La participación de Santiago Peña en el Foro Madrid vino a confirmar varias cuestiones. La primera, los límites difusos entre el Gobierno y el partido, con las instituciones puestas al servicio de una ideología excluyente -como la que defiende Santiago Abascal, líder del partido español Vox, organizador del evento- que poco tiene que ver con la realidad de Paraguay.
No es la única, pero quizás sí la más importante. La segunda es la comunión entre la diplomacia del presidente y el discurso electoral de Honor Colorado. Para complacer al ala más dura del movimiento, Peña recibió a Abascal como si se tratara de un mandatario y no un diputado bastante cuestionado en su país, conocido por difundir fake news, deshumanizar a los migrantes y concebir a sus rivales políticos como enemigos irreconciliables. Abascal es la antítesis de la política, pero es problema de Abascal.
Peña abrió el Foro Madrid con un discurso radicalizado: “Paraguay siempre ha defendido el bien sobre el mal”
En cambio, un jefe de Estado debería codearse con sus pares. Si Peña no quiere una foto con Pedro Sánchez, probablemente demasiado “woke” para su gusto, podría probar con Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición española y al frente del Partido Popular, la derecha clásica, moderada y afín a lo que Peña dice defender en cada viaje que hace al exterior.
Pero Peña optó por ir a un evento “antiglobalista” junto a referentes que postulan una visión desfasada en muchos aspectos. Y lo hizo con un mensaje calcado de otros compañeros de partido de línea intransigente, como Raúl Latorre o Lizarella Valiente, los mismos que lo pusieron en un aprieto con el convenio educativo entre Paraguay y la Unión Europea por considerar que traficaba “ideología de género” en su contenido.
Plantear la disyuntiva del “bien contra el mal” es propio de un discurso mesiánico o fascista -casi lo mismo-, lo opuesto a la democracia, al debate, a los fundamentos de cualquier república que se precie de tal. Sin embargo, las palabras del presidente en la inauguración del foro ultraderechista dejaron traslucir una paranoia: sí, Peña discute con fantasmas. Primero habría que preguntarse qué es el “wokismo” y, después, cuán “woke” es el país que gobierna desde agosto de 2023.
Si Peña no quiere una foto con Pedro Sánchez, probablemente demasiado “woke” para su gusto, podría probar con Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición española y al frente del Partido Popular, la derecha clásica, moderada y afín a lo que Peña dice defender en cada viaje que hace al exterior
Peña se despachó contra el aborto. Paraguay es uno de los países más restrictivos en esa materia: solo se permite interrumpir un embarazo de forma legal si la vida de la gestante está en riesgo. Ni cuestión de salud pública ni derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo. Tampoco parece necesaria la educación sexual en el segundo país de la región con más embarazos adolescentes. Too woke.
El Peña del pasado, a favor del matrimonio igualitario, parece haber dado paso al “inflexible guardián de los valores fundamentales”, al garante de “los grandes valores de libertad, familia, tradición y Dios” y al protector de la familia, que para el cartismo solo puede ser una “familia tipo”. La insistencia es llamativa: su partido ha gobernado por décadas y se ha encargado de clausurar cualquier tipo de discusión, algo patente hasta hoy. Es curioso hablar de “woke” en uno de los pocos países de Sudamérica que no ha tenido ni un solo avance en derechos de las personas LGBT.
El Partido Colorado ha puesto a Paraguay en la misma lista que Perú y Venezuela, un hecho que los debe inflar de orgullo. Si sos gay o lesbiana pueden despedirte de tu trabajo sin ningún justificativo. Si sos una persona trans, tu nombre de nacimiento te acompañará en todos los documentos oficiales, y en tus interacciones sociales e institucionales, hasta la tumba. Y si querés casarte con la persona que amás y tenés la mala suerte de que sea de tu mismo sexo, bueno, te queda Argentina.
El Peña del pasado, a favor del matrimonio igualitario, parece haber dado paso al ‘inflexible guardián de los valores fundamentales’, al garante de ‘los grandes valores de libertad, familia, tradición y Dios’ y al protector de la familia, que para el cartismo solo puede ser una ‘familia tipo’
En otras palabras, un país con ciudadanos de primera -al menos en los papeles- y otros de segunda, borrados del discurso público. Lo que le gusta a Abascal o al chileno José Antonio Kast, con quien Peña también se sacó una foto. Resta por ver con qué cara mirará Peña a Sánchez o Gabriel Boric la próxima vez que coincidan en una vista oficial o en algún foro internacional. Peña podría haberse ahorrado su participación, pero se quedó para escuchar a Lizarella decir que la homosexualidad era una moda.
A lo “woke” se lo combate con discursos de odio, más o menos camuflados, pero discursos de odio al fin. No basta con negar derechos o reivindicaciones, hay que humillar. Es gratis, no tiene costo político y es combustible para un sector del electorado. Lo más grave no es machacar con prejuicios, enorgullecerse de la ignorancia propia y ajena o atacar abiertamente a un grupo de personas por su orientación sexual.
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Al menos no lo es para Peña. Pero para un presidente sí es grave ofrendar la diplomacia en el altar de la ultraderecha para calmar a los correligionarios más incendiarios. Peña se olvidó del país abierto y moderno que vende puertas afuera para conseguir inversiones, de su defensa al multilateralismo, a la cooperación internacional y al pragmatismo que lo caracterizó en un primer momento.
No se puede ser dos cosas antagónicas a la vez. No hay vuelta atrás cuando se cruza el Rubicón. Ningún cartista podrá ahora cuestionar su pureza. Quizás era lo que buscaba. De ser así, cumplió su misión.
Fuente: https://www.lapoliticaonline.com