A Lucho Malvárez se le atribuye el bautismo de “Camboyanos” para aquel grupo que se bañaba con agua mineral y daba enormes ventajas en su preparación para pelearles a equipos profesionales. La metáfora aludía al triste país asiático que resultó arrasado como un coletazo de la guerra de Vietnam en la segunda mitad de los años 70.
Luego de que, hace una semana, San Lorenzo dio al menos un paso mínimo hacia la institucionalidad al emparchar la acefalía en la que lo había dejado el video de Marcelo Moretti, ayer dio otra muestra de su extraña habilidad para pegarse tiros en los pies.
La AFA le envió un inflador para poder pagar algo de los sueldos atrasados, y se lo hicieron girar a una de las cuentas que estaban embargadas por otros incumplimientos. Los jugadores marcaron un límite, y no se entrenaron, en protesta. Conste en actas que con dos meses de salario impago, ya estarían todos en condiciones de pedir la libertad de acción, y el club se descapitalizaría más al perder los derechos económicos sobre ellos.
Pensemos en estos nuevos Camboyanos 2.0 en que se ha transformado al plantel del Ciclón. Pensemos en Iker Muniain, que abandonó la placidez de su vida europea y ayer estaba a la cabeza de los reclamos. Y en Miguelo Russo, que con los combates que ha dado en su vida no puede asustarse de nada, pero merece disfrutar de esta etapa.
Así, en estas condiciones, San Lorenzo llegó a estar a tres partidos de ser campeón. Y en estas condiciones tiene que enfrentar el lunes a Argentinos, uno de los mejores equipos del torneo.
El plantel trabajando. Ayer paró (Prensa San Lorenzo).
Muniain en el festejo ante Tigre. Ahora encabeza el reclamo (Fotobaires).
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