En la Iglesia siempre se consideró impensable que un cardenal de los Estados Unidos llegara a ser papa. Antiguamente se aducía una cuestión de distancia -además de la tradición de pontífices italianos-, pero luego no faltaron quienes creían que la primera potencia mundial iba a tener una enorme influencia y hasta la mismísima CIA se iba a instalar en el Vaticano. De todas maneras, créase o no, entre los cardenales papables se erigió un norteamericano y ese fue Robert Prevost.
Enrolado en la línea de Francisco, se trata Robert Prevost, de la orden de los agustinos, de 68 años, nacido en Chicago, pero que vivió más de 18 años en Perú, primero desarrollando tareas desde su congregación desde 2015 como obispo de Chiclayo.
Finalmente, a comienzos de 2023 el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos del Vaticano y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.
El sitio español Religión Digital afirmó que su perfil sintetiza lo mejor de dos continentes: la eficacia organizativa estadounidense y la sensibilidad religiosa latinoamericana, dos pilares clave para continuar la revolución sinodal de Francisco”.
Incluso considera que “podría erigirse en muro de contención frente al presidente Donald Trump, cuyos mecanismos políticos conoce a la perfección”.
Su labor
Prevost, de 69 años y nacido en la ciudad estadounidense de Chicago, llegó a Perú en una misión agustiniana en 1985, tan solo tres años después de ordenarse sacerdote y regresó en 1988 para dirigir el seminario agustiniano de la ciudad norteña de Trujillo durante diez años.
En 2014 volvió al país como administrador apostólico de la Diócesis de Chiclayo y luego fue obispo de esa localidad del norte peruano.
Precisamente tras su nombramiento en estos últimos cargos se nacionalizó peruano para cumplir uno de los concordatos entre la Santa Sede y Perú.
También formó parte de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP) entre 2018 y 2023, de la que fue vicepresidente segundo, y fue administrador apostólico del Callao, la provincia portuaria anexa a Lima, entre 2020 y 2021.
Además, es presidente de la Pontificia Comisión para América Latina y desde 2023 lo llevó a Roma el papa Francisco, al que era muy cercano, para dirigir el Dicasterio para los Obispos.