El goteo constante de sencillos no generó gran expectativa por I/O pero sí acostumbró a su audiencia a escuchar su nueva música, permitiéndoles concentrarse en una canción a la vez, en lugar de sumergirse inmediatamente en un álbum que tiene su propio e intrincado mecanismo de relojería.
Gabriel se tomó su tiempo para crear I/O, por lo que escucharlo lenta y constantemente permite que el disco se desarrolle y reduzca la distancia entre las décadas. En muchos sentidos, I/O continúa donde terminó Up (2002), sonando un poco como una reliquia del apogeo de la era del CD, cuando los álbumes se elaboraban como una experiencia larga y continua que mostraba los límites exteriores del audio de alta gama.
También sigue un modelo reconocible, equilibrando su mal humor innato con algunos números alegres que alivian la tensión, un modelo que ha estado vigente desde So. El enfoque familiar ayuda a iluminar cómo I/O marca una progresión emocional, encontrando a Gabriel curiosamente optimista mientras busca nuevos comienzos, descubriendo destellos de esperanza en la oscuridad.
Este cambio tampoco es sólo evidente en la mezcla del “lado bueno”. Hay una apertura inherente a las canciones que Gabriel completó para I/O, un espíritu evidente en títulos como Road to Joy, Love Can Heal, This Is Home y Live and Let Live. Algunas de estas canciones surgen, otras hierven a fuego lento, pero todas regresan a una idea ensayada en la canción principal: “Cosas que salen, cosas que entran/soy sólo una parte de todo”, una visión del mundo íntima y que lo abarca todo.
Lo que hace que I/O sea único, incluso especial, es que el proceso de búsqueda no es central para el producto terminado. Aquí no hay inquietud, solo aceptación, una cualidad que le da al álbum un poder silencioso que no puede evitar desarrollarse con el tiempo.
NA
Fuente: https://salta.telefe.com/redes