Todo empezó con un cuerpo en el patio del conventillo: el crimen real que inspira el último libro de Daniel Balmaceda

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La novela ‘El crimen de Año Nuevo’ de Daniel Balmaceda reconstruye un episodio real marcado por la inmigración y el choque de culturas

Corre 1881. Un crimen en un conventillo del barrio Norte ha sacudido profundamente a la comunidad napolitana, revelando las tensiones latentes entre sus habitantes. El cuerpo de la víctima ha sido encontrado en el patio, y el incierto entorno que lo rodea ha dado paso a un mar de conjeturas e inquietudes entre los inquilinos. Se sospecha de posibles móviles como venganza: celos, ajustes de cuentas o rencores personales, cada uno más inquietante que el anterior. Sobre ese crimen, que existió, trabaja esta vez Daniel Balmaceda, el periodista, escritor e historiador que apasionó a los lectores con títulos como Romances turbulentos de la historia argentina, La comida en la historia argentina y El apasionante origen de las palabras, entre otros.

El crimen de Año Nuevo Por Daniel Balmaceda eBook Gratis Descargar

Esta vez se trata de una novela, la segunda. Aunque -cosas del oficio- se mete con un caso real para tratarlo, un poco, como ficción. Eso es El crimen de Año Nuevo.

El segundo volumen de ficción de Balmaceda está escrito con el detalle propio del que conoce la historia y sabe dónde buscar y qué rescatar para construir una trama en la que, como en la actualidad, la inmigración, los vínculos personales y la lucha por la supervivencia se entrelazan en un escenario marcado por el crecimiento urbano y el choque de culturas.

Balmaceda atrapa al lector desde “Trece palabras”, una suerte de prólogo que deja al lector ávido por conocer qué se esconde en esa carta recibida por el jefe de Policía, Marcos Paz. Y la curiosidad irá in crescendo, porque el escritor se tomará su tiempo para construir el clima, dando a conocer a sus protagonistas, sus historias, el contexto histórico. Todos seremos testigos de los sucesos mientras también lo somos de la Buenos Aires del tardío siglo XIX.

El asesinato en un conventillo de Buenos Aires en 1880 revela las tensiones sociales y culturales de la ciudad en transformación

De a poco, también, el lector descubrirá las distintas capas que guarda esta novela, en la que pasión, historia y policial se entrelazan para conjugar un libro fascinante. Este es su diálogo con Infobae.

—La novela se titula El crimen de Año Nuevo, y suele existir cierta hipótesis acerca de las fiestas de fin de año como momentos emocionalmente fuertes. ¿Hay algo de esto en la elección de ese momento para centrar la historia?

—La elección de esa fecha fue impuesta por los protagonistas reales del caso. El crimen ocurrió el 1 de enero de 1881, y esa fue una de las razones que me atrajo desde el primer momento. No solo por la precisión cronológica, sino también por la carga simbólica que encierra ese día. El comienzo de un año está asociado a promesas, reinicios y deseos. Que un crimen se planifique justamente en ese instante genera un contraste potente entre la esperanza colectiva de lo nuevo y la oscuridad de un acto premeditado. Ese choque entre celebración y tragedia constituye parte del corazón de la novela.

—Giovanni y Filomena son inmigrantes a los que les “toca” vivir diferentes sucesos complejos. ¿Creés que la misma condición de migrantes preconfigura o precipita ciertos acontecimientos?

—En esta historia, la condición de inmigrante no es un simple telón de fondo: atraviesa a los personajes y condiciona muchas de sus decisiones. Giovanni, Filomena, Rossi, Spaccamonte, Concheta y Sassano se insertan en un país que desconocen, con escasas certezas y múltiples carencias. No cuentan con redes de contención, no dominan completamente la lengua y deben adaptarse rápidamente para sobrevivir. Esa vulnerabilidad define sus vínculos, sus posibilidades de progreso y también sus carencias.

El desarraigo, la nostalgia y la adaptación forzada no solo modelan su mirada del mundo, sino también su forma de enfrentar los conflictos. A diferencia de quienes ya están integrados al entramado social, ellos viven cada experiencia con una intensidad distinta: todo puede representar una amenaza o una oportunidad decisiva.

No es casual que, en el caso real que inspira esta novela, los protagonistas sean inmigrantes. Su historia representa a cientos de trayectorias marcadas por el esfuerzo y la incertidumbre. Y creo que esa mirada sociológica —que parte de lo individual para revelar lo colectivo— es clave para comprender tanto el crimen como el contexto en el que se gestó.

La trama sigue a Giovanni y Filomena, inmigrantes napolitanos cuya historia refleja la esperanza y los desafíos de los recién llegados a Argentina

—Esta es tu segunda novela, que tiene un fuerte componente histórico. ¿Es difícil apartarse de un género que te es tan familiar?

—En mi caso, no hay una separación tajante entre la narrativa y el trabajo histórico; son espacios que se complementan. Nunca me impuse la disyuntiva de escribir “una cosa o la otra”. De hecho, actualmente tengo en marcha proyectos narrativos y, paralelamente, otros libros de historia de corte más clásico. En este trayecto, lo que más exige mi esfuerzo no es generar tensión narrativa, sino garantizar el rigor histórico: cada escena debe apoyarse en hechos verificables o, al menos, ser coherente con el espíritu de la época.

Esto no implica que descarte escribir, en algún momento, una ficción completamente desligada de hechos reales. Pero incluso entonces, la ambientación sería rigurosa. Un ejemplo concreto: en El crimen de Año Nuevo es la escena del paseo de primavera en el Parque 3 de Febrero. No me conformaba con narrar que tres protagonistas caminaban por allí: quise reconstruir cómo era realmente ese paseo en 1880, cómo lo vivía la gente, qué se veía, qué se escuchaba. Ese nivel de detalle, fruto de la investigación, es lo que otorga coherencia al relato.

—En el capítulo “La historia detrás de la novela” empezás contando que esta nació cuando investigabas los sucesos para Los caballeros de la noche. ¿Por qué no seguiste por ese lado y se transformó en tu primera novela?

—Los caballeros de la noche, mi primera novela, posee entidad propia, rigurosidad y fuerza narrativa. Mientras escribía su tramo final, surgió una necesidad documental que me llevó a revisar otros expedientes judiciales. Así fue como di con el caso de El crimen de Año Nuevo. Su potencia era tal que supe de inmediato que debía preservarlo. Lo copié, lo archivé y lo dejé reposar. Era evidente que requeriría tiempo, investigación adicional y una inmersión más profunda en el universo inmigrante, en su vida cotidiana, sus tensiones y sus impulsos.

Si bien ambas novelas están ambientadas en la misma época, comparten atmósferas, escenarios y hasta algunos guiños que los lectores atentos podrán identificar, se trata de relatos autónomos, con delitos, protagonistas y estructuras narrativas distintas. Los caballeros de la noche fue mi puerta de entrada a este tipo de narrativa, y la respuesta de los lectores fue altamente satisfactoria. El crimen de Año Nuevo busca mantener ese entusiasmo, pero con méritos propios.

Los antiguos conventillos de Buenos Aires.

—Es claro que tomás el trabajo con rigor, investigando aquí y allá los sucesos, siendo muy respetuoso con la realidad de tus ficciones, ¿eso se debe a tu práctica profesional?

—Sí, sin duda. Y aprovecho esta pregunta para hacer una aclaración importante: suele creerse que el divulgador simplemente traduce investigaciones académicas al lenguaje del gran público. Pero ¿acaso el divulgador no investiga? En mi caso, dedico buena parte de mi tiempo a trabajar en archivos, hemerotecas y bibliotecas. La investigación es, sin dudas, la parte que más disfruto de mi profesión. El placer del hallazgo no tiene comparación. Se puede indagar en las fuentes y, a la vez, difundir con claridad.

Un ejemplo notable de que la investigación rigurosa y la divulgación no son mundos incompatibles fue Félix Luna, quien supo conjugar ambos con enorme talento.

—Como escritor de libros de divulgación histórica, ¿creés que el camino lógico del escritor es la novela histórica?

—No creo que exista un “camino lógico” que conduzca de la divulgación histórica a la novela. Conozco a numerosos autores que han trabajado con gran solvencia en el ámbito de la divulgación y nunca cruzaron esa frontera. La narrativa histórica es una herramienta más, no un destino inevitable.

Sin embargo, la novela histórica, cuando se construye sobre fuentes sólidas, ofrece algo distinto: permite dotar de profundidad emocional a hechos que, en los libros de historia, pueden resultar más acotados. Además, posibilita conectar con nuevos públicos, quizás menos interesados en el formato tradicional del ensayo. En mi caso, la narrativa ha sido una forma de ampliar el registro sin renunciar a la veracidad.

—Ahora que ya sumás una novela más a tu vasta bibliografía, ¿te atrae seguir escribiendo ficción?

—Sí, absolutamente. Pero no cualquier ficción. Me atraen especialmente aquellas historias que nacen de hechos reales, de expedientes olvidados, de episodios que merecen ser contados. Lo que más disfruto no es imaginar, sino descubrir. Por eso, cuando aparece un caso que me conmueve o me intriga, siento el impulso de reconstruirlo con la mayor fidelidad posible, buscando que conserve su fuerza narrativa y su alma.

Probablemente, en algún momento escriba una ficción completamente desvinculada de un expediente o de un hecho comprobable. Pero incluso en ese caso, la ambientación será estricta. Podría permitirme inventar un personaje, pero no ubicarlo en una calle que aún no existía o hacerlo abordar un tranvía que no circulaba por esa zona.

*El crimen de Año Nuevo se presentará oficialmente, con entrada libre y gratuita, en el Museo de los Inmigrantes Av. Antártida Argentina S/N, 1104, C. A. B. A., el 29 de junio a las 15:30.

Fotos: Alejandra López/ Prensa Sudamericana – Penguin Random House.

Fuente: https://www.infobae.com/america/

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