Laura Leguizamón y Julieta Makintach: ¿qué les pasó?

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El día 21 de mayo, aproximadamente a las 6:30 AM, tres miembros de una misma familia, que vivía en un departamento de la calle Aguirre 295, sexto “A”, en el barrio de Villa Crespo, en CABA, fueron atacados con armas blancas mientras dormían. Uno de ellos era el padre y los otros dos, los hijos del matrimonio del primero con Laura Leguizamón. El padre era Adrián Seltzer, de 53 años de edad; los hijos eran Ian, de 15 e Ivo, de 12.

El día 21 de mayo, aproximadamente a las 6:30 AM, tres miembros de una misma familia, que vivía en un departamento de la calle Aguirre 295, sexto “A”, en el barrio de Villa Crespo, en CABA, fueron atacados con armas blancas mientras dormían. Uno de ellos era el padre y los otros dos, los hijos del matrimonio del primero con Laura Leguizamón. El padre era Adrián Seltzer, de 53 años de edad; los hijos eran Ian, de 15 e Ivo, de 12.

Nadie pareció advertir que ninguno de los tres había comenzado sus actividades. La que entendió el motivo fue la empleada doméstica de la familia, de nombre Lucía Alejandra López que, a las trece horas, como tenía las llaves de acceso, abrió la puerta y se encontró con la sangrienta escena del crimen: el padre yacía muerto en la cama matrimonial; uno de los hijos, estaba muerto en el pasillo y el otro, en el comedor. La esposa y madre, que tenía una herida de arma blanca en el pecho, también estaba muerta en la cama, al lado del cadáver de quien fuera su esposo.

Los investigadores de la escena del crimen, rápidamente reconstruyeron lo que había pasado. Leguizamón, que había usado dos armas blancas -un cuchillo con mango de madera y una cuchilla con mango de metal, uno de ellos con la hoja más grande-, apuñaló a su esposo mientras dormía; luego se dirigió a la habitación donde dormían sus hijos en una cama cucheta; primero atacó al mayor, que intentó salir, lo que no logró porque su madre lo apuñaló en la espalda y en el torso; después fue por el menor. El padre tenía tres heridas ofensivas y ninguna de defensa; los hijos fueron acuchillados entre diez y doce veces.

Por su parte, Leguizamón tenía heridas en las muñecas y lesiones en el pecho; se encontró otra lesión producida por una uña clavada en el cuello -se presume que de uno de los hijos-. Además, tenía pelos en las manos y pelusas con pelos.

En la cocina, los investigadores encontraron una carta manuscrita, en papel A-4, que poco después se comprobó que fue escrita por Leguizamón. En una primera versión que recibieron los medios, la carta parecía escrita con desprolijidad, alternando letras más grandes y más chicas, con errores ortográficos y redacción confusa, más una mancha probablemente de sangre por goteo, decía: “Con lo que iba a pasar todo mal muy perverso les arruinaba la vida mis padres íbamos a la calle fue mucho los amo lo siento”

En una segunda versión, más depurada, la carta decía: “Les arruinaba la vida. Con lo que iban a pasar. Íbamos a la calle. Todo mal. Fue mucho. Los amo. Mal, perverso. Lo siento”. Ya entonces los investigadores, asistidos por profesionales de la medicina, estaban seguros que quien escribió esa carta no estaba en sus cabales. Eso ya pudo ser respaldado en el lugar de los hechos, porque se encontraron medicamentos empleados en el tratamiento de enfermedades mentales, tales como antidepresivos, antisicóticos y esquizofrenia: una caja vacía sin blíster, de sertralina; una caja de midax 10, olanzapina 10 mg, con dos blíster con siete pastillas y un blíster con cinco pastillas.

La mujer estaba en tratamiento psiquiátrico y había dejado de tomar los medicamentos. Con tratamiento profesional y medicamentos, es posible que un paciente afectado de estas enfermedades tenga una vida normal.

“El drama era conocido puertas adentro. Se llegó a discutir una internación de Leguizamón como alternativa, pero no se concretó”.

Ya judicializado el caso e individualizado el médico psiquiatra que trataba a Leguizamón, este dijo que su paciente padecía de depresión profunda, que tenía síntomas de psicosis y de delirios psicóticos. Una de las posibilidades que caben respecto a esa clase de pacientes, es que, en medio de un delirio psicótico, crean que matar a los que los rodean y suicidarse, es la única forma de evitar un drama peor que la muerte.

El drama era conocido puertas adentro. Se llegó a discutir una internación de Leguizamón como alternativa, pero no se concretó porque ella tenía reticencia para eso. Incluso se había pensado en el Hospital Italiano para la internación.

Lo más probable es que la enfermedad se hubiera agravado, para producir un final como éste. La tragedia dejó borrosos los recuerdos familiares que ella tenía en su IG; sus dos mil seguidores; sus más de dos mil publicaciones; sus viajes; las fotos de familia; las de sus padres; sus imágenes, para compartirlas.

¿Qué le pasó? Lo más probable es que padeciera una psicosis, esa grave enfermedad mental, generalmente incurable, sobre la cual el jurista Jorge Frías Caballero, citando a Edmund Mezger, dijo que era un proceso que, a manera de cuerpos extraños, se desarrolla en el cerebro, que reemplaza las leyes y fenómenos psíquicos normales, por otros extraños, psicóticos, y que los transforma en cantidad y calidad en virtud de una modificación de la actividad y del contenido de la conciencia. El mismo Mezger agrega que esta enfermedad se desarrolla en el hombre en algún momento de su vida; se inicia en forma subrepticia; es una dolencia del espíritu que ingresa a la antigua personalidad desde afuera; luego se desarrolla, con tendencia a progresar y a destruir la genuina especie individual del enfermo.

Una posibilidad no descartada es que, en el momento del hecho, Leguizamón estuviera padeciendo lo que se conoce como “síndrome de Amok”, incluida en el Manual de Enfermedades de la OMS.

Es una patología descubierta en Malasia, en el siglo XVIII. Su origen es un trastorno psicótico, que hace que la persona ataque ferozmente con una pérdida total del control.

La jueza de Dios

¿Qué fue lo que le pasó a Julieta Makintach? Hasta hace pocos días atrás, se sabía que es abogada, que ingresó al Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires -San Isidro- en 1998 y que, desde entonces, fue secretaria de un Juzgado de Garantías y que, desde el año 2017 es jueza del Tribunal Oral en lo Criminal N° 2 del Departamento Judicial de San Isidro.

Además, tiene antecedentes académicos, con un magíster en Derecho Penal, por la Universidad Austral; y una cátedra de esa materia en la misma casa de estudios. Llegó a integrar el tribunal que interviene en el caso de la muerte del astro del fútbol Diego Maradona y desde un principio, se hizo notar por algunas actitudes no convencionales dentro de los tribunales, al menos.

Una de ellas es pasar de integrante ad-hoc de un tribunal colegiado a presidente del mismo. Eso no es convencional porque se sabe que en casos así, uno de los dos jueces titulares es el presidente del debate, no un juez reemplazante. Tanto se sabe, que quien tenga la presidencia, tendrá a su cargo el dictado de la mayor parte de las decisiones que sean necesarias durante las audiencias y lo que es más significativo, será quien redacte el primer voto con los fundamentos de la sentencia.

No es convencional, ni guarda las formas, ni el respeto por lo que se hace en los tribunales, lo que parece estar más ligado al mundo del entretenimiento que a cualquier caso penal, que por lo general, son oscuros, tristes y trágicos.

En efecto, una película, una serie en seis capítulos, o un documental, como se dijo hasta ahora, están muy bien para la gran industria que está detrás de la magia del cine, de la tele, de todo medio de difusión y últimamente, en el streaming.

Lo que sigue pudo más que los veintisiete años de carrera judicial de Julieta Makintach. Las escenas conocidas hasta ahora nos permiten ver a la misma jueza vestida con elegancia para cada ocasión, llegando a los tribunales, subiendo por un ascensor, en su despacho e incluso en la misma sala de audiencias. Una posibilidad es que, como ella misma sugirió, se estaba preparando un documental, con ella como protagonista -lo que se vio era una especie de prueba, algo más bien amateur-. Ese argumento fue descartado cuando todos los que estaban en los tribunales se enteraron que se trataba de una serie sobre el tema del juicio, que tendría seis capítulos; que había un guión, que sobre todo la jueza debía seguir; y que las imágenes que se viralizaron, formaban parte de un tráiler para promocionar la serie.

La frivolidad

El amigo lector tiene ante sí varias respuestas a nuestro interrogante. Lo de Makintach fue frivolidad; tal vez fue la necesidad de figuración; fue la vanidad, o bien un ego desmedido de alguien que pudo autopercibirse ya como una celebridad. Ojalá todo esto, que empezó con ella, se agote con ella, después de afrontar las responsabilidades administrativas y políticas que le correspondan. Es administrativa la sanción de suspensión que le impuso la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires. Son políticas las denuncias que tiene ante el tribunal de enjuiciamiento de magistrados de la misma provincia. No se habla, por ahora, de consecuencias penales.

Lamentablemente, todo esto no se agota con ella y en ella. Se proyecta hacia ese ítem de consulta de opinión pública de imagen de la justicia. Uno de estos jueces vale -más o menos- por cien de los buenos.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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