Dislexia: el dolor invisible de niños que quieren aprender y no pueden

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“Que nadie te convenza de que no puedes, porque los que dicen eso desconocen profundamente de lo que están hablando”. El mensaje que el pediatra Gustavo Abichacra reitera a los cuatro vientos está dirigido a niños, niñas y adolescentes. El referente científico de la Organización Internacional Dislexia y Familia (Disfam) en Argentina es una voz a la que funcionarios del área educativa, directivos, docentes escolares, docentes y padres deberían escuchar también con especial atención, porque en cada aula hay al menos dos o tres alumnos expuestos a injustas rotulaciones, evitables daños emocionales y el fracaso escolar, por un sistema que incomprende a las dificultades específicas de aprendizaje (DEA).

“Que nadie te convenza de que no puedes, porque los que dicen eso desconocen profundamente de lo que están hablando”. El mensaje que el pediatra Gustavo Abichacra reitera a los cuatro vientos está dirigido a niños, niñas y adolescentes. El referente científico de la Organización Internacional Dislexia y Familia (Disfam) en Argentina es una voz a la que funcionarios del área educativa, directivos, docentes escolares, docentes y padres deberían escuchar también con especial atención, porque en cada aula hay al menos dos o tres alumnos expuestos a injustas rotulaciones, evitables daños emocionales y el fracaso escolar, por un sistema que incomprende a las dificultades específicas de aprendizaje (DEA).

Abichacra es uno de los renombrados disertantes que tendrá el Congreso Potenciate 2025 en Salta el 16 al 17 de mayo. Consultada por El Tribuno, la psicopedagoga Francisca Isasmendi informó desde el comité organizador que hasta el pasado viernes se tenían registradas cerca de 400 inscripciones. Son profesionales de distintas disciplinas, directivos escolares, docentes, profesores e incluso padres que llegarán, en muchos casos, desde diferentes localidades del interior, provincias argentinas y países vecinos. Solo desde Paraguay arribarían unos 60 inscriptos y desde Bolivia, otra notable cantidad, lo que refleja el interés que despertó el congreso internacional que se desarrollará en el salón de la UTHGRA (Mitre 966).

La propuesta con la que el Centro Pedagógico Potenciar convocó a profesionales de la salud, investigadores y referentes en neuroeducación para abordar la dislexia desde una mirada científica, pedagógica e interdisciplinaria, asoma como un evento presencial clave para generar conciencia, comprender y conocer las herramientas efectivas que existen frente a dificultades específicas de aprendizaje como la dislexia (que se manifesta en la lectura), la disgrafía (en la escritura) y la discalculia (en el cálculo matemático). Estas muchas veces suelen estar asociadas, como también con el trastorno por déficit de atención (TDA) o trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).

Tales condiciones, que en un sistema escolar desatento afectan el rendimiento académico de miles de niños, niñas y adolescentes, muchas veces pasan desapercibidas o son malinterpretadas causando enorme dolor, frustraciones y profundas marcas emocionales. Se espera que la presencia de sólidos especialistas como Abichacra, Rufina Pearson, Liliana Fonseca, Florencia Salvarezza, Andrea Abadi, Josefina Pearson y Julianne Foster contribuyan a desmontar erróneas y lesivas ideas como “la dislexia es una enfermedad”, “es causada por la falta de motivación o por problemas visuales”, “es culpa de los padres porque no leen lo suficiente” o “la dislexia es rara”.

El mayor problema de la dislexia no es la dificultad en sí, sino el sufrimiento de infinidad de niños, niñas y adolescentes que desean aprender y sienten, o se les hace sentir que no pueden: miedo, ansiedad, frustración, una autoestima cada vez más debilitada y profundos surcos emocionales son algunas de las consecuencias que sufren, como también sus padres, cuando la dificultad no es detectada ni tratada de manera adecuada. Aún existe un gran desconocimiento sobre la dislexia en los ámbitos decisorios de la educación y en muchas instituciones escolares, donde se prioriza que el alumno “no moleste” en lugar de enfocarse en su derecho a aprender.

Esto conduce a un círculo de malestar silencioso, con chicos que se esfuerzan, pero que no logran avanzar, familias que no comprenden qué sucede y docentes que no cuentan con buena formación para intervenir a tiempo y de la mejor manera.

Una ley incumplida

Desde noviembre de 2016 en Argentina la ley 27.306 tiene establecido como objetivo prioritario garantizar el derecho a la educación de los niños, niñas, adolescentes y adultos que presentan dificultades específicas de aprendizaje. La citada norma declaró de interés nacional el abordaje integral e interdisciplinario de las DEA, así como también la formación profesional para su detección temprana, diagnóstico, tratamiento, difusión y acceso a prestaciones que resultan indispensables.

La formación docente, la adaptación curricular necesaria para alumnos disléxicos o con otras dificultades de aprendizaje también resaltan como urgencias definidas en esa ley que sigue sin una aplicación efectiva, con desentendimientos que comprenden tanto a organismos nacionales como provinciales, salvo en una que otra jurisdicción donde se avanzó con algunas disposiciones concretas.

¿Qué es la dislexia?

Como bien lo explica el pediatra Gustavo Abichacra, la dislexia es una dificultad para aprender a leer en forma fluida, exacta y automatizada en una persona inteligente y sana que, pesar de tener la capacidad para hacerlo, no lo puede lograr debido a una alteración en el componente fonológico del lenguaje de origen neurobiológico y con marcado carácter hereditario.

No es una enfermedad. Ni se debe a problemas intelectuales, visuales o auditivos. No desaparece nunca, pero sus efectos se pueden aminorar y con una intervención temprana puede pasar prácticamente desapercibida.. Con técnicas específicas se puede mejorar las habilidades de lectura. El sistema educativo se basa en gran medida en la lectura y la escritura, lo que dificulta el aprendizaje de estudiantes con dislexia. “Si los colegios fueran orales muchos chicos que dejaron los estudios serían medalla de oro”, asegura Abichacra. Las sesiones de tutoría, un plan educativo individualizado y el tratamiento temprano son fundamentales para permitirles alcanzar su máximo potencial.

Una de las adaptaciones pedagógicas recomendadas propone priorizar la oralidad: fomentar la comunicación oral, la participación en actividades de conversación y la elaboración de trabajos orales. También se aconseja implementar estrategias visuales, como gráficos, diagramas y mapas conceptuales, para apoyar la comprensión. No menos importante es ofrecer tiempo adicional: permitir a estudiantes disléxicos más tiempo para realizar tareas y evaluaciones, especialmente aquellas que implican lectura y escritura.

¿Cuántos la presentan?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no menos de un 10% de la población del planeta presenta esta dificultad específica del aprendizaje (DAE). En el país aún no se determinó su prevalencia, salvo en Santa Fe, donde un estudio desarrollado por la Asociación Aprendamos arrojó que la dificultad de carácter congénito está presente en el 15% de la población de esa provincia.

En Salta, de acuerdo con la estimación más conservadora, habría no menos de 150.000 personas con distintos grados de dislexia y dificultades específicas asociadas. “Hay dos o tres chicos por aula que, en su gran mayoría, no están diagnosticados”, advierte Abichacra.

La psicopedagoga Liliana Fonseca, otra especialista que estará en Salta, aclara que “los chicos del futuro no van a necesitar tantos contenidos, pero sí habilidades de pensamiento, de búsqueda de información, de interrelación de datos. Y eso es poco evaluado en la escuela”, remarca.

¿Como se la reconoce?

Abichacra remarca que el niños de corta edad pueden advertirse algunos indicadores, como retrasos en el habla, dificultades para reconocer colores, el nombre de compañeritos, atarse los cordones o abrocharse los botones. Cuando son más grandes, en la escuela, empieza a verse la dificultad de la lectura y generalmente también en la escritura y en el cálculo matemático. El esfuerzo que deben hacer para poder leer y escribir se traduce también en el déficit atencional, porque su cerebro utiliza cinco veces más de energía y tres veces más de tiempo para asociar los sonidos de las letras con las palabras (la decodificación).

Mentes brillantes que invitan a recapacitar

Muchas personas con dislexia han dejado legados memorables para la humanidad en distintos campos de las ciencias, las artes y el pensamiento, como Albert Einsten, Stephen Hawking, Pablo Picasso, Walt Disney, Carol Greider, Luz Rello, Elena Betés, Agatha Christie, Maggie Aderin-Pocock, Nancy Sonnabend y Orna Berry.

Una renombrada figura con dislexia.

Estudios multidisciplinarios agregaron a esa lista a otros genios como Leonado da Vinci, Galileo Galilei, Isaac Newton, Thomas Edison, Wolfgang Amadeus Mozart y Ludwig van Beethoven.

El déficit específico de aprendizaje de carácter congénito no distingue razas, credos ni posiciones sociales. Otras renombradas figuras con dislexia fueron el primer presidente de los Estados Unidos, George Washington; el jefe de Estado más joven de esa potencia mundial, John Fitzgerald Kennedy, y uno de los pilares de los Beatles, John Lennon. También lo son hoy el príncipe Harry de Inglaterra y figuras estelares como Johnny Depp, Salma Hayek, Thalía, Olga Tañón, Jennifer Aniston, Keira Knightley y Whoopi Goldberg.

Una investigación desarrollada ante una iniciativa de la BBC sobre el universo de empresarios con mayor éxito económico del mundo occidental reveló que, en el 40% de los casos, tienen dislexia diagnosticada. El estudio resaltó, pese a las dificultades que enfrentaron desde temprana edad en la fluidez y comprensión de la lectura, se convirtieron en multimillonarios con mucho esfuerzo y notable creatividad. Entre esos exitosos empresarios con disléxia resaltan Bill Gates, Steve Jobs; Richard Branson, quien alcanzó su primer millón de libras a los 18 años, y Michael Cammarata, quien con tan solo 13 años logró superar las limitaciones impuestas por el sistema educativo y se convirtió en millonario impulsado por su espíritu emprendedor y su pasión por la tecnología.

Para desterrar

Rufina Pearson, doctora en psicopedagogía y especialista en diagnóstico y tratamiento de problemas del aprendizaje, describe algunos de los mitos:

“La dislexia es un problema visual”: la dislexia es una dificultad del lenguaje, especialmente en el procesamiento fonológico. No se trata de ver mal las letras ni de confundir visualmente las palabras.

“Es normal que un niño confunda letras; ya se le va a pasar con el tiempo”: si bien algunos errores son esperables en los primeros años, la persistencia de ciertas dificultades es un indicador que requiere intervención temprana. No se supera “madurando”.

“Es inteligente, por eso no puede tener dislexia”: la dislexia no está asociada a un nivel bajo de inteligencia. De hecho, muchas personas con dislexia tienen inteligencia promedio o superior, pero presentan una discrepancia entre su capacidad y su rendimiento lector.

“La dislexia no existe, es una invención”: negar la existencia de la dislexia invisibiliza a los estudiantes que la padecen. Es una condición neurobiológica reconocida por organismos como la OMS y por los sistemas educativos.

“Los chicos con dislexia son vagos o no se esfuerzan”: este mito daña la autoestima. Los estudiantes con dislexia sí se esfuerzan, pero requieren métodos de enseñanza específicos.

“La dislexia no se puede diagnosticar hasta los 9 ó 10 años”: una detección temprana es posible desde la sala de cinco o primer grado, observando señales en la conciencia fonológica, el aprendizaje de las letras y la lectura inicial.

“La dislexia se cura”: la dislexia no se cura porque no es una enfermedad, pero con una intervención adecuada se pueden desarrollar estrategias compensatorias muy efectivas.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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