La tormenta del mundo traza el camino de la Iglesia

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“El pueblo de Dios votó con los pies cuando acudió tan numeroso, caminando en clima de oración y penitencia al funeral. Por lo tanto, estoy convencido de que se seguirá el camino de Francisco”, afirma de modo contundente el Cardenal Walter Kasper.

“El pueblo de Dios votó con los pies cuando acudió tan numeroso, caminando en clima de oración y penitencia al funeral. Por lo tanto, estoy convencido de que se seguirá el camino de Francisco”, afirma de modo contundente el Cardenal Walter Kasper.

En una Iglesia Sinodal, Pueblo de Dios jerárquicamente constituido, debería tenerse en cuenta el sentir y el pensar de la gente, de los fieles cristianos, más allá de las influencias de las redes sociales o cualquier medio de comunicación, sobre todo aquellos, cuyos periodistas ven esta elección propia del Espíritu Santo, como un vulgar y mundano juego político.

En todo cónclave, los cardenales deben elegir, como lo indican las disposiciones del derecho eclesiástico, y pueden elegir entre cualquier varón bautizado e iniciado en la fe católica, un “viri probatis”, hombre virtuoso, como decía San Clemente sobre los hombres casados que pudiesen ser ordenados sacerdotes. Pero con tantos siglos de clericalismo y centralidad romana sería algo improbable este tipo de elección. Además, desde el siglo XVI se elige al Papa, solo entre los cardenales.

Cónclave, puerta cerrada

Históricamente, podemos constatar que algunos eclesiásticos influenciados por la mundanalidad, el poder y las seguridades económicas hacían sutiles campañas a favor de su elección. Tal fue el caso del Cardenal Mariano Rampolla, quien fuera elegido como sucesor de León XIII a comienzos del siglo XX; inmediatamente, el mismo fue vetado por la Casa Real de Austria, acusado de ser miembro de la Masonería. Muchas casas reales de Europa tenían el derecho de Patronato para elegir Papas y Obispos. Ese veto al cardenal Rampolla, permitió la elección del Cardenal Guiseppe Sarto, Patriarca de Venecia como Sumo Pontífice con el nombre de Pio X. Una vez electo, una de sus primeras medidas fue quitar el derecho al veto en la elección papal, a cualquier poder temporal, sea de la realeza o del poder político. Cerró las puertas del Cónclave a toda injerencia mundana.

El derecho de patronato sobre la elección de obispos siguió vigente en muchos países; por ejemplo en la España franquista, los obispos proponían seis candidatos para una diócesis, Roma elegía tres de los seis y el General Franco, de los tres, elegía uno, que sería el nuevo obispo local de la sede vacante.

En la República Argentina, el derecho de patronato siguió vigente hasta el año 1966, durante el Gobierno del General Onganía, donde se firmó un nuevo Concordato entre Argentina y la Santa Sede. El primer obispo elegido sin intervención del Ejecutivo Nacional ni del Senado Argentino fue el cordobés Blas Victorio Conrero, párroco en el Barrio Belgrano de Córdoba como arzobispo de Tucumán en el año 1968.

Volviendo al Cónclave, los cristianos creemos que en la elección del Sucesor de Pedro es el Espíritu Santo que inspira a los cardenales electores, quienes en este Cónclave serán 134 en número. El tope para votar son 120 cardenales electores menores de 80 años, manteniéndose sólo la edad como límite para participar y votar en la elección. Previo al Cónclave se realizaron las reuniones de Comisiones, donde los Cardenales exponen su visión sobre la Iglesia y el mundo, sobre los principales desafíos que debe asumir el futuro Pontífice.

El mundo de Francisco

Francisco, antes Cardenal Jorge Bergoglio, debía resolver varios conflictos que estaban jaqueando a la Iglesia, la reorganización de la curia romana, el problema del IOR, Instituto de Obras Religiosas, conocido como Banco Vaticano, las denuncias de abusos de poder, abusos sexuales y maltrato en el seno mismo de la milenaria institución, las relaciones con los países islámicos y el pueblo de Israel, los poderes temporales que van tomando a nivel mundial un giro brusco hacia un neoliberalismo de derecha, el tema de la formación del clero en consonancia con los nuevos tiempos en la era del auge de las tecnologías, el hambre y las guerras, los nuevos paradigmas en la familia, el trabajo, el cuidado de la tierra, como casa común, etc.

Al Papa Francisco le tocó lidiar con una pandemia en la más absoluta soledad, con guerras violentas que pensábamos que no podían volver a darse entre países, amenazas nucleares. En fin, problemas internos y externos, donde el Papa debe ser el hombre de la última palabra, no como quien pretende imponer, sino como el que ilumina y muestra un camino superador.

Como elemento nuevo o la bomba del Cónclave es la saturación de información en las redes sociales y, a través de ellas, sucias campañas contra algunos cardenales, donde, lamentablemente, presionan no pocos miembros de la misma iglesia, como si fuese una campaña política propia de pueblerinos; y también sufren la presión de los grandes poderosos en el mundo.

Lo bueno es que no todos creen ciegamente en las calumnias o falacias que circulan impunemente. La Santa Sede ha creado una burbuja electrónica en la Capilla Sixtina para impedir todo tipo de influencias sobre los posibles candidatos. Cuando ingresan al cónclave ya tienen sus favoritos, pero por lo general, no coinciden con las campañas realizadas en los medios. Un viejo dicho romano reza, “el que entra al cónclave como Papa, sale como Cardenal”.

Muchos medios piden a los eclesiásticos o periodistas especializados en temas de Iglesia que lancen nombres, pero no tiene mucho sentido ya que puede haber “un tapado” como sucedió en el Cónclave que eligió al Cardenal Bergoglio. El no figuraba en ninguna lista, menos aún en las loterías que por grandes

sumas de dinero se hacen en Estados Unidos y Europa. Apuestas poco religiosas, por cierto.

Un cambio de época

Sabemos que la Iglesia Católica es una institución milenaria que ha sufrido los avatares del tiempo y se ha ido adecuando a los cambios del mundo con un ritmo más lento pero seguro. Hoy asistimos a un cambio de época, donde las transformaciones exigen premura y los cambios son vertiginosos. Francisco lo entendió; y pidió una Iglesia en salida al encuentro del hombre y del mundo con todas sus dificultades y sus logros. La Iglesia tiene mucho que decir al mundo, y Francisco lo proclamó, “una iglesia pobre para los pobres”, una iglesia accidentada por salir y no enferma por encerrarse, una iglesia abierta a todos que busca a los pecadores en su terreno, una iglesia que sufre con los que sufren y es perseguida por sostener la verdad del Evangelio. Una Iglesia que debe predicar con hechos y palabras, con el testimonio vivo de los cristianos y especialmente de los pastores; una iglesia capaz de desterrar de su corazón la mundanalidad, la corrupción y el odio.

Necesitamos un Pastor, que camine junto al pueblo de Dios; un Padre comprensivo para los hijos de la Iglesia, un Profeta capaz de anunciar la Buena Noticia del Evangelio de Cristo con coraje y sin miedos, hasta dar su propia vida por Cristo. Un Profeta que denuncie las corrupciones e injusticias de la Iglesia y del mundo; un Sacerdote que ofrezca el Sacrificio Eucarístico con su propia vida; un Hombre pobre y generoso, con un gran corazón como el Corazón de Jesús que nos amó y se entregó por “todos” nosotros, no solo por los “buenos”. Necesitamos un Pontífice, Puente entre Dios y los hombres, confiable, sereno, alegre y despojado de todo signo y símbolo que lo identifique más como mundano y menos como hombre de fe.

Para los cristianos como tarea nos queda esperar contra toda esperanza, orar con serenidad y aceptar la Voluntad de Dios en el nuevo Papa; y a los hombres del mundo y de buena voluntad, pedirles que tengan buenos deseos para la elección del nuevo Profeta de la Paz.

Fuente: https://www.eltribuno.com/salta/seccion/policiales

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