Elección, una larga historia de abusos, vetos y fraudes

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Antiguamente, con las palabras del ritual “Orbitus Est Pater Sancus” –Ha muerto el Santo Padre- se anunciaba el fallecimiento de un Pontífice usando una bocina manual desde un balcón del Vaticano. En tanto, puertas adentro ocurrían ceremonias que con el tiempo fueron cambiando.

Antiguamente, con las palabras del ritual “Orbitus Est Pater Sancus” –Ha muerto el Santo Padre- se anunciaba el fallecimiento de un Pontífice usando una bocina manual desde un balcón del Vaticano. En tanto, puertas adentro ocurrían ceremonias que con el tiempo fueron cambiando.

Luego del fallecimiento de un Papa, dos guardias nobles de uniforme oscuro, tocados con sus cascos y con las puntas de sus sables hacia el suelo, montaban guardia junto al lecho, en torno del cual se encendían dos cirios, mientras los penitenciarios recitaban el oficio de los muertos. Cuando el cardenal gran penitenciario llegaba para comprobar el fallecimiento, una mortaja blanca cubría el rostro del difunto. El cardenal, vestido con los ornamentos de color violeta en señal de duelo y de pie ante el lecho, se inclinaba sobre el cuerpo yacente y declaraba en voz alta: “el Papa está realmente muerto”.

Hasta el fallecimiento de Pío IX, este rito era muy emotivo: el gran penitenciario golpeaba tres veces en la frente del difunto con un pequeño martillo de plata llamándole cada vez por su nombre de pila e inmediatamente después, anunciaba la muerte del Pontífice.

Luego de comprobada oficialmente la defunción, el cardenal recitaba el “De Profundis” y le suministraba la absolución. Seguidamente se retiraba de la mano derecha del difunto el anillo acuñado con las armas del Pontífice para entregárselo al cardenal gran penitenciario. El anillo sería roto durante la primera reunión plenaria que celebraría el Sacro Colegio.

A continuación se procedía a la lectura del acta de defunción, tras lo cual el gran penitenciario se retiraba. Luego, se procedía al aseo fúnebre del cuerpo del Pontífice, que era revestido sucesivamente con la sotana y el cinturón blanco con el giraldete de encaje y la muceta de terciopelo grana bordado de armiño. La cabeza era cubierta con el camauro, una especie de capuchón de terciopelo grana bordado de armiño que los Pontífices llevaban hasta el siglo XVI.

Antigua modalidad

Antaño, los cuerpos de los Pontífices eran embalsamados y sus vísceras se depositaban en las grutas vaticanas. En cuanto a los Papas que fallecieron en la residencia del Quirinal, sus vísceras fueron colocadas en urnas que aún se conservan en la pequeña Iglesia de los Santos Vicente y Anastasio, casi frente de la conocida “Fuente de Trevi”. Luego de reconstruido este templo por el cardenal Mazarino, fue la Iglesia Parroquial del Palacio del Quirinal que, tras la caída del poder temporal, en 1870, se convirtió en la residencia de los jefes del Estado italiano.

Hasta la muerte de Pío XI (1939), el cuerpo del Papa tocado con la tiara, era expuesto en la Capilla Sixtina para los visitantes ilustres, y luego transportado a San Pedro, para los solemnes funerales denominados “Noven Diales” (nueve días).

En el caso de Pío XII, tras su defunción (1958) ocurrida en Castel Gandolfo, su cuerpo en muy mal estado, fue trasladado directamente a San Pedro, Roma, e instalado sobre un catafalco levantado en el Altar de la Confesión. Anteriormente los cuerpos de los Papas se exponían en la Capilla del Santo Sacramento, en la nave derecha. Se instalaban dejando que los pies rebasasen la reja de la capilla para que los visitantes admitidos, al pasar ante el difunto, pudiesen posar sus labios en sus escarpines.

“Noven Diales” y el Elogio

Conocidos también como los “Novendiales”, son los oficios fúnebres que se celebran durante nueve días en San Pedro por el difunto Pontífice. Estas ceremonias constan diariamente de una solemne misa celebrada por los obispos de la Basílica Vaticana, salvo los tres últimos días que son con misas cantadas por los cardenales. En estos, el más eminente miembro del Sacro Colegio Cardenalicio pronuncia el Elogio fúnebre que consiste en mencionar los mayores logros del difunto.

Un dato curioso, en 1939, en el “Novendiales” de Pío XI, el “Elogio” de este Pontífice estuvo a cargo del cardenal camarlengo Eugenio Pacelli, quien días después fue consagrado Papa, adoptando el nombre de Pío XII.

La celebración de los “Novendiales” está relacionada a una antigua costumbre de la época romana y que los cristianos adoptaron paulatinamente. Para los pontífices romanos esa costumbre se estableció por bula de Gregorio X, quien hasta finales del siglo XIII, dictó las reglas de los cónclaves. Hasta entonces los funerales de los Papas duraban solo tres días, costumbre que había sido aceptada por Bonifacio III, en el siglo VII, quien además, prohibió que se eligiera el nuevo Papa antes de los tres días de sepultar el antecesor. Por mucho tiempo estos oficios también se practicaron para obispos y cardenales.

En los inicios del siglo XVII, Gregorio XV reglamentó esta materia y, deseando hacer economía, prohibió que se gastare más de 10 mil ducados en las “Novendiales”. Tiempo después, Alejandro VIII, en 1690, fijó los gastos en 10 mil escudos.

Elecciones

El cónclave que elegirá al sucesor de Francisco, será el octogésimo sexto después del famoso Cónclave de Gregorio X que, elegido en Viterbo en 1271, promulgó años después una constitución que en el siglo XXI aun en parte es la base de la elección de los Papas.

En la antigüedad en la elección de los Pontífices intervenían el clero y el pueblo romano y, de idéntica forma, se elegían los obispos. El 18 de abril de 1050, Nicolás II, por la constitución “In Nómine Domini”, estableció que los cardenales eran los únicos capacitados para elegir al Papa. Pero como estas elecciones fueron fuentes de conflictos, la autoridad imperial decidió intervenir para validar al elegido. El emperador Honorio (384-423) fue el primero que participó de esta decisión a pedido de San Bonifacio I y, años después, el emperador Justiniano (482-565) estableció el principio de “confirmación imperial”. Esto trajo como consecuencia abusos ya que varios emperadores se apropiaron del derecho de elegir un Papa o de despojarlo del Papado. Y así fue que Oton III impuso a su primo Gregorio V (972-999) y Enrique III al Papa León IX, pariente suyo en 1048.

También los señores romanos intervinieron en las elecciones como ocurrió con los condes de Tusculum que en el transcurso de un siglo impusieron seis papas.

En 1050, Nicolás II promulgó una constitución con el objeto de abolir toda ingerencia extraña, pero sin lograr poner fin a los abusos y conflictos. Y así fue que en 1159, en la elección de Alejandro III, se produjo un cisma cuyas consecuencias fueron la elección de varios Papas y antipapas.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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