“Estamos ante la década más desafiante de la historia humana”, advierte Ronald Sistek

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Hay ideas que no buscan respuestas, sino que abren caminos. Hay palabras que no pretenden convencer, sino despertar. La disertación del chileno Ronald Sistek en el ciclo Hablemos de lo que viene fue una invitación urgente y profunda a repensarlo todo: desde la forma en que concebimos a las organizaciones hasta el lugar que ocupamos como especie en el planeta.

Hay ideas que no buscan respuestas, sino que abren caminos. Hay palabras que no pretenden convencer, sino despertar. La disertación del chileno Ronald Sistek en el ciclo Hablemos de lo que viene fue una invitación urgente y profunda a repensarlo todo: desde la forma en que concebimos a las organizaciones hasta el lugar que ocupamos como especie en el planeta.

Sistek no trajo soluciones mágicas, ni discursos motivacionales. Lo suyo fue una clase de filosofía práctica, anclada en datos duros, lecturas ancestrales, ciencias de frontera y una sensibilidad fuera de lo común. Ingeniero de formación, pero también músico, pensador y consultor con más de 20 años de experiencia en transformación cultural, habló con serenidad, pero también con una claridad abrumadora: “Estamos ante la década más desafiante de la historia de la presencia humana sobre la Tierra”, advirtió.

A lo largo de más de una hora, propuso un cambio radical de perspectiva: abandonar el paradigma de la hipereficiencia, el control y el crecimiento infinito, y dar paso a un modelo de regeneración basado en la vitalidad, la belleza y la inteligencia colectiva. “La naturaleza no crece infinitamente. Florece. Las organizaciones también pueden florecer”, dijo.

Para entender la propuesta de Sistek hay que partir de una premisa incómoda: el sistema actual está en crisis. No solo por sus consecuencias visibles –cambio climático, crisis sociales, fragmentación del tejido comunitario, aumento de enfermedades mentales y físicas–, sino porque su lógica está agotada. “Seguimos operando con un modelo que pone al crecimiento como única métrica válida, aunque ese crecimiento destruya los ciclos que sostienen la vida”, explicó.

Respaldado en informes del Instituto de Resiliencia de Estocolmo, Sistek repasó los límites planetarios que ya han sido sobrepasados: pérdida de biodiversidad, alteración de los ciclos del fósforo y nitrógeno, acidificación de los océanos, cambio de uso del suelo, exceso de CO , contaminación por químicos perennes y afectación de la humedad superficial del suelo. “El 74% de la biodiversidad del Mediterráneo está perdida. El suelo se degrada a una velocidad alarmante. La captura de carbono natural está en retroceso”.

Pero la crisis no es solo ecosistémica. También es social e individual. Citando una encuesta realizada a 10.000 jóvenes de entre 13 y 24 años en países desarrollados y en desarrollo, reveló que el 75% de ellos siente que el futuro es aterrador y que más de la mitad cree que la humanidad está condenada. A eso se suma un aumento exponencial en casos de ansiedad ecológica, enfermedades autoinmunes y estados depresivos. “Vivimos en una cultura que nos desconectó de la naturaleza, de los otros y de nosotros mismos”, dijo. Y completó: “Estamos cansados, saturados, desbordados. Y eso también es parte del colapso”.

El concepto que dio nombre al ciclo –la inteligencia colectiva– fue abordado por Sistek no como una moda ni como una consigna técnica, sino como una posibilidad civilizatoria. Pero para eso, primero había que ponerle nombre a lo contrario. “Nadie se levanta cada mañana pensando en cómo desestabilizar el clima. Sin embargo, eso es lo que hacemos colectivamente todos los días. A eso lo llamo estupidez colectiva. Y también es colectiva porque ninguna persona, por sí sola, podría causar ese daño”, explicó.

Según Sistek, lo que se juega en este momento histórico es una bifurcación de rumbo: seguir alimentando esa inercia degenerativa o animarse a crear nuevas formas de vida y organización basadas en la inteligencia compartida, la colaboración profunda y el rediseño de nuestros sistemas de creencias y de gestión. “Los problemas de nuestra época surgen del divorcio entre cómo pensamos los humanos y cómo opera la naturaleza. Para sanar, tenemos que volver a mirar los patrones de la vida”, propuso.

El viaje de la regeneración

Sistek dedicó buena parte de su exposición a desarrollar el concepto de regeneración, no como una moda discursiva –como advirtió que está ocurriendo con algunas empresas– sino como un proceso profundo de cambio de paradigma. “Regenerar es crear condiciones para que emerja más vida. Y eso se puede observar cuando aumentan cuatro atributos: la vitalidad, la integridad, la salud y la belleza”, definió. Esa belleza, aclaró, no es estética sino vincular: “Tiene que ver con cómo tejemos relaciones significativas, con cómo integramos y trascendemos nuestras formas anteriores de vincularnos”.

En esa línea, propuso entender a las organizaciones como organismos vivos, anidados en territorios, bioregiones y sistemas más amplios. “Toda organización está en movimiento. Tiene ritmos, tensiones, aprendizajes. Y también dolores”, explicó. Tras relevar más de 2.500 “dolores organizacionales” en empresas de diversos tamaños, identificó seis fuentes recurrentes: estrategia, estructura, gobernanza, estilos de liderazgo, procesos y comunicación. Son, según su experiencia, las zonas clave donde intervenir para aumentar la resiliencia y la coherencia entre lo que una organización dice, hace y genera.

Aprender a florecer

Uno de los momentos más resonantes de la disertación fue cuando Sistek planteó que muchas organizaciones, y muchas personas, están atrapadas en un modelo de planificación lineal: se define un futuro ideal, se traza un plan y se trabaja para reducir la brecha entre ese sueño y el presente. Pero en contextos complejos, esa estrategia es frágil. “La naturaleza no planifica de esa manera. Lo que hace es observar profundamente dónde está, definir una dirección de viaje hacia más vitalidad, y dar el próximo paso posible. Eso se llama adyacente posible”, explicó.

Desde esa lógica, desarrolló un marco de regeneración organizacional basado en ese principio: alinear la estrategia, el liderazgo y la cultura interna con un proceso continuo de regeneración, paso a paso, desde el presente. “El sentido de dirección es más importante que el destino final. Lo que importa es que ese próximo paso sea coherente con el todo”, señaló.

Reconciliación

La dimensión espiritual y simbólica también estuvo muy presente en su exposición. Al ser consultado por la supresión del principio femenino y la pérdida del vínculo con la Pachamama –como lo expresó un participante del público–, Sistek recuperó la idea de reconciliación. “Tenemos que volver a emocionarnos con el mundo natural. Redescubrir su espíritu. Hay tecnologías que nos alejaron de esa conexión, como el arado, no por la herramienta en sí, sino por la violencia que implicó hacia los animales. Cuando le pegás a un animal, ya no podés ver el espíritu que hay ahí”, reflexionó. En ese marco, reivindicó el respeto profundo de las culturas ancestrales y el valor del animismo como forma de habitar el mundo con sensibilidad y conciencia.

También rescató una idea poderosa del biólogo chileno Humberto Maturana: “Amar es dejar aparecer al otro como un legítimo otro”. Desde esa perspectiva, el amor –entendido como respeto, escucha y legitimación del otro– puede ser la base de una nueva forma de organización, más humana, más viva y más sabia.

El cierre de la disertación no fue un cierre, sino una apertura. Ronald Sistek no quiso dar recetas ni certezas, sino sembrar preguntas: ¿Qué adyacente posible podés dar hoy, a nivel individual? ¿Cuál sería ese paso para tu organización? ¿Y para el sistema en el que estás inserto?

Los conceptos destacados

“Regenerar no es solo una tendencia conceptual o una estrategia empresarial: es un llamado profundo a crear condiciones para que emerja más vida en los sistemas que habitamos, desde el cuerpo individual hasta los territorios donde operan nuestras organizaciones”.

“Vivimos en un modelo que externaliza sus costos sobre la naturaleza, las comunidades más vulnerables y aún así insistimos en medir todo con la lógica de la rentabilidad y el crecimiento sin fin, como si el planeta no tuviera límites”.

“Estamos viviendo un momento de ruptura paradigmática donde coexisten, al mismo tiempo, los efectos de una estupidez colectiva que nos arrastra al colapso y las señales emergentes de una inteligencia colectiva que intenta sostener un mundo todavía posible”.

“No se trata de planificar un futuro soñado desde el control y la linealidad, sino de entender dónde estamos con honestidad, elegir una dirección vital y dar el próximo paso posible: eso es lo que la naturaleza ha hecho siempre para enfrentar la complejidad”.

“Si queremos ser sustentables en el largo plazo, no basta con neutralizar impactos ni compensar daños: hoy debemos restaurar, reconciliarnos con el mundo natural y activar procesos regenerativos que devuelvan salud, integridad, vitalidad y belleza a nuestros vínculos y estructuras”.

“Las organizaciones no son máquinas ni estructuras estáticas: son organismos vivos, anidados en territorios, que laten con ritmos propios, enfrentan tensiones y tienen la capacidad de regenerarse si se conectan con su esencia y su entorno”.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/deportes

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