Trump: geopolítica y negocios en Medio Oriente

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La alianza estratégica entre Estados Unidos y las monarquías petroleras árabes del Golfo Pérsico, concertada durante la reciente gira de Donald Trump por los países de la región con eje en Arabia Saudita, tiene profundas implicancias económicas y geopolíticas. Uno de sus efectos es el debilitamiento de la posición israelí en el conflicto de Gaza y la apertura de una nueva alternativa para la cuestión palestina. Otro, no menos significativo, es la consolidación de una muralla defensiva para contener la expansión regional de Irán.

La alianza estratégica entre Estados Unidos y las monarquías petroleras árabes del Golfo Pérsico, concertada durante la reciente gira de Donald Trump por los países de la región con eje en Arabia Saudita, tiene profundas implicancias económicas y geopolíticas. Uno de sus efectos es el debilitamiento de la posición israelí en el conflicto de Gaza y la apertura de una nueva alternativa para la cuestión palestina. Otro, no menos significativo, es la consolidación de una muralla defensiva para contener la expansión regional de Irán.

La entente responde al objetivo fundamental de Trump de promover una ola masiva de inversiones extranjeras hacia la economía estadounidense. Pero sus términos incluyen un tema de crucial relevancia cualitativa: la asociación entre los capitales árabes y las mayores empresas tecnológicas estadounidenses para el desarrollo de la inteligencia artificial, núcleo de la competencia entre Estados Unidos y China por la supremacía mundial.

Como un símbolo de esta convergencia de esfuerzos, Nvidia, la compañía estadounidense que es líder mundial en la tecnología del procesamiento de datos, y Humain, una empresa de Arabia Saudita, propiedad del Fondo de Inversión Pública (FIP), suscribieron un convenio de cooperación que responde a la política de modernización puesta en marcha por el príncipe Mohammed bin Salman.

Este acuerdo responde a la estrategia de la monarquía saudita orientada a erigir a su país en un centro global de innovación, un propósito explicitado en “Visión 2030”, un documento difundido en 2016 que estableció como prioridad la diversificación de la economía para la creación de nuevas oportunidades más allá de los ingresos petroleros, en previsión del agotamiento del ciclo de los combustibles fósiles.

Amazon Web Servicie (AWS), una subsidiaria de Amazon, anunció un acuerdo con Humain para construir una “zona de inteligencia artificial” en Arabia Saudita, en un territorio que estará disponible en 2026. Matt Garman, gerente general de AWS, declaró que “juntos, dotaremos de tecnologías en la nube, rentables y seguras a nuestros clientes, incentivaremos la innovación y el crecimiento económico de todo el país y permitiremos a Humain atraer nuevos clientes en todo el mundo”.

Tareq Amin, gerente general de Humain, afirmó que la “asociación de Humain con AWS es crucial en el trayecto de Arabia Saudita para liderar globalmente la industria de la inteligencia artificial”. Agregó que “estamos creando una oferta que atraerá inversión y talento internacionales, impulsando de este modo nuestra agenda de transformación digital”.

La consultora internacional PwC augura que en 2030 Arabia Saudita concentrará la mayor parte del impacto de la inteligencia artificial en Medio Oriente. Arabia Saudita estará también a la vanguardia de un esfuerzo regional destinado a transformar los servicios públicos y las empresas mediante innovaciones derivadas de la inteligencia artificial.

El Foro Económico Mundial, internacionalmente conocido por su papel como organizador del Foro de Davos, difundió la firma de dos acuerdos para la instalación de sendos Centros para la Cuarta Revolución Industrial, ubicados en Arabia Saudita y en Omán, otro destino estratégico en la reciente gira de Trump.

El primero de estos centros, localizado en Muscat, capital de Omán, tendrá como misión apoyar la “Visión 2040” del emirato, que también pretende impulsar la transformación digital de su economía. Su actividad estará centrada básicamente en la competitividad de la inteligencia artificial, la transición energética y la computación cuántica.

En Riad, el Centro de Ciberseguridad Económica se enfocará en los aspectos económicos de la ciberseguridad, una de las áreas más críticas en la actualidad vista la creciente digitalización de la economía global. El centro será dirigido por el Foro Global de Ciberseguridad y busca fomentar la investigación para mejorar la capacidad de resistencia a los ataques cibernéticos, concebidos como la principal forma de las guerras del futuro.

La cuestión palestina

Un punto de coincidencia entre Trump y los monarcas árabes es su pragmatismo y su tendencia a unificar política y negocios. A diferencia de Joe Biden, quien seguía la antigua tradición demócrata de privilegiar en su política exterior el respeto a los valores democráticos estadounidenses, Trump prioriza el interés nacional de su país y no presta mucha atención a la naturaleza de los regímenes políticos de sus interlocutores.

El carácter autocrático de las monarquías petroleras y las críticas a las violaciones a los derechos humanos no influyen en la actitud de la Casa Blanca, a la inversa de lo que ocurría durante la administración de Biden, que prohijaba la conformación de una “Alianza de la Democracias” para enfrentar a los enemigos corporizados por China Rusia o Irán.

En su gira por el Golfo Pérsico el mandatario estadounidense expresó esa despreocupación: “Durante los últimos años, demasiados presidentes estadounidenses se han visto afectados por la idea de que nuestro trabajo consiste en examinar el alma de los extranjeros y utilizar la política estadounidense para impartir justicia por sus pecados”.

En una elíptica pero inequívoca alusión a los resultados políticamente negativos de las intervenciones militares que provocaron los derrocamientos de Saddam Hussein en Irak o de Muamar Gadafi en Libia, Trump puntualizó que “los llamados constructores de naciones destruyeron muchas más naciones que las que construyeron”. Para que no quedara duda añadió: “Los intervencionistas intervinieron en sociedades que ni siquiera comprendían”.

Sultan Alamer, un prestigioso académico saudita, destacó que el lenguaje empleado por Trump “normalmente se asocia con personalidades de izquierda y antimperialistas” pero explicó que “aunque esto sea sorprendente en el sentido de que nosotros, como árabes, solíamos ser objeto del sermoneo y el intervencionismo estadounidense, tampoco es sorprendente sí tenemos en cuenta que los populismos de derecha, tanto en el Golfo como en Estados Unidos, han tomado parte de esta retórica de izquierdistas y socialistas para promover una nueva visión conservadora del mundo”.

Un episodio revelador de este desprejuicio de Trump fue su encuentro con el nuevo líder sirio, Ahmed Al Sharaa, un ex militante de Al Qaeda que había estado prisionero en una cárcel estadounidense en Irak. La reunión, celebrada en Riad con la presencia del príncipe saudita y la participación virtual del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, abrió el camino para la normalización de relaciones entre Washington y Damasco.

El punto culminante de estas conversaciones entre Trump y los monarcas petroleros es la incipiente revisión de la postura de la Casa Blanca en el conflicto palestino. Trump presiona para que Arabia Saudita reconozca al Estado de Israel, un paso que ya dieron sus vecinos del Golfo Pérsico. Pero Riad condiciona ese paso a la aceptación por Tel Aviv de la alternativa de los “dos Estados”, rechazada por el gobierno de Benjamín Netanyahu.

Frente a este planteo saudita, Trump no vaciló en dar una de sus clásicas volteretas diplomáticas. Olvidó por completo aquella propuesta que había formulado hace apenas dos meses, al principio de su gobierno, cuando manifestó su intención de que Estados Unidos se hiciera cargo de la franja de Gaza para transformarla en un “paraíso turístico”, trasladando masivamente la población palestina a los países vecinos.

En abierta contraposición Trump afirmó:” Miramos a Gaza y nos ocuparemos de ello. Hay mucha gente pasando hambre. Están pasando muchas cosas malas”. En tono misterioso deslizó: “van a ocurrir muchas cosas nuevas en el próximo mes y, vamos a ver, tenemos que ayudar también a los palestinos”.

Algunos analistas vincularon este nebuloso anuncio con la posibilidad de que los países del Golfo Pérsico asuman la responsabilidad de la seguridad en la franja de Gaza en el marco de una solución diplomática que, una vez liquidada la estructura armada de Hamas, reconozca la existencia de un estado palestino independiente pero desmilitarizado. Esa variante no es teóricamente imposible, pero resulta sí incompatible con la permanencia de Netanyahu en el poder.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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