La primera jornada del cónclave que deberá elegir al sucesor del papa Francisco se vivió con algo de impaciencia por miles de personas en la Plaza de San Pedro, aunque tras una larga espera, pudieron constatar que no había acuerdo por la humareda negra que emanaba de la chimenea de la Capilla Sixtina.
“Me he cansado muchísimo pero estaba convencida de que lo habrían elegido”, reconoció entre la muchedumbre Stefania, una romana que llevaba más de tres horas esperando una buena nueva.
La plaza de San Pedro del Vaticano y sus aledaños se abarrotaron ayer a la tarde con más de 30.000 personas que no apartaron su mirada de la pequeña chimenea colocada en lo alto de la Capilla Sixtina, ampliada en las pantallas a los pies de la basílica.
En el interior de esa capilla, con el Juicio Final de Miguel Ángel y las pinturas de otros maestros de la historia como únicos testigos, 133 cardenales de todo el mundo se reunían, aislados del mundo exterior, para elegir un nuevo líder de la iglesia católica.
La tradición manda que el resultado de su escrutinio sea anunciado al planeta y a la cristiandad con el humo de sus votos quemados en una estufa y emanado por una chimenea en sus alturas: la fumata blanca indica que hay papa; la negra, que no ha habido acuerdo.
La espera en San Pedro se hizo larga. Cálida y soleada durante casi todo el día, lo que animó a muchos a hacer tiempo con un ‘spritz’ u otro refresco en la mano; pero bastante fresca al caer la tarde, como es normal en la siempre impredecible primavera romana.
“Ha sido un poco aburrido mirar durante tanto tiempo la chimenea. No me duelen los ojos pero sí los pies, aunque valió la pena porque es histórico”, reconoció Juan, un bonaerense de vacaciones que aguantó el empedrado de la plaza vaticana durante tres horas.
No obstante, este argentino católico hoy volverá a San Pedro. Quiere, dice, un nuevo pontífice que siga los pasos del papa Francisco y que reconozca y respete a “las minorías del amor”.