En campaña suele decirse que ganar no es el único objetivo estratégico posible. Mucho menos en elecciones legislativas, donde se puede aspirar a ganar visibilidad, posicionarse para futuras contiendas, o ampliar el número de bancas. Simbólicamente, las elecciones legislativas en la Ciudad de Buenos Aires son muy importantes. No necesariamente por los cargos en juego (legisladores locales), ni siquiera por su impacto directo en la gobernabilidad del segundo tramo de la gestión de Jorge Macri. Su relevancia ha sido establecida -acertada o erráticamente- por la propia política. Por eso, la atención pública sobre los resultados del domingo 18 de mayo se centrará especialmente en:
Quién salga primero: el ganador siempre capta la atención.
Si Adorni -y, por proyección, Milei- logra vencer al PRO en su propio distrito.
En qué posición queda el PRO.
Qué desempeño tiene el ex jefe de Gobierno y ex pre candidato presidencial, Horacio Rodríguez Larreta.
Considerando el conjunto de encuestas publicadas desde febrero hasta hoy, existe una alta probabilidad de que Leandro Santoro logre sostener el porcentaje histórico del kirchnerismo en la Ciudad. Aun ganando, hay dos aprendizajes de esta campaña que deben subrayarse. Sin dudas, haber celebrado un triunfo de manera anticipada fue -como suele ocurrir- un error estratégico. Mostrarse como ganador puede desincentivar el voto: “Si ya ganó, no hace falta que vaya a votar, o puedo votar a otro que también me gusta”. Como advertía Joseph Napolitan, pionero de la consultoría política moderna, filtrar encuestas para mostrar ventaja y celebrar antes de tiempo suele ser contraproducente, ya que los seguidores del “candidato ganador” tienden a confiarse y se movilizan menos, mientras que quienes ven peligrar su opción redoblan esfuerzos. Esta falsa percepción de triunfo no solo debilita la campaña, sino que distorsiona el comportamiento electoral.
Por otro lado, entre muchos militantes kirchneristas circula la idea de que se está haciendo una campaña “histórica”. Lo cierto es que, si Santoro obtiene entre 20 y 30 puntos, estará dentro del rango habitual del espacio. Ese diagnóstico exagerado puede tener un efecto desmovilizador tanto en la militancia como en la campaña misma.
Los estudios muestran una tendencia que ubica a Manuel Adorni en segundo lugar. Esto implicaría que, además de atraer votantes que antes acompañaban a Ramiro Marra, le habría ganado al PRO en su propio bastión. Sin dudas, este será uno de los ejes centrales de la comunicación poselectoral, y una cláusula clave en cualquier futura negociación con la fuerza liderada por Mauricio Macri. Sin embargo, el resultado podría ser aún más favorable: algunas encuestas recientes indican que la distancia entre Santoro y Adorni se ha reducido, e incluso que el actual vocero podría superarlo en votos.
Silvia Lospennato, en representación del PRO, se ubicaría en tercer lugar. En términos comunicacionales, no sería lo mismo obtener entre 13 y 18 puntos que perder el segundo puesto por un solo punto. Pero en este contexto y distrito, lo realmente negativo para el PRO es quedar tercero. Sería un fuerte cimbronazo para una fuerza que ha sufrido desmembramientos notables en el último año y medio (Bullrich, Larreta, Ritondo, Santilli, entre otros) y que hoy ve amenazada no solo su continuidad en el distrito que gobierna desde hace casi 20 años, sino -peor aún- su lugar en el mapa político nacional. No obstante, conviene advertir que varios estudios están señalando una convergencia en los niveles de apoyo entre estos tres espacios, con distancias recíprocas que se acortan. En otras palabras, es posible que entre los tres concentren cerca del 60% de los votos y que entre ellos no haya más de 7 puntos de diferencia, lo que reduciría notablemente el escenario inicial de fragmentación. Así, el PRO podría aspirar todavía al segundo lugar. Lo que no pudo ordenar la política con la oferta, lo ordenará el electorado con el voto.
Si Larreta supera los dos dígitos -es decir, obtiene más de 10 puntos-, habrá hecho una campaña electoral excepcional. Si Marra logra revertir el desgaste de las últimas semanas, podría recuperar los aproximadamente 8 puntos que supo marcar en sus mejores momentos. Si el radicalismo supera el 3%, habrá ingresado en una zona de seguridad política.
Desde el punto de vista estratégico y comunicacional, lo más importante será aprovechar la noche de los comicios para encuadrar los resultados. Más que una opción, es una obligación si se busca generar orden y certidumbre. Como señala el sociólogo alemán Norbert Lechner en Las sombras del mañana, las personas buscamos en la política un orden que nos ayude a reducir las múltiples e intensas incertidumbres de nuestras vidas. Los electores necesitan entender qué pasó, y estarán receptivos a escuchar interpretaciones. Ceder ese relato a los medios o a los adversarios es un error que puede tener efectos duraderos. El resultado electoral es el punto de partida de una nueva etapa. Y la primera acción de esa etapa es el discurso que reconoce y encuadra los resultados: ¿qué pasó? ¿por qué pasó? ¿cómo siguen los militantes? ¿cómo continúa el vínculo entre el candidato, el espacio político y el electorado?
Los resultados electorales no aseguran el futuro político de nadie, pero tampoco lo clausuran. La crisis que atraviesa la política no se explica solo por los porcentajes, sino -en términos estratégicos- por las identidades, y -en términos tácticos- por las alianzas y acciones. Con las urnas cerradas, se abre un nuevo camino.
Fuente: https://www.lapoliticaonline.com