La historia detrás de la foto de Bergoglio en la Línea A del subte: “Entró y se sentó como un pasajero más”

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Mayo de 2008. Jorge Bergoglio sentado en uno de los asientos de los viejos coches belgas de la Línea A (Foto/AP/Pablo Leguizamón)

Pablo Leguizamón saltó el molinete con la cámara colgada del hombro. Se golpeó el cuerpo, la mochila se le trabó, pero no frenó la corrida. Jorge Mario Bergoglio, todavía arzobispo de Buenos Aires, se había reunido con familiares de víctimas de Cromañón en Plaza Once y se dirigía rumbo a la Catedral Metropolitana para celebrar la ceremonia del Corpus Christi. Para trasladarse de un lugar a otro, el religioso tomó el subte. Era mayo de 2008. Leguizamón, entonces un joven fotoperiodista de 29 años, lo persiguió con el instinto del oficio. Varios reporteros lo hicieron; pero solo él capturó la imagen que, cinco años después, se volvió postal viral cuando el hombre llegó a ser nombrado Papa.

El lunes 21 de abril de 2025 la foto circuló otra vez con fuerza en redes sociales, luego de que el Vaticano confirmara la muerte del Sumo Pontífice. En ella se ve a Bergoglio vestido con su sotana bajo un abrigo negro y sentado en uno de los asientos de los viejos coches belgas de la Línea A. Leguizamón estaba a un metro y medio de distancia, con un equipo viejo y un lente corto. Disparó en silencio varias veces. En una de las tomas, el arzobispo aparece con la mano en el pecho, la mirada en alto y una expresión serena. Hay gente alrededor, un hombre con anteojos y bigote a su lado, y su vocero, Federico Wals, de costado en el asiento de atrás. Con el tiempo, el ángulo y el contexto transformaron esa escena cotidiana en una imagen de enorme peso histórico.

“Recuerdo que él entró y se sentó como un pasajero más”, cuenta Leguizamón a Infobae. “La foto tiene un poquito de ‘ruido’. Ahora la veo y no me molesta tanto como en su momento. En aquel entonces yo todavía era un estudiante y no tenía tanto conocimiento técnico. Además, había poca luz y el subte se movía para todos lados. Hice una secuencia, pero esta fue la que trascendió”, cuenta desde Viedma, provincia de Río Negro, donde vive desde hace más de una década.

Pablo Leguizamón tiene 46 años y es fotoperiodista de ARGRA, la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (Foto/Gentileza del entrevistado)

Durante cinco años, la foto que Pablo Leguizamón le tomó a Bergoglio viajando en la Línea A quedó guardada en un cajón. No hubo medios interesados en adquirirla ni redes sociales con capacidad de viralizarla, como sucede en estos tiempos. Leguizamón, que en ese momento trabajaba como freelance, la conservó junto a otras que tampoco habían encontrado su lugar. No lo sabía entonces, pero esa imagen tenía reservado su propio destino.

En marzo de 2013, cuando el arzobispo fue elegido Papa, recibió un llamado de un colega. “¿Te acordás de la foto que le sacaste en el subte? ¿Por qué no te fijás?”, le dijo. Pablo ni lo había pensado. “Estaba súper desmotivado con la profesión, pero como andaba mal económicamente, busqué toda la secuencia y empecé a ofrecerla”, recuerda.

Al final, logró vendérsela a un medio importante y la imagen comenzó a circular por el mundo. No por azar, sino por lo que mostraba: al flamante Papa viajando en un medio de transporte público, como cualquier ciudadano de a pie.

“No fue una foto que saqué porque sí: tenía una búsqueda periodística. Mostraba algo que no era lo esperable. Cualquiera en el lugar de Bergoglio se hubiera subido a un auto. Me parecía importante que se conociera esa faceta de tipo ‘accesible’ que tenía”, dice. Y agrega: “Después me interesé un poco más en su carrera y supe que venía de la orden religiosa de los Jesuitas y llevaba una forma de vida austera, muy cercana a lo social y a lo humano”.

Antes de ser el Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio caminaba por los pasillos de la Línea A (Foto/Pablo Leguizamón)

Para entonces, Leguizamón vivía en el barrio porteño de Villa del Parque y estaba medio contrariado con la profesión. “Cuando la foto empezó a aparecer por todos lados, yo estaba pensando cómo pagar el alquiler. Fue un momento raro: todos me felicitaban, pero yo estaba arruinado económicamente y no sabía cómo iba a seguir. Lo viví como un llamado. Algo superior que me decía: ‘Seguí dedicándote a esto’. Fue una señal”, asegura hoy.

Meses después, la imagen fue exhibida durante la entrega de los premios Martín Fierro 2013, en un video homenaje al Papa Francisco. “A veces hago bromas con eso, pero la realidad es que esta profesión tiene altibajos. En este caso, lo bueno fue que confié en mi instinto y no me falló. Hay fotos que siguen teniendo trascendencia, lo que pasa es que funcionan en el mediano y largo plazo”.

Leguizamón lo atribuye también a una forma de entender el oficio: “Como fotoperiodista, cuando uno va a una nota, tiene que ir con información. Si hay alguien relevante, haciendo algo que no es lo esperable, esa imagen gana peso. En ese momento, yo me manejé desde ese lugar. A las notas siempre hay que llegar antes e irse después. No podés ir a buscar lo que están buscando todos. Y si todos están buscando lo mismo, tenés que cambiar el ángulo”.

La foto del Bergoglio viajando en el subte, antes de ser Papa, se proyectó en la entrega de los Premios Martín Fierro 2013

—¿Qué más recordás del día en que le sacaste la foto?

—Yo tenía el dato de que Bergoglio quizás se tomaba el subte, así que cuando terminó la ceremonia lo corrí. Lo corrimos varios colegas. Para no perderlo, saltamos los molinetes. Fue toda una situación caótica, propia del fotoperiodismo de calle. Ya adentro del vagón se respiraba algo medio cinematográfico: los asientos de madera, los espejos biselados. Él se sentó como cualquier persona. La gente no le dio mucha bola. Hizo la suya y yo hice las fotos que pude.

—¿Lo llamaste por el nombre para que mire a cámara?

—No. Fue un segundo. La mayor parte del tiempo estaba mirando al hombre que estaba sentado al lado de él, con quien conversaba. Es más, recuerdo que no miraba para adelante. Miró unos segundos y ahí fue que le hice la imagen. Por el ángulo y la pose quedó medio épica. Algunos dicen: “Es un gesto napoleónico”. Otros: “A mí me parece que es un santo”.

—¿Sabés si alguna vez vio esta foto?

—En su momento hablé con gente que estaba cerca del círculo de él y me dijeron que estaba en conocimiento de esta imagen. Pero nunca busqué acercarme a él. Si vos mirás las imágenes mías, hay muchas que están relacionadas con la pandemia. Visualmente, estoy más cerca de del punk rock que de la Iglesia. Sin embargo, no soy un cerrado. Considero que lo que hizo el Papa fue importante. Es una persona que, dentro de una estructura conservadora como la de la Iglesia, representó un ala un poco más moderada y progresista. Su figura va a quedar en la historia como un representante de la argentinidad, equiparable a Maradona, Favaloro y Gardel.

—¿Qué te genera que esta imagen esté dando la vuelta al mundo por segunda vez?

—Me parece que es una linda manera de revalorizar la profesión: estamos hablando de una foto que surgió antes de la locura de Internet y que, realmente, tiene una historia de fondo. Yo sigo considerando que las imágenes son constructoras de memoria y de identidad y el fotoperiodismo va por ese lado.

Junto a su vocero, Federico Wals (a la izquierda, con saco y corbata) y el Obispo auxiliar de Buenos Aires y Monseñor, Eduardo García, saliendo del subte (Foto/Pablo Leguizamón)

Hace once años, Pablo Leguizamón dejó Buenos Aires y se instaló en Viedma, Río Negro, por una decisión de pareja. Llegó con la idea de trabajar “de lo que fuera”, pero terminó haciendo lo que ama: fotografía periodística. Hoy colabora con el diario de Río Negro y dirige Río Negro en fotos, un medio digital enfocado en el fotoperiodismo. También realiza tareas institucionales, aunque —dice— su norte sigue siendo el mismo: contar desde la imagen.

“Cuando pasan estas cosas, pienso: ‘Bueno, estuve bien en lo que hice’. El direccionamiento fue el correcto, aunque muchas veces haya más para perder que para ganar. Esto no funciona desde la razón, funciona desde lo que te atraviesa. Cuando hacés las cosas desde ese lugar, no te equivocás. A veces el resultado no aparece enseguida, aparece con el tiempo. Y esa corrida detrás de Bergoglio, con la mochila trabada en el molinete, valió la pena. Si no, esta charla no estaría sucediendo”.

—¿Y fuiste el único que logró sacarle esa foto?

—Entramos varios colegas al vagón, así que hay un par de imágenes más dando vueltas. A algunos autores los conozco, a otros no. Pero creo que la que trascendió fue la mía, por el gesto.

El interior de los subtes de madera de la Línea A

El broche de oro

Tras la viralización de la foto, Pablo Piserchia —empleado de Metrovías y miembro de la Asociación Amigos del Tranvía— emprendió una búsqueda personal para identificar el vagón exacto en el que viajó el entonces arzobispo Bergoglio. Según contó Clarín, el hombre recorrió los 99 coches retirados de servicio en 2013 y, tras una minuciosa comparación de detalles visibles en la imagen, determinó que se trataba del vagón número 33.

Entre los indicios que lo guiaron, Piserchia detectó molduras, golpes en el enlozado, espejos interiores y una rotura en la moldura bajo la ventanilla. Gracias a su hallazgo, el coche fue incorporado a la flota de vehículos históricos preservados por Subterráneos de Buenos Aires Sociedad de Estado (SBASE).

En 2014, Piserchia construyó una réplica artesanal del vagón y viajó con su esposa a Roma para entregársela personalmente al Papa. El encuentro tuvo lugar en la Plaza San Pedro. “Le di la caja con la maqueta y un folleto explicativo. Cuando se la mostré, le dije: ‘En este tren usted viajaba al centro’. Nos dimos la mano. Fue un momento inolvidable”, relató.

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

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