El domingo 9 de junio no fue un día de descanso; todo lo contrario. Por un lado, en París despedíamos a Joe Biden con todas las medidas de seguridad que ello implica, recibíamos al nuevo campeón de Roland Garros, el español Alcaraz, mientras acudíamos a las urnas para votar y elegir los euro – diputados. No fue una gran sorpresa el triunfo del Rasseblement National (RN). El partido de extrema derecha, con el joven Jordan Bardella como gran vencedor de las elecciones europeas, logró un 40% de votos frente a la candidata macronista. Esto marca un giro inédito en la V° República.
La sorpresa y el estupor llegaron después, con la decisión unilateral de Macron de disolver la Asamblea Nacional, convocando a elecciones legislativas adelantadas para el 7 de julio. Para los analistas y la clase política nacional e internacional la decisión del jefe de estado es incomprensible; la consideran un error histórico.
Durante todo su mandato, la falta de mayoría absoluta no impidió a la Asamblea su funcionamiento; ¿por qué disolverla ahora?
La presidenta de la Asamblea defendió hasta último minuto la idea de que era mejor intentar otro camino, el de una coalición o de un pacto de gobernación… A pesar de que ciertas reformas fueron muy difíciles de lograr.
En realidad, ante la gravedad de la situación no hay tantas opciones y Macron prefirió controlar el calendario electoral, tomando una decisión excepcional y peligrosa para la V° República. “En las circunstancias históricas graves, cuando lo peor es posible, son necesarias la claridad de valores e ideas y trabajar para formar un frente unido” afirmó el mandatario.
Es la primera vez que un presidente francés disuelve la asamblea, después de una derrota electoral de su partido y solo tiene derecho a hacerlo una vez. El gobierno tenía una mayoría sólo relativa y el argumento principal para justificar tal decisión es que Francia necesita una mayoría absoluta para poder lograr las reformas prometidas, trabajar con serenidad y concordia (que no fue el caso cuando se trataron tumultuosas reformas en estos últimos años)
Crónica de un caos anunciado
Desde la noche de comicios se trabaja con la intención de lograr la coalición de la izquierda formando el Frente Popular, una alianza ficticia, pero llegó la hora de intentar unir a la izquierda, formada por socialistas, ecologistas, comunistas y extrema izquierda. Teniendo en cuenta las grandes divergencias frente a temas tan importantes como el conflicto entre Israel y Palestina, la guerra en Ucrania, las posiciones encontradas, sobre el futuro energético y nuclear, el sistema de jubilaciones, la inmigración, la ecología, la posición frente al islamismo, es misión imposible. La extrema izquierda “la France Insoumise” “la Francia rebelde”, por ejemplo, admira el modelo de venezolano, usa la actividad parlamentaria como un frente de batalla y niegan que Hamas sea un grupo terrorista. El nuevo Frente Popular propone aumento de salarios y beneficios previsionales, pero no explica cómo financiar las reformas cuando el déficit supera el 5% del PBI y la deuda es del 110%.
El programa del Ressembelment National, a su vez, es inaplicable y costoso.
Al lunes siguiente del anuncio de la disolución, la degradación de la deuda francesa por parte de la agencia Standard & Poor’s no se hizo esperar, los pequeños inversores vendieron títulos de la deuda francesa y hoy buscan otros mercados en Europa. La diferencia del tipo de interés con el mercado alemán, que sirve de referencia, se hizo notar, mostrando una leve desconfianza en el mercado parisino, aunque el grueso de la deuda francesa está en manos de fuertes inversores de largo plazo, reacios a vender de un día para el otro, lo que atenúa, por el momento, un fuerte impacto en el mercado.
No existe escuela que enseñe a los políticos a evitar prometer cosas imposibles de cumplir
Cabe recordar que Marie Le Pen, jefa del RN, proclamaba en 2022 la salida de Francia de la Unión Europea y por consecuencia de la Zona Euro; el cierre de las fronteras para evitar el flujo migratorio, asociando directamente que el aumento de la delincuencia está relacionado con la inmigración, el argumento favorito de la extrema derecha en Europa.
Macron, quien se presentaba como la alternativa para vencer al RN y hoy se convirtió en el presidente que les facilita el camino, no supo reaccionar a tiempo frente al progresivo crecimiento del extremismo.
Con la disolución de la asamblea el presidente cree en la posibilidad de una nueva colisión, cuya única motivación y punto de coincidencia será la voluntad de hacer frente a la extrema derecha, pero incomprensible y aparentemente ineficaz. ¿Se puede frenar el avance del RN quemando los pasos electorales? El presidente pretende, con arrogancia, apagar el incendio, corriendo el riesgo de provocarlo.
Futuro incierto
Las elecciones anticipadas ponen a los candidatos y partidos políticos en pie de guerra. Es un final brutal para los 577 diputados elegidos durante las elecciones legislativas del 2022. Es poco probable que los franceses cambien radicalmente de opinión en un mes. El gobierno se aferra a la ilusión del voto de los abstencionistas para cambiar el rumbo, trasladando la confianza al pueblo francés en las próximas elecciones y haciendo recaer en los electores la responsabilidad de refundar el paisaje político francés.
La iniciativa es espectacular y osada; un acto de confianza en la capacidad del pueblo francés a elegir lo más justo. El presidente se justifica en que “no podía ignorar el resultado de las elecciones europeas, es una decisión dura y grave”
¿Pero los franceses tienen confianza en Macron? ¿Podrá soportar los tres años que restan de su mandato teniendo en cuenta que su decisión puede permitir un gobierno de cohabitación con el inexperto Bardella como primer ministro?
Proclamando la disolución de la Asamblea Nacional, se eligió sumergir la vida parlamentaria en lo desconocido, pero el gobierno tiene la certeza de que van a ganar y que la disolución será un golpe triunfante. Pero la duda y la inquietud domina dentro de la macronía; la cólera también, de parte de aquellos cuyo destino depende de la mayoría presidencial. Y reina también inquietud ante la idea que el presidente se implique en la campaña legislativa, con solo tres semanas para debatir a fondo los programas de los partidos políticos. Aquellos que lo apoyan sostienen que son la única solución y alternativa posible, que la unión de la izquierda es indispensable y que la movilización de sus electores es fundamental. Ellos serán los árbitros, pero el riesgo de abstención por el inicio de vacaciones estivales se suma al que generan el escepticismo, la desilusión y la falta de certezas de que haya muchos dispuestos a cambiar su voto en un mes.
Francia organiza los Juegos Olímpicos y Paraolímpicos, que empiezan en pocas semanas, con una espada de Damocles: la amenaza terrorista. Estas competencias se convirtieron en escenario para manifestar posiciones, pasar mensajes políticos o cometer atentados.
¿Era tan urgente llamar a votar ahora y hundir al país en una turbulencia política?
Corremos el riesgo de que el presidente de Francia reciba al mundo entero acompañado por Jordan Bardella como primer ministro, sin experiencia en el terreno ante temas tan sensibles como la seguridad, logística, organización o el transporte necesario para movilizar más de un millón de participantes y espectadores. El gobierno trata de tranquilizar a los franceses y afirma que todo está listo, que está en juego el destino nacional y que no hay que perder una excelente ocasión de hacer brillar la imagen de Francia ante el mundo.
Macron tiene la convicción de que su decisión hará cambiar el curso de los acontecimientos.
Es imposible prever el reparto de fuerzas en el futuro inmediato, aunque el avance de la extrema derecha en el mundo empezó hace años y no va a desaparecer; ahora, se convirtió en un voto alternativo, una especie de esperanza y de cambio. Nos enfrentamos a una campaña que puede tener duras consecuencias para el futuro de Francia y en Europa, en un contexto de crisis mundial.