Un comunicador que da paso al mito

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Esta nota “es una raya en la arena” como dijera José Antonio Llorente en la presentación de del libro Trust, donde transita el camino de la comunicación a la reputación. Ese libro autografiado se transformó en un decálogo de buenas prácticas para quienes, tomando su bandera, ejercemos el trabajo de la consultoría en asuntos públicos.

Paradojas del destino, hace 10 años escribía en este medio una nota como antesala de la reunión mundial que la agencia LLYC (Llorente & Cuenca en aquel entonces) tendría en Buenos Aires como parte de su balance anual y planificación de los años venideros. Después de mucho tiempo en la comunicación política, desembarcaba en la consultoría de la mano de unas agencias más influyentes de la región y del mundo. Era pasar las Aguas del Jordán sabiendo que la Tierra Prometida estaba del otro lado. Esos tres días fueron de mucha intensidad y aprendizaje. No sólo del generoso José Antonio, sino del resto de los socios que destinaron mucho más que su tiempo y experiencia, nos brindaron conocimiento y un detrás de escena diferencial. Hoy, me toca despedir a quien fuera la cabeza de un modelo de asesoría donde confluyen formatos que vienen del periodismo, las big four, los bufetes de abogados, analistas de opinión pública bajo el tamiz de lo digital y la inteligencia artificial. La noticia de su partida llegó ayer por las redes y se propagó en centenares de obituarios con un lugar común: GRACIAS. El agradecimiento a un profesional que supo salir de la seguridad corporativa y emprender cuando eran pocos los que se animaban. No quiero explayarme en los logros, premios y reconocimientos que LLYC ha tenido en estos años sino traerlo al presente eterno con algunas semblanzas que marcan su legado. Me detengo en tres: la escucha activa y mirada en el otro, la coherencia y la actualización de la información.

En otro de sus tantos viajes a Buenos Aries además de las reuniones con el management de la filial local, entrevistas con medios de comunicación y encuentros con dirigentes políticos y empresarios; quiso tomar contacto con los equipos. Recuerdo un desayuno con los profesionales de asuntos públicos. No sólo escuchaba con atención lo que cada uno le decía, sino que incluso generaba un ida y vuelta no dimensionado en aquel entonces. Muchos de esos jóvenes hoy deben estar recordando aquel momento. En el barrio se le dice: humildad de los grandes porque a la escucha le agregaba una mirada atenta que al interlocutor lo hacía sentir en el centro. La coherencia entre el decir y el hacer es una rara avis en nuestra profesión y el pedestal que tuvo y tiene José Antonio acrecienta su figura. Al peso del qué siempre le agregaba el cómo. No sólo desde el contenido sino desde su comunicación no verbal. Su peregrinar nunca resultaba indiferente.

Por último, destacar la necesidad de estar informado y preparado para una reunión con un cliente o un político. Recuerdo un viaje en taxi, en aquella turbulenta Buenos Aries donde luego de haber tenido la reunión de briefing correspondiente siguió actualizando la información en su teléfono celular para llegar con anticipación y dar valor agregado. En aquel viaje hablamos de la de una fábula de los dos exploradores y el león que ejemplificaba muy bien este concepto. Aquel cuento finalizaba con: “…El amigo rezagado gritó: “Pero… ¿por qué corremos?, si el león corre más que nosotros…”y su amigo le contestó: “Es que yo no tengo que correr más que el león, ¡sólo tengo que correr más que tú!”

Claramente José Antonio Llorente corrió más que todos nosotros a tal punto que a tres días de su partida ya dio paso el mito.

Fuente: https://www.cronista.com/