representado por nuestra fuerza política Unión Porteña Libertaria, simboliza la etapa siguiente: la del diseño institucional, la precisión legislativa y la reconstrucción sustentable del orden político, económico y social de la Ciudad de Buenos Aires.

La “motosierra”, como metáfora política, logró conectar con un electorado hastiado del desorden fiscal, la inflación crónica, la decadencia institucional y el abuso de poder. Sirvió para poner sobre la mesa la necesidad urgente de cambiar prioridades, de asumir con coraje que no se puede seguir gastando lo que no se tiene, y de desmontar un modelo de poder basado en la dependencia y la dádiva. Esa retórica tuvo un efecto revitalizador del debate público: puso en discusión temas largamente ignorados, como la eficiencia del gasto, la responsabilidad en el manejo del Estado y el valor de la libertad económica.

Sin embargo, toda herramienta tiene un límite. La motosierra, usada en exceso, desgasta. Y cuando se convierte en método único, pierde legitimidad, genera rechazo y pone en riesgo los objetivos del propio cambio. Eso es lo que estamos viendo hoy en la política nacional: una etapa de ruptura que no logra evolucionar hacia la construcción, que ha encendido resistencias legítimas en sectores clave de la sociedad como la comunidad científica, el ámbito educativo, los jubilados, los sectores culturales, los trabajadores informales, y también muchos votantes que, sin abandonar su convicción por el cambio, empiezan a preguntarse si este camino es sostenible.

En este punto es donde nuestra propuesta cobra sentido. Unión Porteña Libertaria representa la segunda etapa del cambio: la del bisturí. Hace falta conocimiento técnico, planificación institucional, legislación clara y políticas públicas que conviertan el impulso en estructura, la intuición en sistema y la voluntad de cambio en reforma concreta. Necesitamos leyes bien escritas, marcos regulatorios racionales, administración moderna, infraestructura pensada a largo plazo y, sobre todo, una visión integral del desarrollo urbano, económico y social de la Ciudad de Buenos Aires.

Nuestro espacio político está conformado por dirigentes con formación jurídica, económica y administrativa, con trayectoria en la gestión pública y experiencia en diseño normativo. No venimos a demoler por demoler, sino a transformar con racionalidad. La libertad, como bien decía Friedrich Hayek, no es un dogma sino una fórmula práctica. Para que esa fórmula funcione, necesitamos un marco normativo que promueva la competencia sin destruir la equidad, que incentive la inversión sin resignar control de calidad, que desregule donde corresponde pero sin caer en el desamparo de los más vulnerables. Necesitamos un Estado pequeño pero no ausente, eficaz pero no autoritario, ordenado pero no insensible.

Hoy, la Ciudad de Buenos Aires se encuentra ante un punto de inflexión. Las gestiones previas, con sus luces y sombras, lograron avances importantes en infraestructura, educación, seguridad y desarrollo urbano. Pero esa etapa también se agotó. El actual oficialismo porteño no ha sabido leer el nuevo momento histórico: mientras el país se rediscute, la Ciudad parece girar en círculos, sin audacia, sin planificación, sin ideas nuevas. La descentralización está paralizada, los servicios públicos se deterioran, las políticas de juventud son inexistentes, y la agenda urbana está secuestrada por los intereses de unos pocos barrios. Frente a esa inercia, Unión Porteña Libertaria propone una renovación profunda, pero desde la inteligencia institucional, no desde el arrebato.

Por eso decimos que lo que está en juego este domingo no es solo un cambio de nombres en la Legislatura, sino una forma distinta de entender la política. Una política que no confunda convicción con improvisación, ni liderazgo con imposición. Una política que no destruya el pasado, sino que lo supere. Que no niegue el conflicto, pero lo ordene democráticamente. Que no se quede en la denuncia, sino que diseñe soluciones.

Queremos impulsar una serie de reformas legislativas que transformen a la CABA en un laboratorio de libertad bien entendida: con reformas tributarias que alienten la inversión productiva; con marcos legales que faciliten el acceso al crédito para jóvenes y emprendedores; con leyes que modernicen la burocracia estatal sin eliminar derechos; con políticas educativas que fomenten la autonomía, el pensamiento crítico y el mérito; con regulaciones urbanas que prioricen el desarrollo equilibrado de todos los porteños y no solo de su zona norte; con incentivos a la innovación tecnológica pero con responsabilidad ambiental; con una planificación de la seguridad ciudadana que combine firmeza con respeto a los derechos civiles.

Esa agenda no se impone a fuerza de motosierra. Se construye con bisturí. Con paciencia, con criterio técnico, con diálogo político y con una ética pública basada en la responsabilidad. Como decía Max Weber, la madurez política consiste en pasar de la ética de la convicción, propia del líder carismático, a la ética de la responsabilidad, propia del funcionario institucional. Esa es la evolución que necesita el liberalismo argentino y este domingo, las elecciones legislativas en CABA son una oportunidad para consolidar esta idea.

Votar por la Unión Porteña Libertaria es votar por el bisturí que sigue naturalmente a la motosierra. Es apostar por una Ciudad más libre, más ordenada, más justa y más preparada para el futuro. Es elegir la técnica sin abandonar la convicción. Es, en definitiva, apostar por un cambio que no solo impacte, sino que también diseñe, construya y perdure.

Fuente: https://www.lapoliticaonline.com

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