La educación secundaria no puede seguir siendo un espacio de expulsión silenciosa. Si de verdad queremos transformarla, habrá que combinar tecnología con humanidad, política con escucha, planificación con empatía.
En un contexto nacional atravesado por serios desafíos en materia educativa, la provincia de Salta ha lanzado una iniciativa que merece atención: la creación de la Red de Escuelas para la Prevención del Abandono Escolar. Impulsada por el Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, esta política busca intervenir de forma directa en uno de los problemas más persistentes del sistema: la deserción en la escuela secundaria.
La red está compuesta por 50 instituciones distribuidas en 14 departamentos, alcanzando a más de 25.000 estudiantes, es decir, alrededor del 30% de la matrícula del nivel. Cada uno de esos jóvenes representa una historia, una apuesta por la educación como herramienta de inclusión, desarrollo y dignidad.
Desde una mirada crítica, se espera que esta política no se limite a lo declarativo. La implementación de estrategias concretas —como el fortalecimiento del vínculo pedagógico y el acompañamiento personalizado a las trayectorias escolares— señala un avance. También resulta auspicioso el uso del sistema SINIDE para el seguimiento en tiempo real, permitiendo una intervención más precisa. Sin embargo, es necesario tener presente que las herramientas tecnológicas, por sí solas, no garantizan resultados. Lo central seguirá siendo la capacidad de cada institución para interpretarlas y actuar con sensibilidad sobre los datos que brindan.
El rol de los equipos escolares resulta fundamental. Directivos, docentes, preceptores, tutores, trabajadores sociales y psicopedagogos son quienes cotidianamente sostienen el trabajo con los estudiantes. La política pública puede brindar un marco y recursos, pero sin compromiso institucional, los efectos serán limitados. En este sentido, sería oportuno asegurar que las propuestas respondan a las realidades concretas de cada escuela y no terminen siendo un molde uniforme difícil de aplicar en territorios diversos.
Talleres sobre emociones, derechos, vínculos y proyectos de vida pueden tener un impacto positivo si se desarrollan con continuidad y sentido pedagógico. Pero aún queda por ver si esta red logrará consolidar una escuela que convoque, que emocione, que represente algo más que una obligación. Prevenir el abandono escolar no es solo retener, sino ofrecer motivos genuinos para quedarse.
El acompañamiento de organizaciones como CIPPEC y equipos interdisciplinarios refuerza el componente técnico de la iniciativa, aunque el desafío mayor sigue siendo político y social: sostener la propuesta en el tiempo, blindarla de cambios de gestión y garantizar su expansión sin perder profundidad.
Es destacable que se contemple no solo la prevención, sino también la posibilidad de recuperación de quienes han abandonado sus estudios. Contactarlos, entender sus motivos y ofrecerles una nueva oportunidad es un enfoque reparador que muchas veces se deja de lado en las políticas educativas. Pero esto también implica recursos, coordinación con otros niveles del Estado, y una comunidad dispuesta a involucrarse.
La construcción de una red como esta no puede hacerse solo desde una oficina. Requiere diálogo, articulación real con municipios, familias, organizaciones barriales y medios. La escuela sola no alcanza; necesita respaldo y acompañamiento sostenido. El tiempo dirá si la propuesta salteña logra ese nivel de sinergia.
La propuesta desaborda buenas intenciones. Sin embargo, la historia de la educación argentina está llena de planes que comienzan con entusiasmo y terminan diluidos. Por eso, más allá de celebraciones anticipadas, lo que se necesita es seguimiento, coherencia y participación genuina de quienes están en las aulas todos los días.