¿Por qué Maduro podría irse así nomás?

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No hubo papel picado y bocinazos occidentales por Caracas y ahí nomás se activó la oportunidad para que la agenda regrese a los Juegos Olímpicos. “Dios se ha olvidado de los venezolanos”, me escribe una amiga desde Caracas, instantes después de ver y oir el robo a mano armada de 51,2% a 44,2%, la burlona clase gratis de dibujo y pintura a la vista de miles de millones.

No hubo papel picado y bocinazos occidentales por Caracas y ahí nomás se activó la oportunidad para que la agenda regrese a los Juegos Olímpicos. “Dios se ha olvidado de los venezolanos”, me escribe una amiga desde Caracas, instantes después de ver y oir el robo a mano armada de 51,2% a 44,2%, la burlona clase gratis de dibujo y pintura a la vista de miles de millones.

Solos en la madrugada han quedado la amplia oposición que confiaba en su mayoría y otra vez salió estafada, después de todos los vejámenes preelectorales. “Lo sabíamos – me dice otro contacto caraqueño – nadie organiza una elección en el cumple de Chávez para aceptar que perdió”.

Fe de erratas: No quedaron tan solos, porque esa noche misma han salido los matones de gorros rojos en sus motos de dos a matar y aterrorizar los barrios.

“Last dance” decía hace unos días la tapa de Time con la cara de Nicolás Maduro, aunque después de un cuarto de siglo de magia negra pocos se animan a vivar el fin de esta era.

Hay ríos de tinta, montañas. Este experimento, el más costoso del socialismo del siglo XXI en América Latina, no en una isla sino la plataforma sobre uno de los más grandes océanos de oil&gas del planeta.

Algo importante se ha roto desde el aparato digestivo de los ciudadanos. Un buen porcentaje de los que hoy rechazan las banderas rojas son hijos del chavismo y hay multitudes que no vieron su ascenso fulgurante ni el fracaso del putsch militar que lo volteó fugazmente en 2002.

Hace una década larga la premisa es sobrevivir en Caracas, Maracaibo, Zulia o donde sea. En 2017, cuando las brigadas y los paras fundieron las protestas a balazos, parecía el fin. Pero el régimen sobrevivió y se recompuso después de la pandemia, con el parate de la hiperinflación y el retorno de cosas esenciales en las góndolas.

¿Qué explicaría entonces este desinfle del poder y un eventual exilio dorado de la troika top bolivariana? Hay decenas de micro razones internas y externas, además de la ley física del estrés que conlleva resistir la presión de todo lo que no funciona. El último intento de destronar a Maduro, su socio Diosdado Cabello, la dura Delcy Rodríguez y el soporte clave de 2.000 generales (sic) de las fuerzas armada fue la rocambolesca presidencia alterna de Juan Guaidó y sus socios de ruta, Leopoldo López y otros.

La popular Corina Machado una vez más fue borrada, como muchos otros, de la oferta electoral. Pero aún sin ese carisma y en elecciones trampeadas, Edmundo González podía vencer. Y según las encuestas en boca de urnas, ganó.

Si aceptara la derrota, sería el enésimo ejemplo de la implosión de un modelo. Este caribeño devoró y purgó varias veces a sus delfines del poder y a las cuentas suculentas de PDVSA. Aunque la renta petrolera revivió y venció el cerco occidental del primer Donald Trump, a través de acuerdos y embarques con las grandes petroleras de Europa y Estados Unidos.

Pero hay otra cara de la crisis: Venezuela fue una líder de las “economías Western Union”, el inmenso negocio de remesar gentes para que éstas te remesen dólares. Por dos décadas largas floreció este balón de oxígeno, pero al igual que en otros países como Ecuador y Bolivia, se desinfló al compás de la pandemia que hizo crujir a los emigrados.

“¿Last dance?”. No se sabe. Algo ya no está: a pesar del partner Gustavo Petro en Colombia que oxigenó a Maduro, el Grupo de Puebla de la izquierda latinoamericana ya no aparece cerril sosteniendo la validez de una generación sacrificada en aras de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Sobre todo, después del presente griego del tsunami de exiliados, exhaustos ciudadanos en fuga, pero también de la delincuencia del Tren de Aragua (*).

Nada sorprende, Nicolás y Diosdado han ejecutado la partitura del bloque BRICS en los que se montan elecciones para seguir las dinastías. Claro que, como dijo alguna vez, hay autocracias eficientes y otras no. No es necesario explicar a esta altura en qué casillero y por culpa de quienes, está Venezuela.

El terror bolivariano, tan grave como el hambre y otras carencias, no es paisaje exclusivo. Daniel Ortega y Rosario Murillo desde la rebelión popular de 2018 apagaron las luces de Nicaragua con un método similar: Milicos, milicias, policías, paras y decenas de motoqueros asesinos que salen de cacería de día y de noche. Si no te gusta te callas o te vas y le mandas tus dólares a papá, mamá, novia y hermanitos. Como sugerían Videla, Pinochet, Stroessner y tantos próceres.

Siempre que hay perdedores hay ganadores. Como en la pirámide social, los segundos son menos y tienen más poder de fuego.

“And the winner is…”. El ganador es la nomenclatura chavista que como en sus aliados Corea del Norte, Irán, Rusia, Nicaragua y Cuba (la mejor exportadora de know how represor y manual de batalla cultural) jamás se irán. A la par, en el podio están los traders y brokers que fogonearon el afloje de las sanciones económicas de Joe Biden para hacer pingües negocios con el petróleo y el gas de Maracaibo, con rusos y chinos, o sin ellos, triangulando o vis a vis.

Y los banqueros y corsarios que trafican con el oro ecosucio y asesino de obreros y etnias en el Arco del Orinoco.

Decíamos ayer que Venezuela, si Maduro se aferraba, seguirá igual tras el delito calificado a la vista de todos. Aunque durante un tiempo la represión estará peor, porque el régimen saldrá a cazar a través de sus franquicias, uno por uno a los dieron la cara gritando Libertad.

La patria de Bolívar hace tiempo quedó a un lado del pincel de Tratado de Tordecillas 4.0 redactado con Inteligencia Artificial. “Tu dame crudo y gas y quédate con tu mierda peleona que ya sabes cómo cogerla”, es la transa presencial y virtual con los personeros de PDVSA y otros. Al fin y al cabo, más vale conocido que bueno por conocer. Maduro y sus atorrantes no pedirán fondos para reconstruir nada, nos sale más barato. Eso sí Delcy, por razones de imagen por ahí tenemos que decir algunas palabras de repudio, no te ofendas”.

En la otra punta del dial festeja la izquierda ingenua de Occidente porque se acaba de salvar a la revolución de los Trumps, Bolsonaros y Mileis que “detestan la democracia”. Los memes del lunes son inevitables; tik tok, amigo, el pueblo está contigo.

Son tiempos de tensiones y de augurios de concordancias y venganzas.

Si cayera este status quo, a Venezuela le quedaría mucho por andar. Simón Bolívar, ícono de la utopía que terminó con las componendas de Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, decía que “la libertad no sirve sino está completa sino tiene educación, justicia social y moral”. Con sus asignaturas de igualdad y felicidad pendientes, como Fidel y Ortega, este caballo cansado quiere seguir con el paraguas de los países BRICS, el oro repatriado en 2012 quién sabe dónde, pero también el fantasma de la implosión de una mayoría agotada de palabras y penurias.

(*) El llamado “Tren de Aragua” es una estructura delictiva nacida en 2014 en la cárcel de Tocorón, Venezuela, con una influencia y un poder regional que recuerda a las poderosas maras centroamericanas.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales