“La opción es valiosa: no hay juicio. No hay interrupciones. Y eso, para empezar, es mucho”, indica el facilitador y coach transformacional Fernando Martín, quien opina que también escribir en papel lo que sentimos nos ayuda a procesarlo desde otro lugar.
“Escribir activa conexiones neuronales, facilita la aceptación de lo que duele, lo que incomoda o lo que emociona. Y deja un registro físico que podemos volver a leer, releer, resignificar”, describe el especialista que, con más de 20 años de experiencia, ha impactado a más de 250.000 personas globalmente a través de cursos transformacionales.
“Hablar con una IA también puede ser útil. Porque pone palabras sobre lo interno, y a veces, eso solo ya ordena. Además, puede devolver preguntas que abren. Ideas que movilizan. Un espejo que no juzga”, apunta Martín, quien dio conferencias en América Latina, Europa y Asia, además de talleres y seminarios tanto para el público general como para corporaciones.
Cara a cara
Entonces, escribir o conversar con una IA son grandes primeros pasos. Pero lo profundo, lo transformador, sucede en el vínculo: “Ninguna de esas opciones reemplaza el encuentro humano. Porque las emociones no se gestionan solo en la mente. Se sienten. Se atraviesan. Y muchas veces, eso solo ocurre cuando hay otro que nos mira, nos escucha, nos abraza o simplemente se queda”, subraya Martín, mientras dicta un curso de entrenamiento y formación en coaching y PNL.
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