Estuvo cerquita: el partido de Messi en el debut de Inter Miami en el Mundial de Clubes

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La pelota apenas había comenzado a rodar en el Hard Rock Stadium de Miami y ya todo el estadio parecía girar en torno a una sola figura. Como si el mundo esperara el próximo truco de un ilusionista, cada movimiento de Lionel Messi era seguido con una mezcla de esperanza, respeto y temor. Pero esta vez, la magia no fluyó con libertad: el escenario fue áspero, el guion, enredado, y su papel, más sufrido que glorioso. Rodeado, marcado sin descanso y exigido como pocas veces, el debut de Messi en el Mundial de Clubes con Inter Miami se transformó en una lucha constante por encontrar aire en medio de la asfixia.

REUTERS/Hannah Mckay

Desde el arranque, Messi tuvo un perseguidor designado: Ateya, el mediocampista egipcio que lo escoltó como una sombra molesta, con la única misión de impedirle pensar. El número 10 soportó dos infracciones fuertes en la primera mitad, ambas cuando intentaba desprenderse del cerco. Aun así, se las ingenió para dejar algunas pinceladas: una gambeta entre líneas a los 25 minutos que culminó con un disparo cerca del palo, un pase de tres dedos por afuera del pie a un delantero que no llegó a definir, y otro toque sutil que terminó desviado en un defensor.

Pero lo más llamativo fue verlo retroceder. Ante las fallas defensivas de su equipo, Messi tuvo que bajar en más de una ocasión hasta su propio campo, llegando incluso a ocupar el rol de lateral derecho para tapar huecos. El gesto, más de sacrificio que de estrategia, evidenció la fragilidad de un Inter Miami que, sin organización, dejó a su capitán demasiado expuesto.

(AP Photo/John Raoux)

Sobre el final del primer tiempo, volvió a generar peligro: enganchó desde la izquierda, como en los viejos tiempos, y sacó un remate que obligó a intervenir al arquero egipcio. También lo intentó con dos córners cerrados, buscando el gol olímpico, aunque el portero respondió con firmeza.

En el complemento, Messi insistió desde el borde del área. Siempre que tocó la pelota en esa zona, trató de rematar o asistir. En una jugada clara, se sacó un rival de encima y disparó con dirección, pero otra vez el arquero se interpuso. No pudo anotar ni asistir, pero su influencia en el juego siguió siendo notoria: cada avance peligroso nació de sus pies. En los últimos minutos del partido, tuvo dos genialidades: una fue el centro para el cabezazo de Fafa que el arquero tapó y, la otra, al borde del pitazo final, pateó al arco desde afuera del área y el arquero alcanzó a manotearla. Era un golazo.

(AP Photo/Rebecca Blackwell)

Fuente: https://www.ole.com.ar/

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