A 25 años de la muerte de John-John Kennedy: qué dice una nueva teoría sobre el choque de su avión

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John-John Kennedy murió en 1999

Poco después de las 9.30 de la noche nubosa del 16 de julio de 1999 el piloto y el copiloto del vuelo 1484 de American Airlines detectaron que un avión pequeño se dirigía directamente hacia ellos, el destino inevitable era un choque. Intentaron comunicarse con el avión sin resultado y el control de tierra les informó que tampoco podían contactarlo. Con una rápida maniobra cambiaron el rumbo del avión comercial y lograron esquivarlo.

Fueron los últimos en ver en el aire al Piper Saratoga piloteado por John Fitzgerald Kennedy Jr. antes de que, a las 9.41, se precipitara sobre el Océano Atlántico, a unos 12 kilómetros de su destino, la isla Martha’s Vineyard, Massachusetts, en el noroeste de los Estados Unidos. A bordo, con el hijo del ex presidente asesinado el 22 de noviembre de 1963, viajaban su esposa Carolyn Bessette y su cuñada, Lauren Bessette. Los restos del Piper fueron encontrados tres días más tarde en el fondo del mar, con los tres cadáveres en su interior.

La noticia de la muerte de John-John, como siempre lo llamaron, conmocionó a los Estados Unidos. A los 38 años era famoso por muchas más razones que la de ser el hijo del malogrado JFK: joven, inteligente y atractivo – al punto que la revista People lo había elegido años antes como “el hombre vivo más sexy” -, se lo conocía por su estilo descontracturado, su pasión por los deportes y sus amoríos con rutilantes estrellas de cine. Se le contabilizaban romances con Cindy Crawford, Christina Haag, Brooke Shields, Julie Barker y Sarah Jessica Parker, además de una relación de cinco años con Daryl Hannah, de quien se separó cuando conoció a la que fue su esposa, la publicista Carolyn Bessette.

En el funeral de John Fitzgerald Kennedy, asesinado mientras era presidente de los Estados Unidos, su hijo John-John, de tan solo tres años, hace la venia ante el cortejo fúnebre

Los paparazzi lo seguían a sol y a sombra para retratarlo mientras andaba en bicicleta por Manhattan, entraba a un restaurante o a las oficinas de George – la revista que había creado y dirigía -, corría sudoroso por un parque e, incluso, orinando sobre el agua desde un bote.

Ninguna de esas fotos, sin embargo, superó jamás a la que estaba guardada en la memoria colectiva de los estadounidenses: esa del 25 de noviembre de 1963 que lo mostraba a los 3 años, con pantalones cortos, medias claras y un abrigo celeste, haciendo la venía frente al coche fúnebre que llevaba los restos de su padre, el presidente asesinado. Lo acompañan su hermana Caroline, de 6 años, su madre Jacqueline Bouvier, sus tíos Edward y Robert y sus tías. El Clan Kennedy a pleno, esa familia que por entonces era la encarnación de una nueva generación política en los Estados Unidos.

Después de años de reticencia –sobre todo por una promesa hecha a su madre-, poco antes de abordar el Piper Saratoga que lo llevaría a la muerte, John-John Kennedy había decidido incursionar en la política a la manera de su familia, es decir apuntando al objetivo más alto: la presidencia de los Estados Unidos.

Estaba recién dando los primeros pasos cuando la caída de su avión le frenó para siempre esa carrera. En cambio, las circunstancias de su muerte lo pusieron en otro lugar: el de protagonista del capítulo más reciente de la saga trágica de su familia.

La maldición del clan Kennedy

Empresario exitoso, rico a más no poder y gran operador en el mundo de la política estadounidense, el abuelo de John-John, Joseph Kennedy Sr., acunó siempre el sueño de llevar a uno o más de sus hijos a la presidencia. Sus vástagos varones – Joseph Jr., John, Robert y Edward – crecieron marcados por ese mandato paterno. Solo uno lo lograría y ese logro le costaría la vida. A los otros, la muerte se los impidió.

La primera apuesta de Joseph fue su hijo mayor, Joe, que además de ser educado para ese objetivo debió formalizar un paso que por entonces era prácticamente indispensable para cualquiera que quisiera llegar a la presidencia estadounidense, cumplir con sus obligaciones militares. Era oficial de la Armada estadounidense, aviador naval y, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, realizó misiones de bombarderos en tierra. Murió al explotar los explosivos que llevaba en su avión el 12 de agosto de 1944, cuando volaba sobre Suffolk, Inglaterra. Su muerte truncó la carrera política que había iniciado en 1940 como delegado en la Convención Nacional Demócrata.

John- John Kennedy junto a su esposa Carolyn Bessette. Ambos murieron en el mismo accidente de aviación (Getty)

El segundo de los hijos de Joseph, John Fitzgerald, también combatió en la Segunda Guerra y estuvo a punto de morir en el Pacífico cuando un buque de guerra japonés embistió la lancha torpedera que comandaba. Aún herido, logró llevar la embarcación y a su tripulación hasta una isla para ser rescatados. Después de la guerra fue representante por Massachussets y luego senador. En 1960 derrotó al republicano Richard Nixon en las elecciones que lo consagraron como el 35° presidente de los Estados Unidos. Era un hombre récord: el primer presidente nacido en el Siglo XX y también el primer católico en llegar a la Casa Blanca. Su destino es conocido: fue asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963. Otra vez la muerte golpeaba a los Kennedy.

El tercero de esa generación Kennedy, Robert, era fiscal general de los Estados Unidos cuando su hermano John fue asesinado. Era el favorito en la carrera presidencial cuando cayó bajo las balas disparadas por por Sirhan Sirhan momentos después de realizar su discurso de victoria en las primarias del Partido Demócrata a la madrugada del 5 de junio de 1968.

Muertos sus tres hermanos mayores, el más joven de los hermanos Kennedy, Edward, era senador y también tenía la presidencia en la mira hasta que una muerte – en este caso no la propia – truncó sus aspiraciones. La noche del 18 de julio de 1969, salió de una fiesta en compañía de su secretaria, Mary Jo Kopechne, con quien mantenía una relación a pesar de estar casado. Los dos habían bebido y el auto que manejaba Edward cayó de un puente de madera y se sumergió en un lago en Chappaquiddick. El senador logró salir del vehículo y nadó para salvar su vida, pero la joven Mary Jo, de 26 años, quedó atrapada y se ahogó. El escándalo de esa muerte en extrañas circunstancias le costó la carrera presidencial al menor de los Kennedy.

John-John cargaba con todas esas muertes en su linaje cuando el 16 de julio de 1999 se puso frente a los comandos del avión Piper Saratoga con el que voló hacia su propia muerte, la de su esposa y la de su cuñada.

La versión oficial y las dudas

El informe final de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Los Estados Unidos (NTSB), publicado un año después de la caída del avión de John-John al mar, explica que el accidente ocurrió probablemente porque no pudo mantener el control del Piper mientras se precipitaba al agua en medio de la noche. Según los peritos, esa incapacidad de maniobrar “fue resultado de una desorientación espacial”.

La noche del 16 de julio de 1999 el cielo estaba poblado de nubes que dificultaban la visibilidad. La reconstrucción señalaba que luego de despegar del aeropuerto del condado de Essex, Nueva Jersey, a medida que John-John se alejaba de la costa y se sumergía en la noche oscura y con neblina, poco a poco fue perdiendo referencias visuales que le permitieran mantener la orientación. Así, el avión se adentró en una especie de agujero negro en el que no era posible identificar el horizonte y el piloto perdió el sentido de qué es arriba y qué es abajo.

En esas circunstancias, el oído interno, que regula el equilibrio, y el cerebro dejan de interpretar los movimientos correctamente y se produce la desorientación. “Si estás elevándote durante un período de tiempo extendido, tu oído interno puede sentir que el movimiento se está produciendo en sentido contrario y te podés sentir espacialmente desorientado muy fácil”, explicó Tim O’Neill, instructor de aviación de John-John en un documental del Instituto Smithsoniano sobre el accidente.

Más allá de las precisiones técnicas, una de las cuestiones en la que el informe puso la mira fue en el grado de capacitación que tenía John-John para pilotear el avión sin la presencia de un instructor. Según la NTSB, el día del accidente un instructor de vuelo se ofreció a volar con él, pero el hijo de JFK le dijo que no, “porque quería hacerlo solo”.

La NTSB también afirmó que John-John “tenía la habilidad de volar un avión sin un horizonte visible, pero podría tener dificultades realizando tareas adicionales bajo esas condiciones”. E incluye un juicio lapidario: “El piloto no estaba listo para una evaluación de instrumentos y necesitaba entrenamiento adicional” para volar solo.

John-John Kennedy juega en el Salón Oval de la Casa Blanca en octubre de 1963. Su padre John Fitzgerald Kennedy era el presidente de Estados Unidos (Photo by Liaison Agency)

La conclusión de ese momento daba a entender que John-John había cometido una imprudencia al volar sin la ayuda de un instructor esa noche, porque no tenía la suficiente capacidad para hacerlo, y que eso le había costado la vida y la de dos personas más.

Sin embargo, 25 años después, una investigación de la periodista estadounidense Maureen Callahan, autora de “Ask Not: The Kennedys and the Women They Destroyed” (“Sin respuesta: Los Kennedy y las mujeres que destruyeron”), plantea una teoría mucho más inquietante.

¿Suicidio en compañía?

Callahan parte de un interrogante al que le busca respuesta: “La pregunta es inevitable: ¿Estaba JFK Jr. coqueteando con el asesinato-suicidio esa noche?”, plantea y desarrolla la hipótesis de que John-John estaba asediado por problemas personales, de pareja y políticos que pudieron llevarlo no solo a suicidarse sino también a arrastrar a la muerte a su mujer y a su cuñada.

Para la periodista, el joven Kennedy valoraba poco la vida y lo mismo le pasaba con las de los demás. “Tenía un deseo de muerte, no solo para él, sino para las mujeres de su vida. Ir a exceso de velocidad, nadar demasiado lejos en el océano, conducir imprudentemente en las aceras o mientras estaba drogado con marihuana, esquiar en malas condiciones climáticas, actuar como un experto en todos los deportes cuando en realidad era solo un aficionado: había pocas cosas que John no se atreviera, e intimidaba a casi todos en su vida para que fueran tan salvajes como él”, dice.

A eso agrega que, para julio de 1999, la vida de pareja del hijo de JFK estaba a punto de derrumbarse. “Les decía a sus amigos que Carolyn estaba loca, que tenía sesiones de terapia cinco veces a la semana y un desagradable hábito de drogas y que se negaba a tener relaciones sexuales con él”, explica. Hacía meses que Carolyn quería divorciarse, pero John-John se negaba porque la publicidad de esa separación significaba un golpe muy fuerte para sus aspiraciones políticas. “Su revista, George, que era una de sus plataformas políticas, se estaba derrumbando. Su primo Anthony, que en realidad era más bien un hermano, se estaba muriendo de cáncer. Lo último que quería era que la prensa especulara sobre su matrimonio”, agrega.

El libro escrito por la periodista Maureen Callahan

Además de la situación personal de John-John, Callahan hizo un pormenorizado análisis de toda la información existente sobre el vuelo fatal. Según ella, ahí también se encuentran razones para pensar en un suicidio que involucrara también la muerte de su mujer. Parte de dos hechos: esa noche John-John insistió para que Carolyn lo acompañara en avión, algo extraño si su relación estaba en una crisis casi terminal, luego se negó a dar su plan de vuelo y cortó la comunicación con el control de tierra poco después de despegar. Tampoco quiso que lo acompañara un instructor, pese a que uno se ofreció a ir con ellos.

Luego, John-John “ascendió a 5.500 pies y, a pesar de la niebla y el empeoramiento de la visibilidad, no encendió su piloto automático. Tampoco se orientó con la costa iluminada. En lugar de eso, giró a la derecha y salió al otro lado del Atlántico, y antes de que se diera cuenta, el mar y el cielo se habían convertido en una masa negra sin fisuras y no podía distinguir el arriba del abajo. Era el momento de empezar a usar sus instrumentos, pero no lo hizo. También podría haberse comunicado con tierra por radio, pero tampoco lo hizo. El avión entró en una espiral de cementerio, cayendo a 275 metros por minuto, 200 millas por hora, con la nariz por delante en el océano. Carolyn y Lauren habrían sabido que iban a morir”, reconstruye hipotéticamente Callahan.

La versión de Maureen Callahan que transforma el accidente de aviación de la noche del 16 de julio de 1999 en un suicidio premeditado en el cual John-John Kennedy no tuvo reparos en arrastrar a la muerte a su mujer y a su cuñada es incomprobable pero, 25 años después, arroja la sombra de una nueva duda a las muchas que habitan en la trágica saga del Clan Kennedy.

Fuente: https://www.infobae.com/tag/policiales