Aquellos días que precedieron a la fundación de la ciudad de Salta

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Con la llegada y el establecimiento de los europeos en territorio suramericano y a medida que fueron expandiendo su ocupación, los funcionarios reales estuvieron urgidos por la necesidad de “fundar ciudades hacia el sur” por diferentes motivos.

Con la llegada y el establecimiento de los europeos en territorio suramericano y a medida que fueron expandiendo su ocupación, los funcionarios reales estuvieron urgidos por la necesidad de “fundar ciudades hacia el sur” por diferentes motivos.

Luego de la toma del Reino del Perú, el dictado de nuevas leyes y otras disposiciones provocaron agitaciones políticas y conflictos armados por su control entre partidarios almagristas y pizarristas desde 1537 hasta 1541. Motivos que llevaron al licenciado Vaca de Castro a tomar drásticas decisiones y medidas, buscando “(…) alejar a la gente de guerra que quedaba sin empleo en el antiguo imperio de los Incas, gente inquieta y peligrosa, aventureros de tan áspero gobierno en las ciudades como de fácil impulso para las expediciones más arduas y más fantásticas (…)”. De esa manera descomprimía la situación y a la par, extenderían los límites del territorio conquistado hasta ese momento, evitando situaciones que “perturbaban el espacio y ayudarían a descargar la tierra”. Luego de la batalla de Chupas, Vaca de Castro logró restablecer una paz relativa, sabiendo que “(…) en un puñado de ciudades había concentrada a disgusto gente ambiciosa y a menudo díscola (…)”, haciéndose necesario para mantenerla, el alejamiento de esos pequeños grupos de hombres nómades sin pueblo ni familia, acostumbrados a enfrentar peligros y sometidos a esfuerzos e inquietos por no haber sido aún “recompensados”, pero al formar parte de aquellas jornadas inciertas, iban con la promesa de obtener riqueza, ascenso social y hasta de participar en el gobierno con un cargo administrativo o eclesiástico. Podían encontrar la fortuna o la muerte.

Los primeros

Para avanzar hacia la frontera sur de Charcas a ocupar y tomar nuevas tierras y bienes, debían reunir lo necesario, hombres, cabalgaduras, gente de servicio, armas, equipo y alimentos, además del acuerdo real; una tarea nada fácil, pretendida de llevar adelante y ser cumplida solo por un grupo de elegidos. En un primer momento, desde mediados del siglo XVI con el otorgamiento de enormes extensiones territoriales a oficiales y soldados que cumplían servicios para la corona por su participación en aquellas jornadas o campañas exploratorias que eran retribuidas con “mercedes de tierras y encomiendas”. Casi todas las corrientes de exploración e invasión contaron con la guía y acompañamiento de yanaconas y lenguaraces. A partir del año 1535 varias de aquellas remotas entradas que ingresaron por la cabecera del valle Calchaqui y bordearon el río para llegar a Chicoana, se hicieron siguiendo el trazado de la excelente red caminera imperial. Antigua población en la que pararon a descansar y aprovisionarse. Todas permanecieron por espacio de varios días y aprovecharon para recabar información y definir el rumbo.

La primera de las columnas vino al mando de Diego de Almagro y continuó descendiendo hasta la ciudad de El Shincal, después entraron por un paso natural al que llamaron San Francisco y atravesaron la cordillera para culminar en Copiapó, Chile. La segunda fue ocho años más tarde y en principio, estuvo capitaneada por Diego de Rojas, quién entonces, decidió tomar la dirección contraria y descendió a los llanos del Soconcho, buscando al Río de La Plata. Posteriormente hubo otras como las de Núñez de Prado y Francisco de Villagrán.

El compromiso de fundar una ciudad

Cuando el virrey Toledo en septiembre de 1571 nombró a Jerónimo Luis de Cabrera gobernador del Tucumán, en primer lugar estipuló la obligación de poblar una ciudad en Salta y encomendar indios en la misma “(…) para que destos rreinos del pirú se pueda entrar a las dichas provincias sin el rriesgo y peligro que hasta aqui y de hasta salir a estos rreynos a contratar e mercadear conviene que se pueble un pueblo en el valle de Salta lo qual parese que hara bien el dicho don geronimo luis de cabrera de camino y como entrare en las dichas provincias de Tucumán (…), (…) en nombre de su magestad y por virtud de los poderes e comisiones rreales que para ello tengo que por su notoriedad no van aqui ynsertos doy poder comisión e facultad al dicho don geronimo luis de cabrera para que en el dicho valle de Salta en la parte y lugar que le pareciere que más conviene pueda poblar y fundar un pueblo de españoles dándole los términos y juridizión que le pareziere necesarios (…)”.

Aunque, por alguna razón particular, Cabrera desobedeció y marchó hacia el sur, donde se enfrentó con pueblos de las llanuras santiagueñas y en tierra de los Comechingones fundó la ciudad de Córdoba en julio de 1573. Ese mismo año, el virrey nombró a Gonzalo de Abreu en su reemplazo, reiterando la orden de fundar un pueblo en el valle de Salta y otro en Londres (Catamarca), y asegurando la obediencia estricta del mandato que le encomendaba, estableció en sus instrucciones: “(…) que no saldría de las dichas provinzias y juridizión de Tucumán Juríes e Diaguitas a ninguna entrada conquista ni población (…)”.

Es evidente que, por más que los funcionarios asentados en Lima eran informados con frecuencia mediante cartas y relaciones que describían estos territorios, no les permitían tener dimensión cierta de su extensión ni de las dificultades y vicisitudes que debían sortear a diario. Y por supuesto, tener en cuenta las ambiciones personales. Aquella exigencia de fundar un pueblo en Salta, era a su juicio un acto indispensable para reducir a los nativos de la comarca, hacer sentir la acción del gobierno, acercar la justicia y extender el comercio. Si bien los nativos del valle de Lerma no oponían resistencia, los pueblos de zonas cercanas eran indomables, lo que implicaba, además de un grave riesgo para las poblaciones vecinas, un impedimento o escollo para expediciones y caravanas de comerciantes que circulaban entre las nacientes ciudades.

Luego de deshacerse de su antecesor, Abreu intentó renovar la conquista de Calchaquí y tomo la decisión de fundar allí la ciudad requerida bajo el título de “San Clemente de la Nueva Sevilla”. Aunque, antes de mover las tropas marchó a reconocer el valle y estando en el real, los nativos los atacaron ferozmente y mataron a más de treinta de sus soldados. Emprendió veloz huida con los que quedaron.

Las antiguas cartas no son contundentes en la información, pero a poco de regresar al fuerte de San Bernardo en el valle de Salta, se dirigió a la desembocadura de la quebrada de Escoipe y en sus cercanías, estableció por segunda vez el asiento de la ciudad. La rústica construcción o Pucára de Abreu, como más tarde se conoció, fue arrasada por los bravos nativos al poco tiempo. Algunos meses pasaron hasta que decidió marchar por el rio de Cianca ocho leguas aguas abajo para proceder nuevamente a fundarla en el transcurso del año 1576 y al igual que en las anteriores, alcanzando a levantar algunos recintos y muros. Sin embargo, los escritos no hacen alusión al tiempo que permanecieron, aunque se sabe que tampoco alcanzaron a establecerla plenamente.

Los constantes y violentos ataques de las tribus chaquenses, provocaron su abandono; varios de los soldados desertaron y se dirigieron al Perú. Al respecto de este episodio fundacional, el Padre Jesuita Pedro Lozano, historiador y cronista, en el año 1733 recorriendo la zona escribió unos apuntes autógrafos, “Caminando desde el paraje donde primero estuvo el Fuerte del Pongo, se pasa el río Perico por unas cañadas limpias, que pasado se va al paraje que llaman Yaramé (hoy Yaquiasmé) de amenos prados y abundantes pastos. De aquí a 13 leguas hacia Salta se va a un río que se forma en unos manantiales y llaman los naturales en su lengua “estancia mayu” (el Mojotoro) muy abundante de pescado y de buenos pastos. De aquí a 5 o 6 leguas está Cobos, en cuyo camino hay muchos árboles de cebil y se encuentran las ruinas de “Salta la Vieja” que se mantienen aún en pie sin que las aguas ni el transcurso del tiempo las hayan consumido y solo se han criado algunos árboles y bosques dentro de ellas.

La fundación de Salta

Finalmente, el licenciado Hernando de Lerma fue nombrado en reemplazo de Abreu y al llegar al Tucumán, lo depuso y encarceló. En marzo de 1582, ante el escribano público de la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Esteco y con el recuento público de su tropa y equipo, escribió al virrey dando cuenta de su jornada y esperando en veinte días más, encontrarse en el valle de Salta y realizar la fundación que tanto esperaba. Ocho leguas al suroeste en el valle de Chicuana (actual población) y sobre el pequeño rio hoy llamado de Arias, bajo las leyes que tutelaban los actos fundacionales, el día 16 de abril de 1582 procedió a establecerla definitivamente, llamándola ciudad de Lerma en el valle de Salta. Permaneció algunos meses en el nuevo asiento dirigiendo la construcción de un fortín para dejar unos pocos soldados de custodia y emprendió el regreso a Santiago del Estero.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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