Matías Arroz: “Transmitir un mensaje que retome los valores de la vida en comunidad y el respeto por el otro”

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El licenciado en psicología y docente, Matías Arroz, proporcionó una mirada profunda sobre la problemática de la conflictividad social.

¿Qué lectura hace desde la psicología sobre el aumento de peleas callejeras y conflictos sociales vinculados al consumo de sustancias?

La conflictividad social, las peleas callejeras y el consumo de sustancias son fenómenos que se entrelazan entre sí como consecuencia de la época. La sociedad, en su conjunto, viene experimentando hace ya varios años un aumento de la violencia en todos los sectores que la componen, como consecuencia de factores ya varias veces mencionados, como lo son el debilitamiento de las formas de organización de la familia, la educación y el Estado. Y más que eso, el hecho de que todos esos actores sociales están en un proceso de cambio y se encuentran en medio de lo que fueron y de muchos aspectos nuevos de lo que serán, pero aún sin un formato definido, haciendo que nuevas generaciones pierdan referencia del deber ser, de lo “permitido” y lo “prohibido”. Así, el aprendizaje, la internalización de límites de autorregulación es más endeble. Todo ello, además, se vio atravesado por la irrupción violenta de la tecnología y la comunicación en sus nuevas formas, que en muchos lugares vino a ocupar el vacío reinante de normas e instituciones de manera insuficiente, con un falso mensaje de inclusión y oportunidades para todos, que esconde altísimos estándares de calidad de vida: celulares, viajes, ropa y el deber ser millonario, contra muy bajas posibilidades reales de acceso para el grueso de la población. En su conjunto, en un análisis general, ya que uno más profundo conlleva mucha complejidad y sería largo de desarrollar, impera un discurso de moda amparado en la inmediatez como estándar de calidad y la permisividad extrema de cualquier ámbito. Desde el punto de vista de la psicología, ello trae consigo las patologías de moda: ansiedad en niveles muy elevados con sus diferentes formatos de crisis, frustración, exclusión y, fundamentalmente para la sociedad, un combo difícil de tratar. Por un lado, el aumento del consumo de sustancias psicoactivas, sea como medio de escape a la frustración de “no poder pertenecer”, sea como inicio de una conducta sobre la cual la vieja frase de “no pasa nada” cobra una vigencia extrema que hace que muchos, sin recursos emocionales, ingresen al mundo de las drogas y luego ya no puedan salir.

¿Cómo impactan las adicciones en el control de impulsos y en la propensión a conductas violentas?

En general, el control de los impulsos y las adicciones son factores complementarios que se retroalimentan en todo momento. Fallas en el control de los impulsos pueden, entre otras cosas, traer como consecuencia el inicio en el consumo y su posterior transformación en consumo problemático, y también la aparición de conductas violentas. Todo ello se va potenciando: el inicio en el consumo va deteriorando el círculo social de quien lo padece, haciendo que pierda familiares, amigos y, por último, también quede cada vez más excluido de la sociedad en conjunto. Así podemos decir que son factores complementarios que, en su conjunto, pueden ser muy nocivos tanto para quien padece una adicción como para la sociedad en general. Por supuesto, debe atenderse cada caso en particular, y esto de ninguna manera se plantea desde un lugar de estigmatización, sino más bien como un llamado de atención para esta problemática que, cuando más incipientemente se atiende, mejor pronóstico de recuperación mantiene.

¿Cuáles son los factores sociales o emocionales que suelen estar detrás del consumo problemático?

El principio mayoritario de los problemas de consumo se encuentra en el entorno familiar de origen, en el lugar donde damos nuestros primeros pasos. Allí aprendemos nociones básicas de cuidado, protección y cariño. Es el momento donde el manejo de las emociones encuentra su aprendizaje más puro. Así, una falla o una exposición a entornos de vulnerabilidad, violencia o abandono —independientemente de la escala social en que nos encontremos— hará que en el futuro cercano sea más fácil el inicio en el consumo.

¿Nota que hay una escalada de violencia asociada a contextos de vulnerabilidad o exclusión?

Los contextos de mayor exposición a entornos vulnerables generan, en sí mismos, mayores episodios de violencia, pero no porque sean más violentos que el resto de la sociedad, como siempre se cree. Lo que ocurre es que el contexto mismo de exclusión lleva a que las personas que lo habitan se encuentren expuestas a circunstancias de estrés extremo, a lo que se suma la imposibilidad de acceso a servicios de salud mental y física, y hasta a espacios de esparcimiento.

“Cuando más incipiente mente se atiende una problemática de adicciones, mejor pronóstico de recuperación mantiene”

Todo lo anterior no escapa a las crisis económicas que atraviesan los países. En nuestro país, la aparición constante de crisis económicas va deteriorando la calidad y posibilidad de acceso a espacios de contención.

¿Qué pasa en el cerebro cuando se mezclan adicciones y emociones desbordadas como la ira o la frustración?

Como mencionamos esto funciona en conjunto emociones desbordadas llevan al consumo para mitigarlas y a su vez el consumo cuando más avanza más problemático se vuelve, valga la redundancia, elevando el desborde emocional, ahora la violencia suele aparecer cuando la sustancia de que se trate falta, y entonces debe conseguirse a cualquier precio, sin medir consecuencias, siendo un coctel altamente nocivo.

¿Cree que el sistema de salud mental en Salta está preparado para responder al problema?

El sistema de salud mental en la provincia viene sobrepasado por la demanda en los últimos años. El crecimiento de la conflictividad y los problemas de salud mental “de moda”, como los ataques de ansiedad, la depresión y el aumento de los consumos problemáticos, hacen que la cantidad de programas y profesionales existentes sea insuficiente. La principal falencia está en la falta de recursos, ya que no se considera la salud mental con la magnitud que debería.

¿Qué rol deberían jugar otros organismos del Estado para prevenir?

El rol de los organismos del Estado, como instituciones educativas, deportivas y afines, es fundamental, ya que deben volver a un momento donde tenían una doble función: primero, de contención de aquellos que están cerca de caer en un problema emocional, propiciando entornos de contención, educación, tranquilidad y diálogo; y en segundo lugar, de detección de los problemas más graves, donde alguien está expuesto a situaciones de vulnerabilidad. En los últimos años, estas funciones están debilitadas, principalmente por la falta de recursos, tanto humanos como materiales, para atender la gran demanda que existe. Todo ello también deviene de la concepción —o no— del paradigma de la salud mental como un actor principal de la sociedad.

“El trabajo desde la educación emocional también debe incluir campañas discursivas de tolerancia e inclusión”

¿Qué estrategias de contención o prevención considera efectivas para reducir la conflictividad social?

Las estrategias de prevención en salud mental tienen una dificultad con la que también nos encontramos muchas veces en terapia. Es decir, las intervenciones en el ámbito de la psicología son a largo plazo; uno las aplica hoy y verá los resultados mañana. Por ello, muchas veces se cae en el error de pensar que no han dado resultado y no se sostienen, siendo justamente el sostenimiento la clave para su efectividad. Dicho esto, podemos decir que la prevención debe iniciarse en una doble función: primero, en las infancias más tempranas, psicoeducando y detectando problemáticas complejas; y en segundo lugar, trabajar directamente con los adolescentes o adultos que ya vienen con problemáticas de larga data en referencia a consumos, manejo de la ira o conclusión.

¿Cómo se puede trabajar desde la educación emocional para evitar reacciones violentas ante situaciones de conflicto?

El trabajo desde la educación emocional no solo debe incluir programas de manejo de las emociones —principalmente de manejo de la ira—, esto debe complementarse con campañas discursivas de tolerancia e inclusión. Para ello no deben usarse solo los medios convencionales, sino también incluir las nuevas tecnologías, que son el ámbito donde se encuentra el inicio, el germen de la violencia en la actualidad. Así, debe apuntarse a transmitir un mensaje que retome los valores de la vida en comunidad, con la transmisión de conceptos básicos de convivencia y respeto por el otro, sus formas de pensar o actuar.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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