Tradicionalmente, una disminución en las tarifas de flete incentiva el desguace de buques antiguos y menos eficientes; sin embargo, la actual incertidumbre sobre la demanda futura está retrasando estas decisiones.
La situación resulta alarmante para la logística y el comercio exterior, ya que una flota envejecida y menos eficiente puede generar situaciones complejas en el transporte marítimo, afectando la disponibilidad y los costos de productos esenciales como granos, minerales y carbón.
Un cambio en la dinámica del mercado
Desde el primer trimestre de 2021, el reciclaje de buques graneleros ha mostrado niveles bajos. En ese entonces, los fletes se incrementaron debido a un aumento en la demanda global y congestiones logísticas. Factores como el fuerte requerimiento de materias primas por parte de China, el cambio en las rutas marítimas tras sanciones al carbón ruso y los desvíos hacia el Cabo de Buena Esperanza para evitar ataques en el Mar Rojo contribuyeron a mantener altos los ingresos del sector.
Sin embargo, en lo que va de 2025, las condiciones han cambiado. La disminución del equilibrio entre la oferta y la demanda derivó en una reducción de tarifas, lo que normalmente justificaría una mayor tasa de demoliciones. A pesar de esto, la actividad de desmantelamiento se mantiene por debajo de los niveles esperados.
Flota envejecida y desafíos ambientales
La lentitud en el desguace y la limitada renovación de la flota han provocado un aumento en la edad promedio de los graneleros, que actualmente se sitúa en 12,6 años, el nivel más alto desde 2010. Según BIMCO, alrededor de 8 millones de toneladas de peso muerto (dwt) corresponden a buques que, en condiciones normales de mercado, ya habrían sido retirados. Estas unidades más antiguas tienden a operar a menor velocidad y con menor eficiencia en combustible, dificultando el cumplimiento de regulaciones medioambientales.
Actualmente, el 6% de los buques operativos —equivalente al 3% de la capacidad total— tiene más de 25 años, edad en la que normalmente se espera su desguace. Esta proporción es mayor en el segmento handysize, donde el 10% de los buques superan esa antigüedad.
Se proyecta que las entregas de nuevos buques graneleros aumenten un 2% en 2025 y un 16% en 2026, con una mayor incorporación de embarcaciones de tamaño Panamax y Supramax (Foto: Shutterstock)
Impacto en la vida diaria y el comercio exterior
La falta de renovación de la flota y el mantenimiento de buques antiguos pueden traducirse en retrasos en las entregas y aumentos en los costos de transporte. Esto afecta directamente a la disponibilidad y precios de productos básicos en los mercados internacionales y locales. Por ejemplo, en países como Argentina, que dependen del transporte marítimo para exportar e importar bienes, esta situación puede generar fluctuaciones en los precios de alimentos, combustibles y materias primas.
Renovación parcial de flota y posibles desequilibrios ante un contexto global incierto
Se proyecta que las entregas de nuevos buques graneleros aumenten un 2% en 2025 y un 16% en 2026, con una mayor incorporación de embarcaciones de tamaño Panamax y Supramax, dos categorías que definen buques de capacidad media, muy utilizados en rutas comerciales internacionales. Los Panamax son buques diseñados para transitar por el Canal de Panamá, mientras que los Supramax son ligeramente más pequeños pero destacan por su versatilidad y eficiencia en puertos con infraestructura limitada.
Este crecimiento previsto en la oferta de embarcaciones medianas podría generar un excedente en la capacidad instalada, especialmente en los segmentos de menor tamaño. Como consecuencia, aumentaría la presión sobre los armadores para retirar del servicio aquellas unidades más antiguas y menos eficientes, incentivando así su desguace.
No obstante, estas proyecciones están atravesadas por múltiples factores de incertidumbre. Entre ellos, las negociaciones comerciales entre Estados Unidos y algunos de los principales países exportadores de materias primas podrían influir en el ritmo del crecimiento económico global y, por ende, en la demanda de transporte marítimo. Asimismo, un eventual regreso de buques a las rutas tradicionales del Mar Rojo —hoy evitadas por motivos de seguridad— modificaría la actual dinámica de desvíos por el Cabo de Buena Esperanza, reduciendo la demanda adicional generada por esos trayectos más largos.