La tragedia de la Cuesta del Obispo

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Un día como hoy pero de hace exactamente cincuenta años, ocurrió una de las peores tragedias viales que se tenga memoria en nuestra provincia. Fue cuando cerca de las nueve de la noche del domingo 8 de septiembre de 1974, se desbarrancó un colectivo en la Cuesta del Obispo y fallecieron 31 de los 37 pasajeros que llevaba. Eran peregrinos de la Cofradía del Perpetuo Socorro de la parroquia San Alfonso de nuestra ciudad que habían participado en Seclantás de la fiesta patronal en honor a la Virgen del Perpetuo Socorro.

Un día como hoy pero de hace exactamente cincuenta años, ocurrió una de las peores tragedias viales que se tenga memoria en nuestra provincia. Fue cuando cerca de las nueve de la noche del domingo 8 de septiembre de 1974, se desbarrancó un colectivo en la Cuesta del Obispo y fallecieron 31 de los 37 pasajeros que llevaba. Eran peregrinos de la Cofradía del Perpetuo Socorro de la parroquia San Alfonso de nuestra ciudad que habían participado en Seclantás de la fiesta patronal en honor a la Virgen del Perpetuo Socorro.

Presidía la delegación don Pedro Ernesto Isola, a la sazón, director de la Biblioteca de la Legislatura. Lo acompañaban su esposa y el sacerdote redentorista R.P. Andrés Ibáñez, director del Instituto San Alfonso de la ciudad de Salta.

El viaje comenzó ese domingo a las seis de la mañana, en un colectivo contratado por los peregrinos en la empresa Marcos Rueda. Se trataba de una unidad nueva (1973), Mercedes Benz 1114, que habitualmente cubría el servicio Salta-Cachi-Molinos. Su conductor, era el joven Alfredo Acosta (27) que hacía siete años que trabajaba en la empresa y que además, conocía la ruta como la palma de su mano.

El regreso

Según se pudo reconstruir, el regreso de Seclantás a Salta fue alrededor de las 17. Casi una hora y media después, el colectivo llegó a Cachi donde luego de un descanso partió a las 19, -recién había oscurecido- rumbo a Salta pasando por Payogasta, recta de Tin Tin y Piedra del Molino donde comenzó a descender la Cuesta del Obispo.

Al parecer, cuando ocurrió la tragedia la mayoría de los peregrinos dormía. Es que venían de una larga y agotadora jornada que había comenzado a las 6 de la madrugada de ese domingo. Por la mañana habían hecho casi 150 kilómetros por un camino sinuoso, de ripio, que superaba los 3.000 metros de altura y además por la tarde habían participado de la procesión en Seclantás.

La tragedia

Superado el paso de Piedra del Molino (3.348 metros sobre el nivel del mar) el colectivo comenzó el descenso sin problemas hasta el paraje San Martín, a 48 kilómetros de El Carril.

En el hospital San Bernardo, Alfredo Acosta, chofer y sobreviviente, contó a El Tribuno: “Viajamos sin inconvenientes desde Seclantás y cuando llegamos al paraje San Martín (Garganta del Diablo o Cuesta del Clarón) di paso a una camioneta que venía en sentido contrario (subiendo) pero al frenar, reventaron las cubetas por lo que el vehículo comenzó a tomar velocidad. Al enfrentar una curva, maniobré intentando utilizar los cambios pero entonces sentí que las ruedas traseras (duales) de la derecha estaban en el vació”. A partir de allí, Acosta, que sufrió heridas en el cuero cabelludo, fractura de costilla y golpes múltiples, no recuerda más por haber perdido el conocimiento.

Sobre este trance, Pedro Isola cuenta días después a El Tribuno: “Sentí que el chofer bombeaba el pedal del freno y que estos no respondían y entonces atiné a gritarle: ¡¡contra el cerro, contra el cerro!! En tanto el padre Ibañez le decía: ¡A la peña!”. Fueron sus últimas palabras.

Luego de aquella peligrosa curva casi de 90 grados, el colectivo cayó al vacío, dando tumbos contra las peñas hasta quedar en el lecho del río, destrozado. Al fondo del barranco y entre hierros retorcidos quedaron varios cuerpos esparcidos, algunos ya sin vida y otros agonizantes o desmayados.

Uno de los sobrevivientes de esta tragedia, Pedro Isola, a pesar de haber perdido a su esposa y sufrido duros golpes durante la caída del colectivo al precipicio, reaccionó en medio de la oscuridad y atinó a trepar a cuatro pies el barranco entre piedras y lajas. Así, hasta lograr con mucho esfuerzo, llegar hasta la ruta y encender una fogata pues la temperatura era casi bajo cero. Allí estuvo varias horas intentando hasta de rodillas, que alguien de los que pasaban lo auxiliara, pero nadie paró. Es que eran tiempos difíciles y por el clima de violencia que vivía el país, nadie quería prestar ayuda a desconocidos en el camino.

Pero recién a medio mañana y por casualidad alguien se percató del desastre. Como en una finca cercana se había cortado el agua, uno de los dueños de apellido Sánchez, salió a revisar la acequia para detectar el corte. Fue en esa circunstancia que a la distancia vio el colectivo destrozado en el río.

Cuando llegó al lugar vio que sobre la ruta estaba un hombre desmayado, justo cuando por el camino bajaba el camión de un lugareño que conocía: Humberto Humacata. Fue este señor quien llevó la mala nueva hasta Chicoana, anoticiando de la desgracia al intendente Ramón Vargas, quien de inmediato dio aviso a la policía. Luego, con la enfermera de San Fernando de Escoipe, Margarita Lamberta y el chofer de la ambulancia Rodolfo Rajal, partieron hacia la Cuesta del Obispo a prestar ayuda.

Primeros auxilios

Cuando arribaron al lugar, ya cerca del mediodía, vieron que Isola aún permanecía sobre la ruta por lo que de inmediato le brindaron los primeros auxilios. Luego se dieron a la tarea de rescatar del precipicio a las personas que aún estaban con vida, en medio de un panorama desolador y doloroso por el número de víctimas fatales.

El primero que lograron atender fue Alfredo Acosta, el joven chofer, que estaba aprisionado entre los hierros. Luego de rescatado Acosta, se localizó con vida a la señora Aurelia de Martínez, quien también fue transportada hasta la ruta.

El rescate de sobrevivientes y las víctimas fatales

Recién a las dos de la tarde arribó el Cuerpo de Bomberos de Salta y casi juntos, los periodistas de El Tribuno, entre estos, Víctor Marcial Cabrera, cuyo padre estaba entre los peregrinos. Comenzó la penosa tarea de rescatar los cuerpos, pero hubo una sorpresa: dos mujeres estaban inconscientes. Las hermanas Alcira y Josefina Meriles estaban bien pero habían perdido a la madre. Y una triste noticia para nuestro excompañero Cabrera, su padre había fallecido.

En la noche del 9 de septiembre de 1974, la Policía dio la lista de los 31 fallecidos: Trinidad Contreras Vda. de Laime, Pacífico Mena, Eulalio Herrera, Colina López de Duran, Marcial Cabrera, Napoleón García y su hijo, Juana Casasola de Artaza, Néstor Vaudilio López, Rufina Alemán, Trinidad Carmen Laime, Albino Sosa, Rosario Francisca Martínez, Alcira Bustamante, Luis palacios, Emilio Luis Herrero, Wenceslao García, Angela de Biasutti, el R.P. Andrés Ibáñez, Amelia Bustamante de Herrera, Estanislada A. de Meriles, Andrés Reynoso, Gladys Herrera de Isola, Oscar Roberto Quispe, Elena Bustamante, Olga Cabrera de Castro, José Domingo Velázquez, Juana Moreno de Velázquez, Felipe Tinte, Juan Carlos Reynoso y Dolores Aguirre.

Un pesar profundo en el último adiós

El accidente de la Cuesta del Obispo sumió a los salteños en un duelo popular casi sin precedentes. Incluso hasta hoy es uno de los peores siniestros viales registrados en suelo salteño. Esto se puso en evidencia en cada uno de los actos que precedieron al sepelio de los restos de los 31 fallecidos, el 10 de septiembre, dos días después de la tragedia.

En la parroquia San Alfonso se instaló la capilla ardiente para todos los fallecidos pero allí solo se velaron al R.P. Andrés Ibañez, las señoritas Alcira y Elena Bustamante, la señora Amalia Bustamante de Herrera, el señor Luis Herrera y la señora Celina López de Durán.

En nuestra ciudad miles de personas acudieron a los cementerios de la Santa Cruz y San Antonio de Padua para despedir los restos de los peregrinos. Un último adiós que quedó en el sentimiento ciudadano durante largos años y en el recuerdo de quienes, por distintos motivos, participaron del velorio y luego de ese paso final. Lo mismo ocurrió en Campo Quijano donde se inhumaron los restos de la señora Juana Casasola de Artaza, y en Gral. Mosconi los del señor Felipe Tinte, respectivamente.

A la ceremonia del cementerio de la Santa Cruz, asistieron el vicegobernador de la provincia a cargo del Poder Ejecutivo, señor Olivio Ríos, el arzobispo de Salta monseñor Mariano Pérez, autoridades de la Legislatura, militares y miembros del clero.

Tiempo después, el 14 de diciembre de 2015, ocurrió una tragedia de similares características. Fue cuando en Balboa, departamento de Rosario de la Frontera (sobre la ruta nacional 4) se desbarrancó un colectivo y murieron 43 gendarmes que habían partido desde Santiago del Estero con destino a la ciudad de Jujuy.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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