Pocas veces en la historia, una comunidad tan grande se ha deshecho con tanta celeridad: en 1800 el imperio español en América se extendía desde California en el norte hasta Tierra del Fuego en el sur. Veinticinco años después solo seguían unidas a España las islas de Cuba y Puerto Rico. La emancipación representó el desenlace de una secuencia más larga de acontecimientos que habían tenido lugar tanto en Europa como en América desde el siglo XVIII.
Empero; entre los actores de este hecho histórico multicausal; emerge la figura de Napoleón. Tanto en la Metrópoli como en América, el francés contó con el favor público. Aliado a España, enemigo de los ingleses y, de hecho, quien había dado por tierra con los extremismos de la Revolución Francesa, se le perdonaron hasta sus desvíos religiosos.
Pero todo el entusiasmo con que se le había considerado terminó en 1808. La invasión, seguida de la imposición de su hermano José en el trono hispano, fue seguido por el alzamiento del pueblo español cambiando el panorama en forma absoluta; y si el hecho se comprende en la Península, necesita su explicación en la manifestación americana.
La Real Imprenta
En las vísperas revolucionarias, habremos de considerar el espíritu público. Es digna de estimación la labor informativa cumplida por la Imprenta de Niños Expósitos.
La Real Imprenta de Niños Expósitos fue fundada por el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo en Buenos Aires en 1780 con el objetivo que el gobierno tuviera un instrumento adecuado para difundir noticias, bandos y proclamas.
Una parte de las ganancias de la imprenta estarían destinados a la Casa de Niños Expósitos, fundada el año anterior el 7 de agosto de 1779. Se esperaba que los niños encontraran una ocupación digna, y a su vez educarse en el arte de la impresión.
Cabe recordar que en 1764 los jesuitas habían introducido la primera imprenta en el territorio de lo que luego sería el Virreinato del Río de la Plata, en Córdoba, y sus trabajos fueron muy bien recibidos por su calidad de impresión y contenido.
El virrey inició el trámite solicitando al Rector del Colegio Convictorio de Monserrat un informe acerca del estado y el precio de la imprenta.
Concretado el pedido del virrey, se estibaron todas las partes en una carreta de bueyes, que viajó a lo largo del camino mediterráneo del comercio colonial hasta Buenos Aires.
La reparación duró casi diez meses, luego se hicieron varias pruebas de imprenta y pequeñas ediciones de bando. El 21 de noviembre de 1780 expidió el virrey el decreto de instalación de la imprenta, nombrando a don José Silva y Aguilar como administrador por un período de diez años, debiéndose aplicar las tres cuartas partes a beneficio de la Casa de Niños Expósitos, y la cuarta parte restante a favor del administrador.
Reacción anti-Napoleón
Desde 1808 salieron de sus tórculos una sorprendente variedad de impresos con informaciones sobre los sucesos de la Península y abundantes expresiones literarias de los sentimientos de fastidio que fue fortaleciéndose respecto de Napoleón. La lista que al respecto ofrece el Padre Guillermo Furlong en su “Historia y Bibliografía de las primeras imprentas rioplatenses” es de inapreciable mérito.
Se aprecian en ella infinidad de “Gazetas”, reproducción de las de Madrid, Zaragoza, Sevilla, Lisboa, así como de Londres, con noticias sobre la marcha de la guerra; gran número de manifiestos sobre las circunstancias de aquellos días, de origen oficial y privado; proclamas de las juntas provinciales de España y otros impresos del mismo tipo. Entre todos se destaca la “Gazeta del Gobierno de Buenos Aires”, publicación periódica sobre cuya existencia se tenían noticias a través de Pedro de Angelis, Antonio Zinny y Andrés Lamas, y cuya existencia fue comprobada por José Toribio Medina, quien estableció que fue publicada por el virrey Cisneros, desde principios de octubre de 1809 hasta el 9 de enero de 1810; período durante el cual se imprimieron cincuenta números. En ninguno de ellos se incluyeron artículos editoriales.
Su material consistía esencialmente, en noticias de la guerra contra Napoleón, y en ocasiones datos sobre movimientos del puerto. Comúnmente, los historiadores del periodismo argentino no han informado sobre esta publicación.
La Imprenta de Niños Expósitos, por su parte, editó gran cantidad de boletines y “Gazetas de Noticias”. No faltaron, además, impresos de particulares que, ya en verso ya en prosa, dieron salida a sus sentimientos, es decir que una sucesión extraordinaria de impresos mantuvo informada a la población y fue creando en ella un estado de espíritu cada vez más fuerte en su rechazo puntual al invasor de la Metrópoli y, por consiguiente, el temor de caer bajo su férula.
Entre los impresos de particulares se destaca el de un soneto titulado “Odio a la Francia”, autoría de “El discípulo de la Calandria del Paraná D. Pedro Tuella”, de quien se han ocupado los historiadores de la ciudad de Rosario, don Augusto Fernández Díaz y Juan Álvarez.
El soneto, de corte épico canta la necesidad de una heroica defensa y expresa: “Fuera de aquí, Franceses, Execrado sea el que tenga afecto a estos indignos; /Fuera de estos países argentinos, Los que a Cristo la guerra han declarado;/ Fuera de Buenos Aires, que es sagrado; donde no se da asilo a libertinos; / Fuera Bonapartistas, Jacobinos, y venga acá FERNANDO el suspirado,/ Viva España, porque ella solamente, como madre amorosa tiene anhelo/ De hacer a Buenos Aires floreciente; viva el hispano astro de consuelo/ Que fijó en Buenos Aires su ascendiente; Horóscopo feliz de nuestro suelo.
Las informaciones concordaban en que el invasor francés martirizaba a la Madre Patria. Su resistencia heroica fortalecía en los americanos el odio contra el enemigo. Pero era la lucha contra un gigante que había subyugado a casi toda Europa. La resistencia era magnífica, pero las noticias terminaban registrando siempre en triunfos del enemigo.
Santiago de Liniers
Un actor importante, vino a sumar una situación de rechazo a la posibilidad de la presencia invasora francesa en el Río de la Plata. Se trata de Santiago Antonio María de Liniers y Bremond. Fue un noble y militar francés que en virtud del Tercer Pacto de Familia (1761) firmado entre España y Francia, permitió a los franceses participar en las acciones militares en España. Esta posición le llevó no sólo a servir en las armas en la península ibérica, sino a trasladarse al Río de la Plata, contando con extensa trayectoria, dedicándose no solo a las armas, sino también en negocios familiares, situación que hizo desconfiar a los comerciantes porteños. Fue capitán de navío, y en tal carácter tuvo una actuación destacada en la jornada de la Reconquista al mando de las armas, por delegación del virrey Sobremonte.
Fue el jefe emergente de la victoria, la población del Virreinato del Río de la Plata lo consideró un héroe. El 10 de febrero de 1807, una junta de guerra ordenó la detención bajo custodia de Sobremonte. Designó a Liniers a cargo de las fuerzas militares, y la Real Audiencia se hizo cargo del gobierno civil. Posteriormente, el 30 de junio, la Real Audiencia, dando cumplimiento a una orden real invistió a Santiago de Liniers como virrey interino por ser el oficial de mayor rango.
La ocupación de las tropas napoleónicas en España ocasionó que el emperador francés enviara una misión a Buenos Aires a cargo del marqués de Sassenay. Cuando Liniers supo del arribo del enviado de Napoleón, conocía lo suficiente sobre los sucesos de la Metrópoli como para darse cuenta de que, en su calidad de francés, el marqués venía a colocarlo en una situación comprometida.
Para recibirlo convocó a miembros del Cabildo y de la Real Audiencia en uno de los salones de la Real Fortaleza. Sassenay entregó diversos pliegos que fueron recibidos por los presentes, dio cuenta de su misión, y las autoridades decidieron que el emisario bonapartista pasara de nuevo a la zumaca “Belén” con el compromiso de no difundir las noticias que traía sobre los sucesos europeos. Se citó a la Junta General, Real Audiencia y al Cabildo para el día siguiente, a los fines de imponer sobre la situación de la presencia francesa en la península.
Posteriormente, una desafortunada reunión de Liniers a solas con el marqués levantó las sospechas de traición. Se concluyó que Liniers, francés de nacimiento y admirador de Napoleón Bonaparte, no podía menos que ver con íntima satisfacción que la corona de España pasara, con la anuencia del pueblo español, a un monarca compatriota suyo. Y que, por esa posición, quiso Liniers que Sassenay fuera su mensajero ante Bonaparte.
Este suceso, de una reunión a solas sin la presencia de las autoridades de la ciudad; fueron entre otras circunstancias; el motivo para la separación de Liniers del cargo de virrey y la designación de Baltasar Hidalgo de Cisneros y de la Torre, el que sería protagonista de los últimos días del virreinato.
En las vísperas de los sucesos de mayo, actuaron diversos grupos que respondían a diversos intereses. Los sentimientos sobre ellos se expresaron de manera singular. Aquí rescatamos la oposición cerrada que gestó el emperador francés que se recogió en impresos, y finalmente en el rechazo a su enviado en misión diplomática y la presunción de traición del virrey Liniers.
Oposiciones, sospechas, recelos, desconfianzas, divisiones, traiciones tal vez, configuran situaciones que se mantienen a lo largo de nuestra historia y que siguen fragmentando la escena política.