Con siete proyectos desarrollados a lo largo de los últimos veinte años, esta exposición ofrece un recorrido intenso y revelador por la forma en que el archivo —a veces caótico, a veces preciso— puede convertirse en una herramienta crítica, sensible y profundamente contemporánea.
Nicolás Martella y Joaquín Barrera.
La muestra ocupa cinco salas de Fundación OSDE.
Los materiales de archivo exhibidos provienen de cybers, fotocopias de materiales de estudio, y diarios.
Martella se define como “archivista de lo caduco”. El gesto tiene que ver apropiarse de imágenes en crudo, que no atraviesan ninguna edición y que no presentan un carácter estético per se, sino que el artista, al coleccionarlas, organizarlas, reordenarlas, en grupos, les otorga un valor de conjunto. Cada sala de la muestra propone una inmersión en ese universo saturado de imágenes, libros, objetos y papeles al borde de la desaparición. Pero aquí, en Fundación OSDE, todo eso encuentra un nuevo cauce, casi una segunda oportunidad.
La propuesta no ofrece respuestas definitivas, pero sí dispara preguntas inquietantes: ¿Cómo se construye la memoria del futuro? ¿Qué valor tiene aquello que ha sido rechazado? ¿Y cuál es el rol del arte cuando lo nuevo ya no alcanza?
El Paraíso de los Creyentes reúne más de 140 libros cuyo título comienza con “El arte de…”.
Una de las salas reúne fotos olvidadas en los cybers de La Plata.
El Salón de los Rechazados documenta 219 obras no retiradas del Salón Nacional.
Entre los proyectos más llamativos está El Paraíso de los Creyentes, una biblioteca viva integrada por más de 140 libros reales, todos con títulos que comienzan con “El arte de…”. Desde El arte de prensar flores hasta El arte de coleccionar moscas, esta colección funciona como un retrato irónico, y a la vez entrañable, de nuestras obsesiones por encontrar sentido y orden.
Otro núcleo fuerte es El Salón de los Rechazados, una especie de homenaje involuntario a las 219 obras presentadas al Salón Nacional de Artes Visuales… pero nunca retiradas. Apiladas en el subsuelo del Palais de Glace, estas piezas fueron redescubiertas por Martella y convertidas en una reflexión visual sobre lo que el sistema artístico produce y descarta con la misma rapidez.
Algunos de los proyectos exhibidos son inéditos o presentados por primera vez en esta muestra.
La lógica curatorial combina criterios de archivo con montaje expositivo contemporáneo.
En La realidad de la luz, la cámara del artista se posa sobre las paredes vacías del Museo Nacional de Bellas Artes. Doce fotografías en gran formato, acompañadas por chapas de bronce con la numeración original de las salas, resignifican el espacio expositivo como lugar de ausencias y silencios.
Y en Estilo e Iconografía (junto a Manuel A. Fernández), el foco está puesto en una arqueología particular: imágenes de obras de arte sacadas de apuntes y fotocopias de estudiantes, ampliadas y enmarcadas para cambiar por completo su sentido.
La exposición fue concebida a partir de un trabajo conjunto entre artista y curador iniciado años atrás.
Texto curatorial de Nada personal.
El catálogo reúne libros cuyo título comienza con “El arte de…”.
Fondos de pantalla de Windows.
Una puesta en escena también es una postura
Martella, que insiste en que “en ninguna parte dice que soy fotógrafo”, pero lo es y deja claro que lo suyo son los proyectos, no sólo los objetos. Proyectos que se toman su tiempo, que mutan, que se completan solo al ser compartidos. Algunos trabajos aquí son inéditos. Otros fueron realizados en colaboración. Todos comparten una misma inquietud: rescatar lo que parecía perdido, y proponer desde ahí una mirada crítica y poética sobre la cultura, la memoria y el paso del tiempo.
Cada sala presenta una puesta específica con una alta densidad visual.
La inauguración fue multitudinaria.
Un gesto político en tiempos complejos
La lógica curatorial combina criterios de archivo con montaje expositivo contemporáneo.
La muestra fue producida por Paula Cibello, Carolina Cuervo, Juana Fonrouge, Nadina Maggi y María Winsnes.
La exposición es también el resultado de años de trabajo conjunto entre el artista y el curador, y un ejemplo de cómo producir cultura en contextos adversos requiere no solo talento, sino también compromiso. En ese sentido, Fundación OSDE se convierte en un espacio clave para dar lugar a este tipo de propuestas, que combinan investigación, estética y pensamiento.
“Nada personal” es, paradójicamente, profundamente íntima. Cada imagen rescatada interpela al visitante, señalando la obsolescencia de las tecnologías de producción de imágenes como por ejemplo la fotocopia, el diario en papel que está desapareciendo o la foto de cámara digital pocket de principios de los 2000. Cada una de estas herramientas daba por resultado un tipo de imagen con características particulares, y es lo que se puede ver en la diversidad de las imágenes de la muestra.
En la foto Lorena Mendoça, Gerente de Promoción de la Salud y la Cultura, Nicolás Martella y Joaquín Barrera.
Dónde visitar la muestra
La muestra se puede visitar en Arroyo 807, Ciudad de Buenos Aires.
Con entrada libre y gratuita, “Nada personal” puede visitarse en Fundación OSDE (Arroyo 807, CABA) hasta el 30 de agosto. La inauguración contó con música de Ex Mujer.
La muestra se trata de una oportunidad única para acercarse a una propuesta que combina arte, archivo y memoria desde un enfoque tan íntimo como colectivo. Una oportunidad única para acercarse a una propuesta que combina arte, archivo y memoria desde un enfoque tan íntimo como colectivo.
Fuente: https://www.paparazzi.com.ar/