El maestro José Fadel, un apasionado por la montaña

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Los salteños vivimos asociados a un complejo de montañas y arraigan su pertenencia al edificio andino. El Valle de Lerma es una fosa tectónica asimétrica limitada a occidente y oriente por montañas.

Los salteños vivimos asociados a un complejo de montañas y arraigan su pertenencia al edificio andino. El Valle de Lerma es una fosa tectónica asimétrica limitada a occidente y oriente por montañas.

Los viejos salteños llamaban “Cordillera del Poniente” a las sierras occidentales que son la continuación natural del Nevado de Chañi con los cordones de Lesser, Nevados de Castilla, cumbre General Güemes, Piedra Sonada y otros relieves que alcanzan y superan los 5.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

Al oriente se extiende la sierra de Mojotoro y su continuación austral la curiosa sierra de Sancha y cumbres de Castillejo. Con alturas entre 1.500 y 2.300 metros sobre el nivel del mar. Donde destaca el cerro Pilorco. Y ya sobre el borde de la Puna, montañas de muchos tipos como el cerro Acay, los Nevados de Cachi- Palermo, las cumbres de Quilmes, el Chuscha y tantos otros bloques tectónicos con cumbres prominentes.

Muchos “cincomiles” e incluso algunos “seismiles” en la jerga de los andinistas. Y en el interior de la Puna, cordones montañosos de más de 4.000 metros como los filos de Oire Grande, Copalayo, Pozuelos, Macón, Calalaste, entre muchos otros.

Y también volcanes interiores y viejos como el complejo del Quevar, con sus cumbres entre 5 y 6 mil metros entre los que destacan el Azufre, Quironcolo y Mamaturi. O el Rincón, Tul Tul, Del Medio y Pocitos. Sin olvidar el Chimpas a orillas de Salinas Grandes o el Ratones que separa las cuencas y salares de Hombre Muerto, Diablillos y Ratones.

Muchos de ellos son volcanes aislados o forman parte de las llamadas Cadenas Volcánicas Transversales que corren con rumbo ONO-ESE.

Y por supuesto, las joyas de la corona, aquí representada por los altos volcanes del eje andino que nos limita con Chile, la línea de altas cumbres, donde se encuentran el Llullaillaco y el Ojos del Salado, que por escasos 200 metros no llegan a los siete kilómetros de altura sobre el nivel del mar.

O el extraordinario Socompa, otro de nuestros volcanes emblemáticos. Nombres como los del sueco Eric von Rosen en el Chañi y el alemán Fritz Reichert en el Rincón y Socompa están asociados a la historia del montañismo en la primera década del siglo XX.

Incluso al este de los Andes, en sus últimas estribaciones, encontramos todavía altas montañas de más de 3.000 metros de altura como el cerro Crestón de Metán o el cerro Amarillo de Calilegua.

Cientos de volcanes y montañas, sierras y serranías, filos y cordones, conforman el edificio arquitectónico andino; desde la alta cordillera volcánica occidental pasando por la Puna, la Cordillera Oriental y las Sierras Subandinas, todas unidades morfotectónicas propias de la génesis y evolución del orógeno.

La cadena Centroandina se convierte así en una invitación permanente para montañistas profesionales y vocacionales.

Decano de montañistas

Uno de esos montañistas, decano de la actividad, fue el profesor José “Juanito” Fadel (16-10-1919/19-9-2011). Todos lo recuerdan como un hombre bueno, de andar pausado, medido en sus palabras, solidario, generoso, sincero, respetuoso de todo y de todos. Sabía liderar y enseñar.

Era profesor de geografía y enseñó la materia por más de cuatro décadas en la EET N° 5139. Los que fueron sus alumnos recuerdan que era un docente polifacético que enseñaba su disciplina con pasión y la acompañaba con múltiples historias, leyendas y anécdotas que atesoraba de su amplia experiencia como explorador de montañas y exégeta de hombres y paisajes.

La pasión por la montaña

Fadel hizo ascensos en muchas cumbres del país, incluso el Aconcagua, lo cual le valió reconocimientos como la Plaqueta de Plata de la Confederación Argentina de Deportes, el Medallón Dorado de la Municipalidad y el Cóndor de Oro de la Provincia de Salta.

Participó como secretario en 1956 de la fundación del Club Amigos de la Montaña de Salta (CAM). Se desempeñó como Instructor de Guías de Montaña.

Era un apasionado de la historia. Entre sus aportes se encuentra haber comenzado con la “Guardia Bajo Las Estrellas”, que consistía en velar la muerte del general Martín Miguel de Güemes en el lugar donde falleció, esto es en la Quebrada de la Horqueta, en las Higuerillas. Con fogones para salvar esas frías noches del 17 de junio, cerca de los cebiles donde el héroe nacional pasó a la inmortalidad.

Dejó además una meritoria obra escrita en la que se destacan dos libros muy valorados que son “Mi amiga la montaña”, con dos ediciones, considerada una biblia para los montañistas y “Las tres incógnitas”, editado por la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños.

Esta última obra hace referencia al tesoro que supuestamente existe en el cerro El Zorrito, la Silla del Inca en Incahuasi y el Ucumari de la selva de Baritú.

Precisamente sobre Baritú publicó un valioso folleto donde en la tapa aparece el Dr. Domingo Jakúlica, machete en mano, en medio de la espesa vegetación tropical.

El Centro Cultural Argentino de Montaña (CCAM) publicó una interesante biografía de Fadel con aportes de Enrique Pantaleón, Carlo Clerici, Santiago Rocha, Alejandro Hernández, entre otros.

El sillón del Inca

En 1973, más de medio siglo atrás y recién ingresado a la carrera de Geología de la Universidad Nacional de Salta me afilié al Club Amigos de la Montaña de la mano del periodista, historiador y montañista Roberto G. Vitry. Tuve la enorme suerte de conocer allí al profesor Fadel y participar con él de una expedición al cerro Gólgota y al “Sillón del Inca”, cerca de Pascha.

Ello se vio reflejado en sendas notas periodísticas que salieron publicadas en los diarios salteños El Tribuno y Norte. El grupo estaba conformado por José Fadel como jefe, Luis P. Madeo, los componentes de la Escuela de Guías: Manuel Fernández, Mario Olivera, Carlos Alvizu, Néstor Farfán, Miguel Agüero, Eusebio Alegre, Carlos A. Nuñez, Guillermo Loza, Gregorio Osores y el sucripto. Algunos de ellos tendrían más tarde una actuación destacada en la montaña.

Eran tiempos de una ruta 51 muy precaria por la Quebrada del Toro, con tramos por la ladera de la montaña y otros a lo largo del río, cuando no existían puentes ni asfalto. La expedición duró tres días, desde el 11 al 13 de octubre de 1973.

La primera noche se pernoctó en el pueblo de Ingeniero Maury, una de las estaciones ferroviarias del ramal C 14 que une Salta con Socompa y que lleva el nombre del mítico ingeniero de ferrocarriles Richard F. Maury, que participó activamente en su construcción.

Para entonces Maury era un caserío muy sencillo y no estaba instalado el actual puesto de Gendarmería Nacional. El 12 de octubre, antes que amaneciera, se inició la travesía por un sendero de animales que utilizaban los lugareños con sus animales de carga para trasponer el cordón montañoso. Era una mañana fría y ventosa.

Todo el cerro está formado por lajas grises y filosas de la Formación Puncoviscana, una unidad marina del límite Precámbrico-Cámbrico de amplia distribución en el núcleo de los cordones montañosos del norte argentino.

En los reportes se menciona varias veces la “Oreja del Inca” y al parecer hay dudas sobre si se trata de una formación rocosa en el Gólgota o del abanico multicolor de rocas de varios períodos geológicos que están frente a Maury y que los guías de turismo identifican como geoforma y geositio.

Dice Fadel en su informe: “El grupo de la Escuela de Guías, en cumplimiento del objetivo deportivo, alcanzó las tres cumbres del Gólgota (3.700 m) para iniciar el descenso hacia Incamayo. Dos horas llevó este descenso, siempre en dirección norte, con un desnivel de 700 metros”. Allí están ubicadas las famosas ruinas incaicas de Incahuasi, sobre la margen derecha del río Incamayo así como también la una habitación sencilla y rústica con un sillón empotrado: el “Sillón del Inca”.

Fadel se queja en su reporte del desamparo de este valioso patrimonio arqueológico provincial. Ruinas incaicas de las cuales en otro tiempo se ocuparon personalidades como Juan Martín Leguizamón, Florentino Ameghino y Christian Nelsson. Señala Fadel: “Las nubes muy bajas hacen más enigmáticas las desoladas ruinas donde tan solo pudimos observar a flor de tierra morteros y abundantes restos de cerámica”. Luego ensaya algunas consideraciones sobre cuál debió ser el papel de ese sillón para los incas y sus jefes en los largos recorridos que hacían por los caminos que cruzaban el imperio.

Se destaca del breve relato de esta expedición los amplios intereses de Fadel en el ámbito deportivo, histórico y arqueológico. Un cerro de Salta en el cordón de Lesser fue bautizado con su nombre. José Fadel fue un patriarca del montañismo salteño. Un observador atento del hombre y del paisaje andino a los que describió con delicada pluma. El miércoles 16 de abril de 2025 se realizó un homenaje a José “Juanito” Fadel en el marco de una conferencia geológica del suscripto que se llevó a cabo en el Salón Blanco del Centro Cultural América de la ciudad de Salta. Ello se desarrolló como parte de la 39 edición del curso de montañismo que organiza anualmente el Club Amigos de la Montaña de Salta.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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