Desde su primer aliento en el Chaco Salteño, Oscar Palavecino llevó la música en la sangre. Huérfano de madre a los doce años, encontró refugio en el hogar de su tía Damacita, cuyos brazos generosos compartieron el pan escaso y le enseñaron que la música es el mejor refugio. Aquel niño pobre, marcado por trabajos humildes y los dulces mangos silvestres, supo muy pronto que su destino estaba ligado al canto. “De Tartagal nunca me fui”, repite, recordando cómo este pueblo joven de calles de tierra le abrió las puertas a un nuevo hogar cuando llegó del Paraje Rancho el Ñato.
En la Asociación Gauchos de Güemes de Tartagal sintió los primeros aplausos que eran para él y que lo impulsaron a llevar su canto más allá de las fronteras locales. A sus 65 años y con más de cuatro décadas de éxitos continuos, el escenario sigue siendo el lugar que maneja a su gusto; y cuando canta en Tartagal enfrente a sus amigos de la infancia, sus ex compañeros de trabajos, su extensa familia de tíos, primos y ahora hijos y nietos de todos ellos, entrega un repertorio cargado de emoción.
Cada canción que interpreta lleva el eco de su tía Damacita y de aquellos sacrificios de su infancia. Con ternura, él mismo escribió los versos para honrarla, evocando la imagen de una mujer humilde, de pies cansados y manos callosas pero a la que nada ni nadie la doblegó, menos la pobreza.
“Cuídenme los mangos”, suele decir, remembrando la fruta que alimentó no solo su cuerpo, sino también su espíritu y el de tantos niños que crecieron como él, caminando en esas siestas de calor insoportables las calles de Tartagal repletas de frutas de mango.
“El Chaco es pobre arriba, pero rico abajo”, afirma, uniendo con su canto la memoria de colonos y comunidades ancestrales. El vínculo de Palavecino con el Chaco no se limita al folclore: conoce de las riquezas ocultas bajo el suelo —acuíferos que de tan grandes son verdaderos mares subterráneos, petróleo, litio- que despiertan ambiciones y lamenta las disputas territoriales con los pueblos originarios con los que los criollos convivieron por casi dos siglos en paz pero vino la política y todo lo malogró enfrentándolos a unos con otros. Con voz firme reclama que se reconozca la herencia de quienes habitaron esa tierra, tanto originarios como criollos.
A Tartagal regresa con frecuencia para compartir no solo su música, sino también ayuda tangible: lleva colchones, frazadas y un abrazo solidario, como lo hizo por años organizando los festivales solidarios; no lo dice abiertamente pero se lo escucha cansado de tanta crítica vana.
Pero su compromiso y su sentir con la ciudad se confirma cada 12 de junio, cuando la Serenata a Tartagal convoca a miles de voces que entonan con él temas en un encuentro casi mágico. Más que un artista, Oscar Palavecino es la memoria viva de un pueblo resistente. En estos 101 años de Tartagal, su voz se alza como un faro de pertenencia, recordando que la auténtica grandeza nace de las raíces y de la fuerza colectiva de una comunidad que quiere permanecer unida.
“Por siempre amor, mi gran amor, por siempre amor!” son los versos que parecieran dedicados a una mujer imaginaria pero para los tartagalenses es la promesa de amar siempre a esta tierra agreste, difícil, de soles impiadosos y veranos casi insoportables al que Oscar Esperanza Palavecino no vuelve, está siempre porque como él mismo lo reconoce, nunca se fue.
Tartagal se prepara para una nueva edición de su gran fiesta cultural
Junio vuelve a convertir a Tartagal en un epicentro de encuentro para el norte argentino y el sur de Bolivia. Como cada año, la ciudad celebra una de sus festividades más convocantes, donde se combinan tradición, música popular y fuerte sentido comunitario.
En esta oportunidad, el espectáculo central reunirá a tres referentes de la música argentina: Oscar “Chaqueño” Palavecino, Jorge Rojas y Christian Herrera, joven artista que brilló recientemente en el Festival de Cosquín. También estarán presentes Marcela Ceballos y la banda tropical Karicia, completando una grilla que promete variedad y emoción.
El evento se realizará a partir de las 21 horas en el Predio del Centenario, en la entrada de Villa General Güemes, el barrio fundacional de la ciudad. La entrada será libre y gratuita.