Ariel Wilner, artista y humanista de la era digital

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Ariel Wilner es un artista del siglo XXI, sin excentricidades, poses y, ni mucho menos, autosuficiencia. Es un cultor de la creatividad como incalculable capital humano y por eso define su obra como “arte utilitario con propósitos concretos”. Y esos propósitos consisten en “comunicar realidades y problemas que no están visibles y que merecen ser visibilizados”.

Ariel Wilner es un artista del siglo XXI, sin excentricidades, poses y, ni mucho menos, autosuficiencia. Es un cultor de la creatividad como incalculable capital humano y por eso define su obra como “arte utilitario con propósitos concretos”. Y esos propósitos consisten en “comunicar realidades y problemas que no están visibles y que merecen ser visibilizados”.

Pero este artista nacido en Avellaneda nunca estudió dibujo ni escultura: “mis manos no tienen destreza”, explica. Además, antes de crear y exponer sus imágenes digitales, estáticas y dinámicas, con colores y proporciones que las impregnan del espíritu contemporáneo, Ariel Wilner fue un chico curioso, que precozmente se apasionó con la biología, de fascinó con el ADN “cuando todavía no era famoso” y así llegó a ser doctor en biología molecular.

Pero nunca perdió la curiosidad. Durante varios años debió administrar una empresa metalúrgica familiar y, para hacerlo con conocimientos sólidos, realizó una maestría en finanzas en Universidad de la CEMA. Y combinando ambas ciencias, la biología y la economía, continúa en la actividad empresarial en el laboratorio de diagnóstico por biología molecular de su esposa, Liliana Bernath.

La disonancia cognitiva es la percepción de información contradictoria. Mariana Roveda

Pero Wilner se define como “artista con formación científica”.

Es que el conocimiento transita por múltiples caminos y, por cierto, nace el ser humano, se multiplica en la humanidad y evoluciona con el tiempo. En el siglo VI (aC) Pitágoras, uno de los fundadores de la filosofía, sostenía que el principio que sostiene el universo se explica por los números y por la música.

Antes y después de los clásicos griegos, la curiosidad sigue siendo el impulso de la civilización, pero también del desenvolvimiento de cada uno de nosotros.

El arte utilitario del que habla Wilner, el que él practica, no es ni remotamente lo que llamaríamos un “arte comercial”.

Lo que él considera invisibilizado y que quiere mostrar es una realidad que no está en la agenda. “La ciencia y la tecnología permitieron duplicar la expectativa de vida en un mundo que en siete décadas más que triplicó su población. Pero eso que nos maravilla a veces oculta una realidad agraviante: el 10% de los seres humanos, 800 millones de personas, pasan hambre”.

La empatía es la capacidad que tiene una persona de comprender las emociones.

Y ese es uno de los temas más poderosos entre las inquietudes que lo movilizan.

Ariel Wilner nació en 1960 y está muy lejos ser considerado un “millenial” pero su curiosidad y su creatividad lo llevaron a descubrir las posibilidades que ofrecen el arte y la inteligencia artificial para develar el drama humano. Los smartphones y las aplicaciones móviles le permitieron sortear cierta torpeza que atribuye a sus manos. Así, abrió una cuenta en Instagram (@ariel.wilner.art) donde comparte sus creaciones visuales y sonoras, creadas en el celular acompañadas con música, un texto escrito o un testimonio personal aportado por personalidades significativas.

Un arte basada en el aprovechamiento de la inteligencia artificial, en “hablar” con un robot para construir formas que impacten en la sensibilidad y transmitan un mensaje superador.

Para explicitar más los dramas que pretende develar tomó un curso de escritura con el filósofo Santiago Kovadloff, “una experiencia que me aportó una mirada mucho más amplia, y que me enseñó que mi narrativa debía canalizarse por los medios que ya había descubierto”.

En una edición de la bienal BIT de Arte, Ciencia y Tecnología, organizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Mar del Plata, se abordó como tema central el cambio ambiental global.

En sociología, “Comunidad” se refiere al sentido de pertenencia.

Invitado a participar de la muestra, Ariel Wilner consideró que el tema del cambio climático es central para la humanidad, pero que ya está suficientemente visibilizado. Por eso optó por abordar el tema de la importancia de los alimentos transgénicos para combatir el hambre.

La obra “El desafío de la vida” presenta “la tragedia del hambre y de la resistencia que existe en el mundo para utilizar un recurso disponible y muy efectivo, como son los alimentos transgénicos (GMO’s) y los editados genéticamente (Crispr) para combatirlo”.

Wilner, el artista con conocimientos científicos, goza del reconocimiento de grandes figuras de la ciencia. Con ellos consultó sobre “El desafío de la vida” y hubo una respuesta que los sorprendió. “Rich Roberts, un premio Nobel, me pidió que hiciera más explícita la obra, ya que él no ‘entendía la conexión’. Decidí entonces reformular la obra, y la respuesta de Rich fue la misma, seguía sin entender la conexión entre la obra y el contenido”. Esa dificultad, justamente en un científico laureado como Roberts, para entender cómo el arte podría contribuir a generar visibilidad de temas de base científica inspiró la obra Disconnection, que pretende documentar y ofrecer un testimonio sobre la experiencia sensorial y su interpretación por la mente humana.

Pero Rich Roberts, de inmediato, invitó a Ariel a sumarse a la Carta Abierta que encabezó con otros 109 científicos, muchos de ellos también Nóbel, poniendo de relieve el beneficio nutricional de los alimentos genéticamente modificados para combatir el hambre y la desnutrición. La ingeniería genética permite incorporar vitamina A al arroz, un alimento que consume el 25% de la población mundial. Es un cereal que puede cultivarse de manera sencilla y contiene un elevado porcentaje de carbohidratos, además de proteínas de fácil digestión, pero tiene un importante déficit: la carencia de vitamina A. Este déficit es devastador, especialmente en los niños, el debilitamiento del sistema inmune, lo que provoca problemas en la vista. Alrededor de medio millón de niños en el mundo se quedan ciegos por esta causa.

El “Golden Rice” o arroz dorado está modificado genéticamente y una sola taza de él es suficiente para cubrir el 60% de las necesidades diarias de vitamina A en niños. La carta de Roberts y sus colegas estuvo dirigida a Greenpeace y a la ONU, denunciando la gravedad de las acciones de las organizaciones “ecoterroristas” que se oponen a esos cultivos providenciales.

“Prohibir un cultivo por ser transgénico es un acto de genocidio, porque el hambre es una forma de genocidio. El arroz dorado fue creado para incorporarle la Vitamina A. La soja, para dotarla de resistencia a herbicidas sin agregado de valor nutricional. El problema de la soja no es la ingeniería genética sino la contaminación de las napas”, señala el enfatiza Wilner.

La neotenia es un fenómeno biológico por el cual algunos seres vivos adultos conservan caracteres juveniles. La biología evolutiva estudia los cambios a través cientos de miles de generaciones. Los ancestros de los seres humanos tenían en su cerebro una “ventanita” que a los dos meses se cerraba, pero para entonces en individuo había incorporado conocimientos y experiencias vitales para su supervivencia. Hoy, permanece abierta por períodos más prolongados y es la responsable de la curiosidad, la creatividad, y el impuso parta afrontar los desafíos. La apertura a lo nuevo.

La transformación que la cultura digital y la ingeniería genética producen en la vida contemporánea exige una dinámica mental y una predisposición anímica que ponen a prueba a hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y crean el riesgo del analfabetismo digital.

“Una persona “neoténica”, en un sentido amplio de la palabra, es la que cualquiera sea su edad, sigue conservando el buen humor, se interesa por todo lo nuevo, no se queda con verdades establecidas, indaga sobre lo posible y trata de canalizar de esa forma su creatividad”. Ariel Wilner rescata este concepto como la virtud que la sociedad y el sistema educativo deberían capitalizar como estimulante para la construcción de una vida mejor.

“La tecnología es como un cuchillo de cocina: es bueno o malo, inocuo o peligroso de acuerdo a cómo se lo utilice”, explica el artista que construye su obra a partir de la Inteligencia Artificial

Hoy, mucha gente expresa temor por un futuro en el que los robots reemplacen a los seres humanos o que la modificación genética altere a la naturaleza.

Ariel Wilner vive “tres vidas en una”, el arte, la ciencia biológica y el manejo de las finanzas. La última, la recién llegada a su vida, se complementa a la perfección con la formación académica. Para él, se trata de una combinación perfecta.

“La ciencia avanza sin pedir permiso, y la tecnología también, siempre y cuando el Estado no asuma la responsabilidad de adelantarse y establecer regulaciones. Pero la tecnología, por ahora, va más rápido”, resume este pensador del siglo XXI, para quien la clave de la felicidad de toda la humanidad debe buscarse cultivando “la creatividad, la curiosidad, el humor y el sentido común”

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales