A solo 600 metros de la plaza principal de Cachi, rodeada de montañas y viñedos, se alza la Bodega Isasmendi, un emprendimiento familiar que expresa, en cada botella, el carácter único de los vinos de altura del Valle Calchaquí. “Yo compro la propiedad en 2005”, recuerda Ricardo Isasmendi, su fundador. “No pensábamos hacer vino, pero unos amigos mendocinos nos metieron en este mundo”. Así nació el proyecto, que comenzó como algo artesanal entre 2007 y 2009, y hoy elabora vinos Malbec, Syrah, Tannat y Torrontés.
Ricardo, que se dedicaba al comercio, se enamoró del proceso vitivinícola y logró contagiar su pasión a toda su familia. Uno de los pilares en los inicios fue Jean-Paul Bonnal, un francés con experiencia vitivinícola, padre de Sylvie Bonnal, esposa de Ricardo, que aportó conocimientos clave cuando comenzaron a hacer vino de manera muy artesanal. Hoy uno de sus hijos es enólogo, una hija se encarga del turismo y otra del marketing y ventas. Ubicada a más de 2.200 metros sobre el nivel del mar, la bodega aprovecha la amplitud térmica para lograr vinos de gran concentración y personalidad. “El clima de altura produce una cáscara más gruesa en la uva, y ahí están los colores, los polifenoles, los perfumes”, explica. Más allá de lo técnico, lo que distingue a Isasmendi es la experiencia personalizada. “La gente vive algo distinto. Los atendemos los propios dueños. Y además, el lugar es maravilloso”, afirma Ricardo.
La bodega propone un recorrido ideal al atardecer: “Desde las cinco de la tarde hasta las ocho o nueve, los turistas se quedan ahí, viendo cómo cae el sol entre los viñedos y la montaña. Todo acompañado por una copa de torrontés, malbec o algún assemblage de la casa”. También hay un fuerte orgullo por la historia vitivinícola local. “En esta zona nació el torrontés, nuestro vino blanco nacional. No es francés ni italiano. Es nuestro, nació acá, en el alto Valle Calchaquí”.
Bodega Isasmendi no es solo un lugar para degustar buenos vinos. Es una ventana al alma del Valle Calchaquí, un lugar donde cada sorbo cuenta una historia de familia, de tierra, de sol y de altura. Y como dice Ricardo, “el que viene, se lo lleva en el corazón”.