Un perro, un tetrabrik de vino y una carcajada colectiva: los ingredientes de una escena tan cruel como reveladora que sacude a Rosario de la Frontera. Un grupo de jóvenes fue filmado mientras obligaba a un perro a consumir alcohol en el Arroyo Salado, camino a las Termas. Lejos de un gesto inocente, el acto generó una ola de repudio en redes sociales y puso otra vez en la mira la violencia disfrazada de diversión.
El video -que se viralizó rápidamente- muestra cómo uno de los jóvenes sostiene un envase con vino y lo lleva al hocico del animal, que se muestra confundido y forzado a ingerirlo. Alrededor, risas, burlas y festejos. Lo que para ellos fue una “gracia”, para la sociedad entera fue un acto de maltrato injustificable.
Las imágenes no tardaron en provocar una reacción feroz. “No es una broma, es maltrato animal”, sentenció una vecina al compartir el video. Decenas de usuarios sumaron sus voces, exigiendo no solo la identificación de los responsables, sino también su sanción penal. Las organizaciones de protección animal también se hicieron eco del hecho y pidieron intervención judicial inmediata.
La indignación social no es casual: este tipo de episodios reflejan una alarmante desconexión emocional con los animales. En tiempos donde se lucha por instalar la tenencia responsable y el respeto por los seres vivos, situaciones como esta demuestran que todavía queda mucho por hacer.
El repudio, esta vez, fue tan fuerte que ya se habría avanzado en la identificación de los involucrados. Según fuentes locales, los jóvenes podrían enfrentar cargos por maltrato animal bajo la Ley 14.346, que pena estas conductas con multas e incluso prisión.
Pero más allá de la sanción, el caso deja planteado un dilema más profundo: ¿qué tipo de sociedad estamos formando si naturalizamos el sufrimiento ajeno como entretenimiento? El perro no eligió beber. Fue víctima de una broma perversa, en la que el consentimiento y el respeto brillaron por su ausencia.
Hoy, en Rosario de la Frontera, no se habla de otra cosa. No por el video viral, sino por lo que revela: que la crueldad puede estar al alcance de una botella, una cámara de celular y una risa inconsciente. Y que, más que nunca, debe haber consecuencias.
¿Qué pasa si un perro toma alcohol?
Lo que algunos llaman “una broma” puede tener consecuencias muy serias. El sistema digestivo y nervioso de los perros no está preparado para metabolizar el alcohol, y su ingesta puede llevar a una intoxicación etílica, daño orgánico grave o incluso la muerte.
El vino, además, es doblemente peligroso: no solo contiene etanol, sino que además está hecho con uvas, uno de los alimentos más tóxicos para los perros.
Los síntomas de intoxicación alcohólica en perros incluyen:
Mareos, falta de coordinación y tambaleos .
Vómitos, diarrea, deshidratación.
Cambios bruscos de comportamiento: hiperactividad o letargo.
Espuma en la boca, convulsiones o problemas respiratorios.
En casos extremos: coma etílico o muerte.
Además del vino, hay que tener cuidado con alimentos fermentados, dulces con licor, productos de limpieza o cosmética con alcohol, y masas crudas con levadura.
Si sospechás que tu perro bebió alcohol, llevalo de inmediato al veterinario. No intentes provocarle el vómito sin supervisión profesional: podría ser peor.
No fue una travesura: fue crueldad
Este episodio pone en evidencia, una vez más, lo lejos que estamos de comprender que el respeto hacia los animales no es opcional. La falta de empatía, el exhibicionismo en redes y la necesidad de “contenidos virales” han generado un contexto donde hasta el maltrato se convierte en entretenimiento.
La justicia deberá actuar, pero también nosotros, como sociedad. Porque no se trata solo de sancionar a quienes obligaron a un perro a beber vino: se trata de empezar a educar para que estos actos dejen de repetirse.