Francisco: el tiempo de oscuridad que preparó su misión

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El libro de Nello Scavo sobre el accionar de Bergoglio durante la dictadura

La muerte del Papa Francisco es vivida por muchos como un momento de profunda tristeza; muchos se sienten huérfanos, temen que su voz, la de los últimos, la de los descartados, ya no encuentre a quien supo ser la “voz de los sin voz”.

Una forma de afrontar esta prueba nos la sugiere precisamente la vida de Jorge Mario Bergoglio, que vivió momentos de frustración y los afrontó moldeando su carácter y su personalidad.

Los enemigos dentro de su propia Iglesia los conoció desde muy joven. Durante la dictadura y luego, cuando las cosas se calmaron, en el período del laborioso retorno a la democracia en Argentina. Pagó un alto precio. Marginado y aislado, el futuro Papa experimentó la injusticia de la ingratitud. Él, sin embargo, hablaba de ella en otros términos.

En la geografía del corazón del Papa Francisco hay un lugar que marcó profundamente su formación y su persona, en lo que él recordaba como “tiempo de oscuridad, de sombras”. Una ciudad en la que el futuro pontífice encontró “el camino de Dios” tras atravesar ese “tiempo”. Se trata de Córdoba. Bergoglio había vivido allí primero como novicio, entre 1958 y 1960, y luego regresó como sacerdote, en el período comprendido entre 1990 y 1992. En medio había estado la junta militar, la desorientación y la complicidad en parte de la jerarquía de la Iglesia, las crisis sociales y económicas, y sus seis años como provincial de los jesuitas, de 1973 a 1979. “El Señor -dijo en su primera entrevista como pontífice, concedida al padre Antonio Spadaro, director de la revista jesuita ‘La Civiltà Cattolica’- permitió esta pedagogía de gobierno incluso a través de mis faltas y pecados”.

Tras mencionar esto en la amplia entrevista con el director de La Civiltà Cattolica, el Papa Francisco volvió una vez en su mente a aquellos años, hablando de ello a dos periodistas cordobeses, Javier Cámara y Sebastián Pfaffen. Querían entender a fondo qué conexión tenía el Papa con su ciudad. Una especie de estudio en profundidad de la historia local. Mientras tanto, querían entender a qué se refería Bergoglio cuando dijo a Spadaro que había “vivido un momento de gran crisis interior cuando estuve en Córdoba”, y le explicó: “Bueno, no, ciertamente no fui como la beata Imelda, pero nunca fui de derechas. Era mi modo autoritario de tomar decisiones lo que creaba problemas”. A los dos reporteros cordobeses, el Papa Francisco les aclaró que no le gustaba que se hablara de “escarmiento”, y menos aún de “exilio” de Buenos Aires por orden de los superiores de la Compañía, con los que había habido malentendidos. Tenía ya 54 años, llevaba veinte de sacerdote y, desde luego, no necesitaba ser “reeducado”.

Jorge Mario Bergoglio

El Papa Francisco experimentó lo que el padre Ángel Rossi, hijo espiritual de Bergoglio, llama el “desierto del exilio”. El Papa ofrece una lectura íntima de aquel tiempo. Ninguna reivindicación, más bien la conciencia de que aquel “tiempo de oscuridad” fue preparatorio para la misión que le sería confiada. “Un religioso -dice- nunca debe decir ‘he sufrido una injusticia’, porque siempre debe encontrar dentro de sí, en cada caso y en cada circunstancia, el camino de Dios, el camino hacia una purificación interior. Por tanto, no puedo decir que he sufrido una injusticia, aunque otros lo crean así”. En palabras del jesuita Rossi, “los literatos hablan de un segundo viaje; pero los místicos lo llaman una segunda conversión”.

En aquella época, al futuro Papa no se le asignaban tareas precisas. “No me fijaron una hora fija para la celebración de la Misa, pero tenía un calendario para las confesiones”. Debido a la ubicación de la iglesia de los jesuitas en Córdoba, junto a una carretera que comunicaba distintos puntos de la ciudad, al futuro Papa acudían personas de todos los ámbitos culturales, sociales y económicos: profesores universitarios, estudiantes, abogados y sus criados. Allí se dio cuenta de que, entre los fieles, algunos hacían una “buena confesión”. Intrigado, descubrió que se trataba de los más desfavorecidos, todos ellos procedentes de Traslasierra, la comarca donde el padre José Gabriel del Rosario Brochero había desarrollado su misión pastoral cien años antes. El inolvidable “cura Brochero”, casi un Cura de Ars latinoamericano. Una prueba, para Bergoglio, de que la evangelización del cura gaucho “después de casi un siglo, seguía siendo eficaz”.

El Papa habla entonces del tiempo que pasó estudiando, con dedicación y esfuerzo. Y nunca pudo imaginar hasta qué punto esa aplicación a los tomos podría llegar a serle útil no sólo a él, sino a toda la Iglesia. Leyó y releyó al teólogo Romano Guardini, figura que resultaría decisiva, entre otras cosas, “para la redacción de la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, ya que gran parte de los criterios sociales utilizados están tomados de las tesis de Guardini”. Y también recuerda haber leído, por “orden” de uno de sus superiores, varios volúmenes sobre la historia de los papas. Fue un reto y no siempre apasionante. Y, sin embargo, “profético”, dado lo que ocurrió más tarde. Recorriendo el carrusel de vicisitudes, miserias y profecías, “me impresionó la figura de la Iglesia Madre, la fidelidad del Señor al pecador”; sin embargo, “la Iglesia infiel, pero también con muchos santos”. “La figura de la Iglesia Madre que ha vencido de modo impresionante. Esos libros me ayudaron a amar a la Iglesia”. Reflexiones que tenían lugar en una rutina diaria marcada por servicios humildes, realizados con devoción, tanto en la cocina como en la sacristía. La rutina diaria de un ‘tiempo de oscuridad’, que muchos testigos presenciales han descrito como ‘la rutina de un santo’.

Pero para entender a Bergoglio, los detalles son importantes. Y son los detalles más pasados por alto los que aún nos depararán muchas sorpresas del pontificado de Francisco. Como el misterio de la biblioteca marxista de Esther Balestrino de Careaga, que duró cuatro décadas. Y que casi por casualidad se resolvió durante la visita del Papa Francisco a Paraguay en 2015. La triste y heroica historia de Esther se ha contado muchas veces. La amistad entre el futuro Papa y la doctora que hablaba de Marx estalló por casualidad. Corrían los años cincuenta. Jorge Mario Bergoglio conoció a Esther Ballestrino nada más graduarse. El prometedor hijo de inmigrantes italianos ensayaba el camino que podría conducirle a una carrera universitaria. Esther era bioquímica farmacéutica. En el Paraguay de los años 40 había sido militante marxista, fundadora del movimiento de defensa de los derechos de las mujeres y los trabajadores del campo. Se había atraído la enemistad de las autoridades y de los terratenientes, que entonces eran la misma cosa. Así que se vio obligada a exiliarse en Argentina, donde se casó y tuvo tres hijas. Instalada en Buenos Aires, continuó su profesión de bioquímica, participando en importantes investigaciones y publicaciones científicas.

Jorge Bergoglio presidiendo una misa

Un detalle que llevaba mucho tiempo investigando sin encontrar la pieza que faltaba. Varios jesuitas del Colegio de San Miguel, mientras investigaba para mis libros (entre ellos «La Lista de Bergoglio», publicado en Argentina por Editorial Claretiana; y más tarde «I salvati e i sommersi di Bergoglio», publicado en Italia y otros países), me habían dicho que en la biblioteca del colegio se habían escondido «libros comunistas». Que se tratara de los volúmenes confiados por Esther al padre Jorge era sólo una hipótesis. En cambio, durante su visita a Paraguay, el Papa Francisco había conocido a las hijas de Esther. Un abrazo afectuoso después de tantos años. Pero resumiendo el contenido de la conversación con Lucia Capuzzi, mi colega de ‘Avvenire’, las hijas de Esther revelaron: “No lo veíamos desde que nos había devuelto los libros de mamá”.

Durante años, el jesuita había custodiado el legado de Esther. Se aseguró de que no se perdiera ni una página. Eran libros que Esther había leído, hojeado, subrayado. Eran el sello de una mujer excepcional. Una mártir de los derechos humanos. Por eso también recordaremos a Francisco como el Papa de los derechos humanos.

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales

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