Mientras el sol acompaña a los visitantes de Aguas Blancas, en algunos momentos se forman largas colas para atravesar el río Bermejo a través de chalanas. El movimiento es abrumador, el paso de mercancías es incesante y nadie está sin trabajo, porque eludir el alambrado hoy es la puerta de ingreso de cientos de pasadores y también la aventura del visitante.
La obra ya fue terminada y entregada, y tal como se preveía, quedó corta. Quizá le hacen falta unos cientos de metros más, y aun así, la presión de la masa de personas que transita por esa frontera fluvial hace imposible cualquier forma de detener no solo el tráfico, sino también la necesidad de trabajar y de proveerse de elementos que en la otra orilla valen menos de la mitad.
Detrás del alambrado crece un bosque de árboles y, debajo de él, una densa y tropical maleza.
Las personas caminan los doscientos metros y, de pronto, termina la cerca y comienza un pasillo angosto atestado de feriantes de todo tipo, pasillo que lleva directamente a la playa. Allá arriba están los efectivos de Gendarmería Nacional, perfectamente pertrechados y visibles, en patrullas fijas que observan el paso de miles de personas de un lado y del otro en ese angosto corredor que da vida.
Aunque parezca increíble, ese paso clandestino hacia las chalanas le da vida al municipio. Por él transitan miles de personas que llegan en todo tipo de transporte. Las calles de Aguas Blancas están colmadas de vehículos, y conseguir un estacionamiento en una calle puede costar miles de pesos, si es que se encuentra.
Cambistas virtuales. En la otra orilla si no tenés efectivo reciben transferencias a través de bancas virtuales y ya tenés pesos en el acto.
El trabajo de las personas es incesante. A los choferes del transporte público les suda la gota gorda: no hay viaje en que los pasillos de los ómnibus públicos no estén colmados de todo tipo de mercancías. Las colas de los pasajeros son interminables y las esperas, a veces, duran horas.
Atravesar el río solo cuesta 2.000 pesos argentinos. Tras pasar la frontera, el visitante se encuentra con un balcón de puestos de comida, donde almorzar con jugo natural incluido cuesta solo 3.000 pesos.
Todo lo que se puede ver en esa frontera fluvial es comercio y su logística en ambas orillas. Los argentinos son gastadores.
Los comercios en Bermejo no tienen límites. El furor del “gauchaje” es tal que las calles de la ciudad se habilitaron para albergar puestos de venta de todo tipo de artículos. El show minorista comienza a las 7, pero el trabajo allí arranca a las 5 de la madrugada.
Nadie duerme en Bermejo: todo es comercio y logística. Desde la frontera boliviana hacia nuestro país, las embarcaciones se cargan repletas de mercancías. Cientos o miles de viajes realizan las chalanas por día.
Sí llama la atención que en las playas argentinas se encuentren uniformados de la Prefectura Naval exhibiendo armas, y del otro lado, una respuesta acorde. Mientras eso ocurre, detrás del alambrado quedó Gendarmería Nacional. A las 6 de la tarde, todo se termina. La soledad.