Caminando la vida

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íCaminé tanto la vida!, que sin darme cuenta repetí el mismo sendero muchas veces; tantas, como por otros jamás transité. Y, aunque el camino sigue, es largo, íaparenta no tener fin!, estoy pronto y libre para descender sin equipaje en la estación señalada. Los años referentes son puro lujo y experiencia de un tiempo pasado y vivido, sin obsesión ni pesimismo. Siempre con agradecimiento y lealtad a tan esencial tiempo y espacio acogido bellamente.

Justo acompañamiento, gustoso y equitativo, con enorme valor en la licencia otorgada para soñar. A esta altura casi podría decir como Amado Nervo: “íVida, nada me debes! íVida, estamos en paz!

Pero me agrada recordar lo de Calderón de la Barca en “La vida es sueño” y sobre tamaño análisis reflexionar. ¿Qué es la vida? Un frenesí ¿Que es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. Nunca leí definición tan perfecta, diría que me avergüenzo frente a tanta riqueza, sin pensar en cerrada lingüística.

Mucho antes (360 a.C.) Platón decía que el hombre vive en un mundo de sueños, de tinieblas, cautivo en una cueva de donde solo podrá salir haciendo el bien. Solo cuando descubre quién es, consigue el triunfo de la luz. Platón desengaña sobre las ilusiones y las vanidades de este mundo.

Como ejemplo de tamaños pensadores, es suficiente. Ahora veamos desde nuestras limitaciones las ricas ofrendas del hecho maravilloso de vivir.

Sobre un resumen, podría resaltar algunas cuestiones que me resultan fundamentales a la hora de intentar un balance. Aunque natural, no sabría decir de dónde viene ni cómo llega el deseo incansable de “andar”, sin mucho mirar atrás (una vez que puse las manos en él arado…). Solo seguir sin detenerme fue impensadamente mi filosofía; orientada por… íno sé! Pero tengo claro que la quietud no estaba en mis planes, más bien con ansias miraba lejos sin poder divisar nada, pero lo hacía inquieto desde el lugar en que estuviera.

Recuerdo ese detalle como el comienzo no meditado de una razón que no conocía, pero me acunó dulcemente siempre; aun en los sueños (dormidos o despiertos-imaginados), a mi entender, compañeros inmensamente necesarios y generosos en la tarea de vivir. La cuestión es que fue pasando el tiempo; como no podía ser de otra manera, y hoy me encuentro escribiendo como páginas nuevas, viejos episodios que el impulso de la savia juvenil por entonces no daba importancia (y no es que ahora tengan mucha).

Pero están comenzando a llegar los recuerdos a grupa de un tiempo un poco gris, gastado y lento; como el tenue sol de invierno. Pero ocurre que, cuando las intenciones, el impulso y puesta en movimiento cuestan de repente mucho más, hay un tiempo que se “gastó”.

Pero aun así, es la vida misma que continúa sin detenerse hablando de su existencia, batiendo las alas deseosas de volar, extenderse y contar a los vientos sus planes de jornadas intensas, dibujadas en sentimientos, emociones, ilusiones, y frustraciones devenidas. Todo en la misma hoja. Pero consciente de que el libreto ya no tiene tantas páginas en su encuadernado, más bien las que quedan están arrugadas.

Cuando nací a la razón, descubrí la inconmensurable distancia abrigando todo; que tan solo la luz y el viento conocían. Sin embargo, el afán me transportaba al desvanecido horizonte, mundo extraño donde cabalgan seres libres y desconocidos, sombras y misteriosas siluetas que ocupan como dueños el espacio eterno. Allí debía sumergirme, posicionarme o renunciar (nunca estuvo en mis planes). Contender con el claro pensamiento de un escenario donde bajar los brazos lleva al destierro más temprano que tarde. Y como todos, allí estaba caminando mis calles nuevas, despuntando ideas y proyectos con piedras y tropezones cotidianos. Caídas y vueltas a levantar, pero con el convencimiento y claridad de que ese era el único camino. Otro no veía, tampoco el sentido común me aconsejaba.

Por entonces, sin conocer su origen, y entre muchos otros conceptos similares, me encontré con un principio fantástico de Friedrich Nietzsche: “El que tiene claro los qué, soporta los cómo”. Ese era mi fuerte. Desconociendo los inconvenientes, traía incorporado en mí cerebro, en mi piel, y en cada momento que la vida proponía, “qué quería”. Fue irrenunciable este lenguaje de comienzo a final. No cambié nada, a pesar de los años.

Enfrente contaba con las dificultades, que tienen mucha paciencia y cada día esperan en la cabecera, sin embargo era mayor mi deseo de lograr un sueño desconocido y lejano, pero inmensamente convocante y bello; y sin pensar, hacia allí apuré el paso. No había mucho más que analizar o decir. En ese camino, y el apoyo de mis padres, el resto no tenía cuenta. Y si bien en lo económico no era posible mucha ayuda, en la presencia y seguimiento de cada movimiento llenaban cualquier expectativa. Me sentía acompañado y valorado, tanto en el éxito como en el difícil fracaso, una actitud tan bella como singular y silenciosa.

La idea del propósito firme es la savia que alimenta y da sostén a toda intención, lo que exige en primer término estar convencido, y luego la dedicación y constancia consolidan el proyecto. Le llaman “actitud”.

Hacia 1915 Amado Nervo escribe su poema más conocido, y siento me comprende en su narración, por eso lo incluyo: “En paz”. “Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida, /porque nunca me diste ni esperanza fallida,/ni trabajos injustos, ni pena inmerecida./ Porque veo el final de mi rudo camino/ que yo fui el arquitecto de mi propio destino;/ Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,/ fue porque en ella puse hiel o mieles sabrosas;/ cuando planté rosales, coseché siempre rosas./ …Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno/ ímás tú no me dijiste que mayo fuese eterno!/ Hallé sin dudas largas las noches de mis penas;/ más no me prometiste tan solo noches buenas;/ y en cambio tuve algunas santamente serenas…/ Amé, fui amado, el sol acarició mi faz./ íVida, nada me debes! íVida, estamos en paz!

En mi sentir profundo, llena mi cabeza de inmensa compostura, porque en una línea cubre todo un sentimiento construido en el inconsciente, pero que jamás deja de palpitar.

Escuchar y analizar mientras camino, más allá de las dificultades de toda circunstancia, fue una constante que no olvido valorar.

Tropezando cientos de veces y volviendo a comenzar, es un valor de gran significación que arrima al objetivo. De allí vengo, … y allá, sin dudar voy. Gracias, vida.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales