Litio y biocombustibles, recursos para la transición energética

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En medio de la carrera por la transición energética global, el litio se ha convertido en el nuevo “oro blanco”, aunque su precio actual baja mientras el oro sube.

En medio de la carrera por la transición energética global, el litio se ha convertido en el nuevo “oro blanco”, aunque su precio actual baja mientras el oro sube.

Su protagonismo en la fabricación de baterías para autos eléctricos lo posicionó como uno de los recursos más codiciados del planeta. América Latina —y especialmente el Triángulo del Litio conformado por Argentina, Chile y Bolivia— concentra más de la mitad de las reservas mundiales. El mensaje parece claro: el futuro será eléctrico, y el litio es la llave. Y Argentina en este caso es decir Salta, Jujuy y Catamarca.

Pero, en esa narrativa dominante, hay una alternativa que sigue estando fuera del radar: los biocombustibles. A pesar de su potencial para reducir emisiones, dinamizar economías regionales y adaptarse a infraestructuras ya existentes, su importancia aún no está debidamente ponderada. ¿Por qué seguimos ignorando una pieza clave del rompecabezas energético?. El etanol es el combustible renovable más ampliamente disponible en el mundo.

El litio no es inmune a los cuestionamientos. Enumero algunos: su extracción en salares demanda millones de litros de agua dulce en zonas áridas, altera ecosistemas frágiles (aún con DLE) y ha generado tensiones con comunidades originarias. A esto se suma un aspecto poco discutido: una matriz energética basada exclusivamente en baterías recargables no resuelve todos los problemas, especialmente en sectores como el transporte pesado, la aviación o la maquinaria agrícola, donde la electrificación es todavía impracticable.

Biocombustibles

Mientras tanto, los biocombustibles —como el bioetanol y el biodiésel— siguen relegados en el debate público. Producidos a partir de materias primas renovables como residuos agrícolas, caña de azúcar o aceites vegetales, estos combustibles ofrecen ventajas claras: reducen las emisiones netas de carbono, reutilizan desechos, generan empleo rural y pueden mezclarse con los combustibles fósiles actuales sin grandes modificaciones en motores o redes de distribución. Y sobre todo, no se agotan.

En países como Brasil, el bioetanol ya forma parte estructural del sistema energético. Argentina, por su parte, tiene una industria desarrollada, aunque su crecimiento ha estado sujeto a vaivenes regulatorios y falta de políticas sostenidas.

Los ingenios azucareros que tienen destilerías están en Tucumán (10 de los 14 ingenios), los 3 de Jujuy y los 2 de Salta. Y se paran 6 meses al año cuando también podrían ampliar sus instalaciones para utilizar maíz. Y la burlanda de residuo es un excelente alimento animal.

Potenciales complementarios

La clave está en no plantear esta discusión como un enfrentamiento, sino como una búsqueda de complementariedades. El litio es esencial para los autos eléctricos y el almacenamiento energético; los biocombustibles son una solución más eficiente para sectores donde la electrificación todavía no llega.

Además, diversificar la matriz energética es una cuestión estratégica: apostar todo al litio implica riesgos geopolíticos, dependencia tecnológica externa y concentración de impacto ambiental. China posee la mayoría de los proyectos en ejecución, Corea le sigue y lejos Estados Unidos.

Incluir a los biocombustibles como opción real fortalece la soberanía energética y ofrece una salida más equitativa y territorialmente inclusiva. el etanol se puede producir con maíz o con caña, y hasta con uvas.

El futuro sustentable

La transición energética es urgente, pero no debe hacerse a cualquier precio ni con una sola herramienta. Los biocombustibles – muchas veces descartados por prejuicios o desinformación – tienen un rol que puede y debe ser potenciado.

El verdadero futuro sustentable será aquel que combine innovación tecnológica con soluciones adaptadas a la realidad social, ambiental y económica de cada región.

En una próxima nota les cuento de los motores tipo Diesel que ya fabrica una empresa de camiones sueca, para transporte a larga distancia que consumen alcohol y contaminan un 90% menos de CO2 que con gasoil. Son 6 cilindros con 410 Hp encendido por compresión. Funcionan con ED 95, un tipo de etanol que incluye un 5% de mejorador de ignición y lubricante.

En otras palabras: el litio es parte de la solución. Pero no es toda la solución.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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