La puna salteña, extensa y desafiante, ha sido históricamente el escenario de luchas silenciosas por el trabajo, la dignidad y el arraigo. En ese contexto se forjó la historia de Froilán Barrios, un hombre de 52 años nacido en San Antonio de los Cobres, que hoy dirige una pequeña empresa de servicios mineros con base en su propio pueblo. Su nombre no figura en grandes titulares ni en informes corporativos, pero su labor cotidiana es clave para sostener uno de los sectores estratégicos del norte argentino: la minería.
“Yo siempre fui minero, desde muy chico”, dice Froilán al repasar sus comienzos en la actividad extractiva, cuando trabajaba en la explotación de boratos en los salares de Salinas Grande. “Estuve hasta 2005 como empleado en distintos proyectos, y entre 2005 y 2007 decidí iniciar algo propio. Al principio fue con la extracción de boratos, después con otros servicios”, recuerda.
Hoy, su empresa ofrece transporte de áridos, residuos peligrosos y domiciliarios, y también explota una cantera de puzolana —un material esencial para la industria del cemento— ubicada a pocos kilómetros de San Antonio.
El crecimiento del proyecto fue progresivo. Tras el cierre de sus contratos con la ex Borax Argentina, Froilán regresó a San Antonio decidido a emprender desde su tierra. Desde hace unos diez años trabaja con la cantera de puzolana, pero también diversificó su empresa hacia la logística, el transporte y servicios generales para campamentos mineros. “Hacemos un poco de todo, lo que la minería necesita”, señala.
Uno de los valores centrales de su empresa es la generación de empleo local. “Toda mi gente es de San Antonio. Siempre trabajamos con personas de aquí. Hay vecinos que me acompañan desde hace años y necesitan que haya servicio para que nosotros podamos sostener el trabajo”, explica.
Para Froilán, el desarrollo del sector no debe limitarse a los grandes capitales o a empresas externas, sino también debe incluir y fortalecer a los proveedores de la zona. “Tenemos expectativas de que las mineras sigan necesitando nuestros servicios. Que nos den posibilidades, porque somos de acá, conocemos la zona, sabemos cómo se trabaja y queremos progresar”, afirma con firmeza.
Cuando se le pregunta por el impacto de la minería en San Antonio de los Cobres, Froilán reconoce que hubo cambios visibles. “Se nota que algo mejoró. Hay más movimiento, se están construyendo viviendas, aparecieron algunos comercios nuevos y hay gente que fue a trabajar. Pero también hay muchos que se quedaron sin empleo”, advierte.
Según su análisis, el crecimiento del sector aún no se traduce en mejoras proporcionales para la comunidad. “Con todos los grandes proyectos que hay en la zona, tendría que haber mucho más trabajo local. Algo cambió, pero no como debería. Esperamos que eso se revierta y podamos tener más participación”, sostiene.
Froilán Barrios no es un caso aislado. Su historia representa la de decenas de trabajadores de la puna que, ante la falta de oportunidades, decidieron apostar por el desarrollo propio y comunitario. En un territorio donde la minería genera esperanza, su testimonio recuerda que hay actores locales con capacidad.