El pasado 15 de abril se cumplió el 207° aniversario de la última batalla que libró el Ejército del Norte en el Alto Perú. Su comandante era el General Manuel Belgrano pero el ejecutor de esa operación fue el coronel Gregorio Aráoz de La Madrid.
El enfrentamiento se dió en el Campo de La Tablada, cerca de la ciudad de Tarija, por entonces parte de la Intendencia de Salta gobernada por Martín Miguel de Güemes. La batalla comenzó el 14 de abril de 1817 por la tarde y concluyó al día siguiente, 15 de abril a la mañana cuando se rindieron los realistas.
Para cumplir con la misión encomendada por el General Belgrano, Aráoz de La Madrid salió de la ciudad de Tucumán el 3 de marzo de 1817 al frente de 400 soldados y dos piezas de artillería. Según las instrucciones recibidas, La Madrid debía ingresar al Alto Perú por el despoblado de Atacama y ocupar los puestos que los realistas iban abandonando en su marcha hacia Jujuy y Salta, entre Oruro y Potosí. El plan era generar una serie de ataques con la intención de crear incertidumbre en las tropas realistas al verse atacadas desde la retaguardia. Además, La Madrid debía cortar las comunicaciones entre las fuerzas realistas con sus proveedores de víveres de Tupiza, Cinti (Camargo) y de todos los lugares donde aún conservaban posiciones y fuerzas.
Cambio de rumbo
Pese a la orden de Belgrano, La Madrid resolvió en el camino cambiar de dirección. La explicación que al respecto dio el jefe tucumano, fue que al no poder recibir las mulas y caballos que necesitaba para avanzar por el despoblado de Atacama, dispuso ir a la villa de Tarija a buscar en los primeros días de abril, esas cabalgaduras que tanto necesitaba.Y así fue que al acercarse a aquella villa, la división de La Madrid pasó sin ser percibida por un costado de un escuadrón de infantes al mando del entonces jefe realista Andrés de Santa Cruz, en el valle de Concepción. Cuando el comandante y gobernador realista de Tarija observó en la tarde del 14 de abril el avance de aquellas tropas, creyó que eran las fuerzas gauchas del teniente coronel Francisco Pérez de Uriondo, que iban de San Ramón de la Nueva Orán hacia el norte. Convencido de ello, ordenó que los granaderos del Cuzco las atacaran expresando: “Vamos a desparpajar (dispersar) a esos gauchos”. Pero al cruzar los realistas el río Guadalquivir observaron el despliegue patriota y de inmediato cayeron en cuenta que no eran fuerzas gauchas irregulares. Ante ello y al escuchar los primeros disparos salieron huyendo hasta lograr guardarse en la villa (Tarija) que estaba protegida por trincheras recién construidas por José de la Serna. Ante ello, La Madrid ocupó el cercano morro de San Juan, donde luego de emplazar sus cañones, intimó rendición a Ramírez, propuesta que este rechazó de plano.
Por su parte los gauchos de Pérez de Uriondo, junto a otros grupos, entre los que estaban los gauchos de Eustaquio Méndez y José María Avilés, reunieron unos mil hombres que por orden de La Madrid se sumaron al sitio de Tarija. El objetivo era impedir y capturar a todos los mensajeros que los realistas intentaran enviar con la misión de pedir auxilio a las divisiones ubicadas en el valle de Concepción y en Cinti (Camargo). De todos modos, cuando estas fuerzas realistas (unos 130 hombres) escucharon a lo lejos los primeros cañonazos, marcharon hacia Tarija para intentar ingresar por el campo de la Tablada en las primeras horas del 15 de abril, al mando del oficial Malacabeza. En tanto, La Madrid que había salido temprano a reconocer el campo con 32 húsares, el excapitán Lorenzo Lugones (en la expedición iba como aventurero) y los ayudantes Manuel Cainzo y el teniente Victorio Llorente, de improviso se toparon con las fuerzas de Malacabeza. Ante ello Llorente salió en busca de la compañía de húsares mientras La Madrid, sable en mano, cargó sobre el enemigo obteniendo la victoria donde murieron 65 realistas, 2 oficiales y se tomaron 40 prisioneros. Por su parte, las fuerzas patriotas solo tuvieron un muerto, tres solados heridos y un portaestandarte.
Luego de la victoria, La Madrid retornó de inmediato a Tarija para volver a intimar rendición al sitiado Mateo Ramírez, quien luego de rechazarla, finalmente aceptó después de recibir dos amenazas: ser todos pasados a degüello y sufrir un desordenado ataque de más de mil gauchos. Ante ello, y a pesar de contar con fuerzas superiores, Ramírez salió a parlamentar con La Madrid para pedir que no le saquearan sus pertenencias y que se le concediesen los honores de la guerra. Y así fue.
Significado
La rendición de los realistas en Tarija le significó al Ejército del Norte la captura de 20 oficiales (incluyendo a Ramírez, Santa Cruz y otro teniente coronel) y 274 soldados, habiéndose tomado 400 fusiles, 10 pares de pistolas, 20 sables, 47 lanzas, 5 cajas de guerra, abundantes municiones, útiles de maestranza, víveres, e incorporándose además, muchos hombres altoperuanos al Ejército del Norte. Posteriormente fueron encontrados 50 fusiles más.
El costo total del ataque a Tarija fue de 2 muertos y entre 5 y 7 heridos. Luego, La Madrid envió un mensaje al General Manuel Belgrano comunicándole la victoria y avisándole que enviaría los prisioneros por la ruta del Chaco Salteño, escoltados por una compañía de 50 milicianos de Tucumán al mando del capitán Carrasco, lo que ocurrió dos días después.
Importancia de la batalla
Según Mariano Torrente (1792-1856), que escribió la historia oficial de la revolución en América por encargo del Rey de España, sobre la batalla de La Tablada dice: “El Coronel La Madrid, de gran nombradía en los anales revolucionarios, fue encargado de encender de nuevo la tea de la discordia. Con una respetable columna de 600 facciosos i a cañones se presentó al frente de la Villa de Tarija, guarnecida a aquella sazón por 350 realistas a las órdenes del Teniente Coronel D. Mateo Ramírez; i aunque esa fuerza parecía suficiente para hacer una brillante resistencia, fue sin embargo hecha prisionera por capitulación. No es fácil explicar las causas que mediaron para tomar este inesperado partido; pero seguramente presidió a los consejos de aquel jefe, bien acreditado por su bizarría i decisión, antes y después de aquella desgracia, una inexplicable fatalidad poco favor a la opinión de las tropas que mandaba”.
Para Jesús Miguel Molina Gareca, “La acción de La Tablada no fue un hecho mínimo o una acción de poco valor. Debe recordarse que entre 1815 y 1816 la gran mayoría de líderes guerrilleros del Alto Perú fueron muertos o fueron presos por las tropas del rey: Vicente Camargo, 3 de abril de 1816, muerto; Ramón Rojas, 5 de abril de 1816, muerto; Manuel A. Padilla, 14 septiembre 1816, muerto; Juan José Fernández Campero, Marqués de Tojo, 15 de noviembre de 1816, preso; Ignacio Warnes, 21 de noviembre de 1816, muerto. Es una lista de horror compuesta o integrada por los más conspicuos guerrilleros de las republiquetas en el Alto Perú.
De ahí que la incursión de Araoz de La Madrid y su acción junto a los guerrilleros Ruíz, Garay y Guerrero en la batalla de La Tablada, fue un hecho que difícilmente podían esperar las tropas del rey.
Esas mismas tropas realistas en una actitud autosuficiente, creían poder llegar incluso hasta Buenos Aires. Sin embargo luego de la toma de Tarija y otros contrastes sufridos en la zona de Humahuaca y luego en Salta, se dieron cuenta de la imposibilidad de ir más allá y decidieron retornar y establecer su cuartel general en Tupiza. Esa acción, la de abandonar su objetivo mediato que era Tucumán y luego avanzar más al sur, fue consecuencia de la acción valerosa en La Tablada que, sumadas a otras, obligaron a abandonar sus planes para protegerse a sí mismas, tan cierto es esto que luego de esta última invasión del ejército español a tierras hoy argentinas, luego sólo hicieron expediciones coyunturales, pues no se alejarían hasta el fin de la lucha emancipadora de su cuartel general ubicado en el Alto Perú”.