Está a cargo de un refugio de perros y cartonea para conseguir alimentos para los animales que cuida

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Raúl Yurquina (Instagram/refugio.lucero)

Quienes lo conocen, aseguran que de haber una escala de bondad, el orden sería: “bueno, muy bueno y Raúl”. Es que Raúl Yurquina es conocido en el mundo del proteccionismo de la Ciudad de Buenos Aires porque se las rebusca como puede para mantener a flote el Refugio Lucero, que fundó hace 25 años. Actualmente, allí viven 42 perros rescatados de las calles: entre ellos hay viejitos, paralíticos y con enfermedades.

El lugar es una vieja casona del barrio de Boedo, que no tiene conexión de gas. Por estos días y noches de frío extremo, se calefacciona con una salamandra de hierro fundido alimentada con leña de quebracho, cuyo costo supera los $ 30 mil, la bolsa de 10 kilos. Por eso, Raúl se anima a solicitar ayuda para comprarla y además pide: “Si alguien tiene abrigos para mis perritos y los puede donar, se los agradezco. Les hacen falta”.

El hombre de 47 años se quedó sin trabajo hace unos 10 años y vive del cartoneo. Pese a todo lo que falta en la casa (que comparte con sus animales) asegura sentirse rico y feliz. “No me compro ropa, no tengo muebles, y no me interesa tenerlos. Solo tengo trapos para los perros, no necesito nada. Así como estoy me siento bien y feliz. Tampoco tengo cosas tecnológicas, solo una tele vieja para que haga ruido”, describe lo que lo rodea.

Todas las noches, Raúl sale a buscar madera para que sus perros “puedan estar calentitos” (Instagram/refugio.lucero)

Para él, los momentos más felices son cuando se realizan campañas de castraciones. “Ese día ya amanezco feliz. Un animal castrado me da felicidad porque significa que habrá menos perros que nazcan en las calles, que vivan en las calles y que mueran en las calles”, asegura.

La historia

Raúl nació en 1977 en Humahuaca, Jujuy. En su juventud llegó a Buenos Aires con su familia. Cuenta que los perros siempre le gustaron aunque nunca pensó en terminar fundando un refugio y dedicarse a tiempo completo a ellos.

Hace 25 años, ese amor por los animales lo convirtió en Refugio Lucero de Raúl. Desde hace 15 que, literalmente, vive para sus perros. “Yo tenía un empleo con el que podía mantenerme, pero me dejaron sin trabajo”, lamenta. Eso sucedió luego de que sobreviviera a una tuberculosis.

Raúl Yurquina se dedica al cartoneo para juntar dinero y comprar lo necesario para sus perros (Instagram/refugio.lucero)

“Me dejé estar, es la verdad, y cuando me di cuenta ya me había afectado los intestinos y los pulmones. Estuve en tratamiento un año e internado casi cuatro meses. Estaba secándome completamente por dentro. No iba al médico y se fue complicando hasta quedar internado en grave estado. Pensé que en cualquier momento moría y me costó mucho recuperarme; quedé muy débil. Y en el trabajo no me esperaron”, recuerda. En ese tiempo de recuperación, perdió más de 20 kilos y todas sus fuerzas.

Angustiado por el recuerdo, dice: “Eran momentos dolorosos, pero lo único en lo que pensaba mientras estaba internado era en qué iba a pasar con mis perros si me moría… Quién los iba a cuidar, ¿los cuidarían?… Después de eso, por las secuelas en los pulmones que me quedaron, ya no me tomaron en ningún lugar. Lo intenté y fue muy triste no volver a tener un trabajo, pero siempre pensé en mis perros y por ellos saqué fuerzas de todos lados y sin vergüenza empecé en el cirujeo. Hubo un tiempo en que veía a mis excompañeros de trabajo, del rubro gastronómico, que estaban bien y yo levantando basura, pero tenía mi buena causa”, señala.

Pese a todo, valora la que considera una segunda oportunidad: “La pasé muy mal. Esa enfermedad fue muy dolorosa, pero gracias a Dios aprendí a valorar más la vida y comencé a creer que mi vida tenía un motivo, que no era simplemente vivir sino tener un motivo para vivir y para mí, es rescatar a los perros”, asevera.

Sobre su propia espalda. Raúl carga a uno de los perros que lleva a castrar (Instagram/refugio.lucero)

En sus inicios, Raúl trabajó con Carmen, una proteccionista que murió hace unos años y que estaba a cargo de un refugio. Él y la activista Majo Lanzos fueron los responsables de encontrar una familia a todos los perros que habían quedado a la deriva tras la muerte de la mujer. “Con Carmen, en el Refugio Dame la Patita, aprendí mucho sobre cómo llevar adelante un proyecto como ese, cómo pedir ayuda. Ella me enseñó cómo hacerlo”, reconoce.

Amor canino

Cada noche, Raúl sale por las calles de Boedo, y mucho más allá para buscar las maderas que le sean útiles para quemar en la salamandra. Cuando puede compra leña para calefaccionar la casa y la otra madera la quema para cocinar.

Minutos antes de responder al llamado de Infobae, Raúl estaba lavando los colchones de los perros. “Los perritos discapacitados que tengo y los viejitos se hacen pis encima y en los colchones, entonces hay que lavarlos bien. No me di cuenta y quedé todo mojado”, cuenta y recuerda que antes de la tuberculosis creyó tener neumonía.

“Cuando hacemos campañas de castraciones, me siento feliz. Un animal castrado es pura felicidad porque ello significa que habrá menos perros en las calles” (Instagram/refugio.lucero)

“En ese tiempo, corría tanto para trabajar que no sentía el frío. Y ahora a veces me pasa lo mismo: no siento el frío y entonces me enfermo. Recuerdo que pesaba 90 kilos y bajé a 70. Por suerte, cuando enfermé, tenía obra social, pero hoy no tengo nada”, admite.

Su presente es duro, pero, como siempre, él solo piensa en sus perros. “Cuesta juntar plata, pero cuando junto, compro para ellos. Cuando empecé en el cartoneo, me daba vergüenza, pero después dejó de interesarme lo que digan los demás porque todo lo hago por mis animales. Mientras tenga la plata para que ellos coman, estén calentitos y podamos hacer campañas de castraciones, con una cirujana, es suficiente”, asegura.

Su objetivo es castrar la mayor cantidad de perros y gatos que puedan, y darlos en adopción. “La gente tiene que entender que lo importante es castrar y adoptar. Castrar y no comprar perros a esos que los crían para lucrar porque una vida no se compra. Hay que darles una oportunidad a los que esperan una familia, una persona que los ame, no comprar… Las adopciones son una nueva oportunidad para ellos. Sabés, hay noches en las que me dejan perritos en la puerta. Me doy cuenta porque mis perros ladran… Y pienso: ‘¡Ya tiraron a otro!’… Abro la puerta y veo la cajita. Los cuido hasta darlos en adopción. Por suerte, en todos estos años logramos buenas adopciones. Tengo voluntarias que me ayudan, madrinas que colaboran con los gastos. Los remedios son muy caros y tengo perros oncológicos que necesitan mucha ayuda”, explica.

Raúl Yurquina y uno de sus perros (Instagram/refugio.lucero)

Raúl vive casi sin nada. Su casa no tiene muebles. Lo único que le interesa es sus perros consigan cama y abrigo.

“De verdad que no necesito nada. No me compro ropa, hace décadas. Lo poco que tengo me lo donaron, ¿para qué me voy a comprar si con lo tengo me alcanza? Repito: Dios me mandó buenas madrinas para los perros, que saben cómo vivo: no tengo gas, no tengo un baño digno, pero igual soy feliz. Yo me adapto, soy mis perros porque me adapto a todos los espacios. Si hay que dormir en el piso no tengo problema, cuando me baño caliento agua en una olla. El baño quedó por hacer, cuando pude compré todos los artefactos, pero hace falta plata para la instalación, pero eso es secundario”, cuenta.

En unas semanas, Raúl tendrá que hacerse un chequeo de su estado de salud. Teme estar enfermo aunque también admite tener fe en que no será nada grave. “Espero que no sea nada, mis perros me necesitan bien”, finaliza.

*Quienes puedan donar leña, alimentos, mantas y abrigos para los perros, pueden escribirle por mensaje a su cuenta de Instagram @refugio.lucero

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales