Simetrías y paralelismos en 150 años de historia

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Nuestro estrafalario profesor de historia, a quien bautizamos sardónicamente como “el viejo Cuellolán Melenarsu”, solía adoctrinarnos sobre la “locura de Sarmiento” y las “patrióticas” glorias de Rosas. Él nos contó esta reveladora anécdota sobre el carácter volcánico del “maestrito” puntano: “Sarmiento, súbitamente, miró torvamente a su novel secretario. El recién ungido presidente repudió ‘in péctore’ las frívolas y poco reverentes respuestas de su joven interlocutor. El burócrata, sin percibir el fastidio, continuó displicente su exposición. Don Domingo Faustino se incorporó súbitamente, golpeó el escritorio con insana violencia y estentóreamente le gritó: ‘le daré su merecido, imberbe y atrevido ignorante’. El increpado, sorprendido, huyó, perseguido por el energúmeno cuyano que intentaba patearlo sin éxito”.

Nuestro estrafalario profesor de historia, a quien bautizamos sardónicamente como “el viejo Cuellolán Melenarsu”, solía adoctrinarnos sobre la “locura de Sarmiento” y las “patrióticas” glorias de Rosas. Él nos contó esta reveladora anécdota sobre el carácter volcánico del “maestrito” puntano: “Sarmiento, súbitamente, miró torvamente a su novel secretario. El recién ungido presidente repudió ‘in péctore’ las frívolas y poco reverentes respuestas de su joven interlocutor. El burócrata, sin percibir el fastidio, continuó displicente su exposición. Don Domingo Faustino se incorporó súbitamente, golpeó el escritorio con insana violencia y estentóreamente le gritó: ‘le daré su merecido, imberbe y atrevido ignorante’. El increpado, sorprendido, huyó, perseguido por el energúmeno cuyano que intentaba patearlo sin éxito”.

Este episodio convulsionó al “entourage presidencial” testigo de los frecuentes exabruptos del flamante primer magistrado, comentados en los corrillos políticos y en los mentideros porteños. Las excentricidades del “cuyano alborotador” eran el alimento privilegiado de los opositores, quienes, abrumados por el aplastante triunfo electoral del sanjuanino, deslizaban, con insistente resentimiento, el ominoso calificativo de “loco”, para minimizar la fortaleza popular de este out sider.

Ricardo Rojas (2) comentaba que don Domingo “había entrado (a la presidencia) como tanteando en las sombras. El panorama era siniestro: Mitre y Urquiza en la oposición” … los unitarios y federales juntos ,”mientras él sólo contaba entre los viejos, con Vélez Sársfield en Buenos Aires y con Posse en Tucumán, dos hombres sin partido”.

“Sin fuerzas populares organizadas que le sirvieran de apoyo, debió contar consigo mismo y con la capacidad de sus ministros; así le tocó afrontar uno de los períodos más turbulentos y confusos de nuestra historia política (1868-1874). Si me sorprende como milagro su elección, más me sorprende que terminara su período constitucional”.

Sarmiento mostró una notable razonabilidad al elegir a sus colaboradores buscando en ellos sensatez y moderación. Ricardo Rojas lo refiere así: “Cuéntase que el coronel Mansilla”, con su locuaz desparpajo, le habló de su propia candidatura para ministro de Guerra. “¿Ud., ministro?” – le dijo don Domingo -. “Hombre necesitaré un ministro muy sesudo y muy calmoso para morigerarme a mí mismo. Nos tildan de locos; a Ud. menos que a mí, tal vez, por no haber adquirido méritos para ello todavía. Juntos seremos inaguantables”.

En la cartera de Guerra y Marina, don Domingo, designó al coronel Gainza quien lo ayudó a concluir la guerra con el Paraguay, preservar la integridad territorial del vencido y poner fin a las ambiciones expansionistas del Brasil. El presidente diseñó una política de disuasión erga omnes y encargó al ministro plenipotenciario Manuel R. García la construcción de una moderna armada y el equipamiento del ejército nacional.

El “profeta de la pampa”, desde la caída del “Restaurador”, se caracterizó por su intemperancia verbal, que se tornó álgida en su polémica con Juan Bautista Alberdi, en la que evidenciaría la faceta más agresiva de su apasionada personalidad.

El jurista tucumano, mantuvo una línea argumental intachable, sin recurrir a agravios ad hominem. En sus impecables “Cartas Quillotanas”, Alberdi nunca bajó el estilo elevado de la polémica y no incurrió en demasías verbales. Proclamó que, caído Rosas, había “que edificar, no destruir”, que era el momento de encarar la faz arquitectónica de la política y clausurar su faz agonal. La organización del país debía ser “una obra de arte”, requiriendo de los constructores una especial idoneidad, que el tucumano niega a Sarmiento.

Desde la primera de las “Las ciento y una” -título de las cartas de réplica de Sarmiento- le dice a su contrincante: “Insigne camorrista, Doctorcito, compositor de Minuetes, alma muerta, carácter disipado, eunuco político, truchiman, templador de pianos, hipócrita, vieja solterona, raquítico, jorobado, etc.-“. Sobre el desbocado lenguaje sarmientino, Lucio Vicente López -amigo entrañable del sanjuanino- a pesar de su afecto, le dijo admonitoriamente: “Si Facundo hubiese sabido escribir, no de otra manera hubiera escrito”.

La honda herida del cuyano, recién se cerró cuando la Universidad de Michigan le otorgó el Doctorado Honoris Causa en Leyes, llegado “just in time” para ornamentar con laureles académicos, al futuro presidente. El cuyano luego se propuso y logró ser un arquetipo del hombre civilizado y civilizador. A pesar de sus ostentosas efusiones y de su indómito temperamento, él supo construir su propia figura paradigmática, convirtiéndose en el educador del pueblo, el demiurgo del progreso y el apóstol de la civilización.

Por sus frutos los conoceréis

En una carta a Mary Mann, Sarmiento le dice: “verá Ud. que mi política chivilcoyés avanza a pasos rápidos y que no concluirá mi administración sin hacer de la pampa un Chivilcoy sin límites, morada de millares de hombres felices”. El crecimiento de este modelo fue exponencial y 30 años después el país era conocido como el “granero del mundo”.

Su vigorosa política inmigratoria inició una” avalancha humana”, que puede dimensionarse tomando el censo ordenado por Sarmiento en 1869, que registró una población de 1.700.000 habitantes. íHasta 1895 se radicaron en el país 2.358.118 inmigrantes! íLa población se había triplicado en 26 años! El problema del “vasto y agobiante desierto”, que había sido la obsesión de Alberdi lo resolvió Sarmiento.

Sarmiento prometió convertir al país “en una escuela” para erradicar a la barbarie; y lo cumplió con creces. Además, creó el Colegio Militar de la Nación, la Escuela Naval Militar, la Escuela de Minas; los Colegios Nacionales en Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy, Catamarca y Corrientes; las Escuelas Normales en Buenos Aires y Paraná; la creación de la Academia de Ciencias y el Observatorio Astronómico de Córdoba.

En 1870 se inauguró el ferrocarril de Rosario a Córdoba, iniciándose la construcción del tramo Córdoba-Tucumán. La construcción de caminos fue febril, conectando importantes ciudades del interior, que padecían un aislamiento secular. También se tendieron 2.500 km. de líneas telegráficas, y los cables con Europa y los EEUU.

Un siglo y medio después, Milei, como Sarmiento irrumpe sólo a la presidencia, sin partido y los opositores lo llaman: ¡”Loco”!, ¡out sider de la política. Este presidente “llegó a la “Rosada” hace ocho meses, sin partido y con una oposición perversa, solo munido del concepto humanista de la Escuela Austríaca de Economía. Este pensamiento es inspirado por Ludwig von Mises. Economista, pone al hombre en el centro del escenario económico, con todas sus potencias, sus luces y su inmensa capacidad creadora, dominando y vivificando los mecanismos inertes del mercado. Su concepción es democrática, porque cree que el ciudadano es el verdadero formador de los precios a través del mercado. El individuo ejerce su libre elección, equivalente a un voto, cuando compra o vende, determinando los precios reales. El hombre es, asimismo, el único y verdadero artífice del progreso con su lúcida iniciativa impulsora y su voluntad de progreso…

Como Sarmiento, Milei está comenzando una batalla cultural –que difiere abismalmente en lo educativo de la concepción sarmientina – y un cambio drástico en la estructura económica argentina. En un semestre, disminuyó dramáticamente la secular inflación, sepultó el déficit fiscal, logró un superávit de U$S 6.000 millones en la balanza comercial y atesora, en el Banco Central, 15 mil millones de dólares. En este breve tiempo, comienza a revertir la recesión y se advierten signos de recuperación. Si la similitud con Sarmiento, que aquí planteamos, es real, debemos pedir a nuestros conciudadanos paciencia y fe en nuestro destino, el que será, sin dudarlo, prodigioso y, sobre todo, que ayudemos, al iluminado visionario, gobernar.

(1) Fue en 1953, en el Colegio Nacional Sarmiento de Capital. El profesor se llamaba Corvalán Mendilharzu. Su fina figura vestida de negro -corbata incluida debido a su duelo por Rosas- y su melena leonina, que juró no cortarse hasta que los restos del Restaurador descansaran en tierra argentina, expresaban una elegancia demodé.

(2) Ricardo Rojas: “El Profeta de la Pampa”, 1945, Editorial Lozada.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales