La opinión pública internacional fijó por un momento su mirada sobre Annobón, una isla olvidada situada en el Golfo de Guinea a 500 kilómetros de la costa de África Occidental con una superficie de apenas 17 kilómetros cuadrados y una población de alrededor de 5.000 habitantes perteneciente a Guinea Ecuatorial, una excolonia hispana que es el único país africano de habla hispana. Orlando Cartagena Lagar, primer ministro de un autotitulado gobierno autónomo que persigue el reconocimiento de la independencia isleña, invocó la antigua pertenencia del territorio al Virreinato del Río de La Plata para solicitar la colaboración de la Argentina y hasta insinuó la posibilidad de una anexión o de la configuración de un “estado libre asociado”.
La población de la isla denuncia desde hace años una brutal desatención por parte de las autoridades guineanas que llegó hasta desencadenar una verdadera crisis humanitaria. A través de sucesivas “Asambleas Generales del Pueblo Annobés” en 2021 se sentaron las bases para una declaración unilateral de la independencia, que incluyeron la creación de un “Comité Constitucional” y la redacción de un proyecto de constitución para una futura República de Annobón. En 2024 el persistente reclamo permitió la incorporación de Annobón como miembro de la UNPO, la “Organización de Naciones y Pueblos no Representados”, un organismo dependiente de las Naciones Unidas.
Pero para entender lo que sucede en Annobón es imprescindible focalizar la vista en Guinea Ecuatorial. Teodoro Obiang Nguema, de 82 años, es el dictador más longevo del planeta. Este año cumple 46 años al frente de este antiguo enclave español en el continente africano. Asumió el poder en 1979, cuando encabezó un golpe de estado que derrocó a su tío, Francisco Macías, primer presidente tras la independencia lograda en 1968, quien luego fue juzgado y fusilado. Obiang fue reelecto seis veces consecutivas. En la última elección, celebrada en 2022, que fue calificada de fraudulenta por sus competidores, obtuvo el 94% de los votos.
El descubrimiento de petróleo en la década del 90 promovió un “boom” económico que convirtió a Guinea Ecuatorial en el país con mayor ingreso por habitante de África negra. Esa prosperidad estuvo acompañada por la concentración de la riqueza en la familia presidencial y sus allegados, por lo que no implicó una reducción significativa en los elevados índices de pobreza, pero sí posibilitó la realización de obras de infraestructura que mejoraron la vida de la población y contribuyeron al enriquecimiento de la minoría gobernante.
En 2016 Obiang, afectado por problemas de salud, delegó las tareas administrativas en su hijo mayor, Teodoro Nguema Obiang Mangue, popularmente conocido como “Teodorín”, quien fue designado vicepresidente. El primogénito ya era conocido en Occidente por su vida lujosa y habría afrontado acusaciones judiciales por lavado de dinero en Francia, Suiza y Estado Unidos. Pero “Teodorín” no está solo: autorizado por las normas islámicas, tiene cuatro esposas y sus hijos ocupan cargos expectables en la estructura gubernamental.
En 1987, tras ocho años de encabezar un régimen militar, Obiang creó el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), nacido como partido único, aunque en 1991 impulsó una apertura que autorizó la aparición de partidos opositores. El PDGE proclamó a Obiang “Hermano Militante”. Ese “culto a la personalidad” se manifestó asimismo en la formación de diversas organizaciones paraestatales, entre ellas “Amigos de Obiang” y “Jóvenes de Obiang”.
Formalmente el PDGE compite con la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), adherido a la Internacional Socialista, y diversos partidos menores que el régimen tolera y hasta auspicia para mejorar su imagen internacional. El oficialismo controla la totalidad de las bancas del Parlamento. Recientemente el gobierno disolvió “Ciudadanos para la Innovación” (CI), una fuerza que cuestionaba la legitimidad del sistema imperante. Su líder y excandidato presidencial, Gabriel Nsé Obiang (sin vínculo con el clan presidencial), fue condenado a 29 años de prisión.
Más allá de la férrea concentración de poder en el clan gobernante, la constitución vigente establece una estructura administrativa altamente descentralizada. El país está dividido en ocho provincias, 31 municipios, 65 distritos urbanos y 756 “Consejos de Poblado”, a nivel de aldeas. Esa estructura permite conciliar las formalidades constitucionales con las antiguas estructuras tribales.
Obiang, un pragmático por naturaleza, buscó siempre mantener un equilibrio cuidadoso en sus relaciones internacionales. Desde el descubrimiento del petróleo Estados Unidos es el mayor inversor extranjero pero la cooperación bilateral se vio disminuida por las observaciones del Senado norteamericano sobre la violación de los derechos humanos. Esas desavenencias llevaron a Obiang a fortalecer sus vínculos amistosos con Rusia y China.
En su diálogo con Moscú, Obiang enfatizó siempre la importancia de coordinar acciones conjuntas contra el terrorismo islámico, una cuestión que en principio no mereció objeciones de Washington, que mira empero con recelo que esa colaboración en materia de seguridad abra camino para una presencia militar rusa en territorio guineano.
La relación con China es otro motivo de preocupación para Estados Unidos. El Pentágono sospecha que la intención de Beijing es instalar una base naval en Guinea Ecuatorial, lo que le otorgaría a la Armada china una plataforma de acceso al Océano Atlántico. Si bien Obiang desmintió la existencia de negociaciones en ese sentido, la adhesión guineana a la iniciativa de la Franja y de la Ruta permite a China la construcción de un puerto sobre el Atlántico.
El vínculo con España
Una constante de la política exterior guineana fue su vínculo con España. Tanto el líder independentista Macías como su sobrino y sucesor Obiang mantuvieron una cordial relación con el régimen de Francisco Franco, una amistad que no se interrumpió con el post franquismo. Con el beneplácito del Partido Popular (PP), el PDGE fue incorporado como “miembro observador” en la Internacional de Centro, denominación de la antigua organización internacional democristiana, así como la oposición fue admitida en la Internacional Socialista. De allí que la “cuestión guineana” también haya pasado a formar parte de la agenda política española y que el actual gobierno izquierdista de Pedro Sánchez no disimule su hostilidad hacia Obiang.
Esa vinculación tiene antiguas raíces históricas. Guinea Ecuatorial fue colonia portuguesa desde 1471, cuando el navegante lusitano Fernando Poo, quien buscaba una ruta hacia la India, tropezó con una isla cercana a la costa que después llevó el nombre de su descubridor y la zona se convirtió en un enclave para el tráfico de esclavos. Tres siglos más tarde, en 1777, el Tratado de San Ildefonso, que acordó los límites entre España y Portugal en varios puntos de controversia, entre ellos el Río de la Plata, traspasó la soberanía del lugar a la Corona hispana.
Por disposición del rey Carlos III, Guinea pasó a depender del Virreinato del Río de la Plata. El virrey Pedro de Cevallos envió un contingente para hacerse cargo del territorio. Las guerras de la independencia dejaron en el olvido a esa posesión virreinal. Una vez convertida transitoriamente en “tierra de nadie”, y tras una breve ocupación británica, Guinea volvió a manos españolas desde 1843 hasta su independencia en 1968 y Annabón siguió su suerte.
Por esas ironías del destino, las desastrosas consecuencias derivadas del abandono del régimen de Obiang convirtieron a estos lejanos antecedentes históricos en un argumento político. En un escenario global signado por la competencia entre Estados Unidos y China por el liderazgo es probable que las reivindicaciones independentistas de Annabón encuentren un eco distinto en Washington. En este contexto no convendría descartar la implementación de variantes jurídicamente heterodoxas en el campo del derecho internacional, al estilo de una “ciudad libre” con una base naval estadounidense instalada en una ubicación estratégica del Océano Atlántico.
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico