Misterio: un hombre arrastrándose a orillas de un cañaveral reavivó la leyenda de un demonio llamado el Familiar

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La oscuridad aún cubría los caminos entre cañaverales cuando, en la madrugada, un grupo de automovilistas que circulaban por la ruta nacional 34, cerca del ingenio La Esperanza, en San Pedro de Jujuy, presenciaron una escena desconcertante: un hombre gateando por medio del camino. Su cuerpo mostraba signos de haber corrido entre espinas y tierra húmeda. No hablaba. Su rostro era puro pánico.

Uno de los conductores detuvo su marcha y bajó del vehículo. Trascendió que le preguntamos si necesitaba ayuda, si había tenido un accidente, pero no dijo una sola palabra. Parecía “conmocionado”, describieron los medios locales. “Parecía desorientado, como si no supiera dónde estaba. Sólo miraba hacia atrás, como temiendo que algo lo siguiera”.

Se desconoce que sucedió después. Hasta el momento no hay reportes oficiales que indiquen su paradero ni que alguien lo haya visto internarse nuevamente en el campo. Tampoco fue identificado ni trasladado a centros de salud. El hecho quedó envuelto en un halo de misterio que rápidamente se propagó en la zona rural.

“Eso fue el Familiar”, contó con voz firme un viejo trabajador, de esos que llevan décadas entre zafras, galpones y silencios rotos por supersticiones. “Cuando uno se topa con él, queda marcado. A veces escapan, pero no siempre. Algunos se pierden para siempre”.

La leyenda del Familiar es casi patrimonio intangible de los ingenios azucareros del norte argentino. Transmitida de boca en boca, generación tras generación, habla de una criatura demoníaca que se esconde entre los cañaverales y sale en busca de carne humana. “Los patrones lo usaban para castigar a los que no obedecían o querían sindicalizarse”, decían los antiguos. Con el tiempo, el mito se convirtió en advertencia: no caminar de noche por los campos, no silbar en la oscuridad, no hablar de él demasiado alto.

¿Un perro negro de ojos rojos o un viborón?

La criatura fue descripta de múltiples formas: algunos lo imaginan como una serpiente enorme o viborón, otros como un perro negro de ojos rojos. Algunos aseguran que camina en dos patas, con una figura humanoide cubierta de pelaje. “Nadie lo ve dos veces”, dicen. Y lo más escalofriante: no puede ser dañado por armas comunes. Sólo se le puede hacer frente mostrando una cruz formada por el cabo de un cuchillo, aunque pocos se atreven a intentarlo.

Lo que vuelve perturbador al episodio ocurrido en inmediaciones de San Pedro no es sólo la aparición del hombre, sino que, por primera vez en mucho tiempo, volvieron a surgir testimonios -fuera de micrófono-, que reconocen haber presenciado algo extraño por las noches. Algunos sostienen que cuando el Familiar anda cerca “huele a azufre” y que se escuchan gruñidos “que no era no son de hombre ni de animal”.

Nadie quiere ahondar en el tema, pero en las charlas de galpón y los murmullos crecen. El miedo se instala como lo hace siempre: en silencio. Mientras tanto, los grandes campos siguen allí, oscuros, con sus caminos angostos y polvorientos, y sus leyendas vivas. El Familiar, dicen, no olvida. Y cuando vuelve, lo hace sin avisar.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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