En pleno 2025 y a solo 15 kilómetros de la capital salteña, cientos de familias viven como si el Estado no existiera. Seis barrios pertenecientes al municipio de Campo Quijano denuncian una situación desesperante y una desidia crónica que ya no pueden tolerar más.
La Merced Chica Village, Solares Day, Solares de Ortiz, El Puesto, La Querencia y otros barrios vecinos no cuentan con servicios básicos como alumbrado público, recolección eficiente de residuos, mantenimiento de espacios verdes ni calles en condiciones transitables. Pero lo más grave no es la falta de servicios, sino el abandono institucional: “Para el municipio somos una carga o, peor, no existimos”, dijeron los vecinos.
“Vivimos rodeados de alimañas, víboras, alacranes, y encima tenemos que pagar entre nosotros para cortar el pasto de las plazas. El municipio no viene nunca. Ni siquiera sabemos con claridad a qué municipio pertenecemos: algunos votamos en Rosario de Lerma, otros en Quijano”, relató indignada Cecilia Quispe, vecina de Solares de Ortiz.
Los vecinos vienen organizándose hace años de manera autogestiva: pagan focos, alquilan máquinas, limpian plazas y hasta iluminan la ruta con la linterna del celular para evitar accidentes o lograr que el colectivo los vea y frene. La precariedad es tal que sienten vergüenza de recibir visitas.
“Cuando alguien viene a casa, me da vergüenza. El barrio es lindo, pero está tan abandonado que parece un lugar olvidado por todos. No hay ni un colectivo que te levante si no le hacés señas con una linterna. Una vez, a un vecino le robaron todo en plena oscuridad, y dejaron los electrodomésticos en el pasto para volver a buscarlos después, porque ni siquiera se ve”, agregó Quispe.
Servicios pagados por los propios vecinos
Laura Paredes, de La Merced Chica Village, afirma que pese a pagar impuestos como cualquier ciudadano, deben afrontar todos los costos de mantenimiento del barrio. “Nosotros mismos pagamos el alumbrado, los focos, la reparación de los brazos de luz, el corte de pasto. La Municipalidad no pone ni una bolsa de basura”, aseguró.
Vecino del barrio Solares de Ortiz trata de corta el pasto por su cuenta
“Nos dicen que somos barrios pudientes, como excusa para no brindarnos nada. Pero no somos un country: somos vecinos laburantes que compraron un lote, construyeron su casa con esfuerzo y ahora viven entre el abandono y el reclamo eterno”, explica.
La situación se torna aún más confusa por los límites geográficos. Algunos vecinos viven a escasos metros de la jurisdicción de Salta Capital, donde sí se cortan los pastos y se mantiene el alumbrado. En cambio, del lado de Quijano, la desidia es la norma.
“Entre intendentes deberían hacer un acuerdo, un convenio metropolitano para resolver estos vacíos. Pero no hay voluntad. A nosotros nos queda seguir pagando de nuestros bolsillos o ver cómo el barrio se deteriora”, lamentó Paredes.
Calles intransitables y promesas vacías
Las calles de los barrios están destruidas. “Hay cráteres”, dijo Laura. “Ya hicimos presupuestos para alquilar una máquina que nivele y enripie, pero sale más de dos millones y medio. ¿Cómo hace un vecino para pagar eso? Apenas juntamos para cortar el pasto”.
Lo más frustrante, señalan, es la constante burla institucional. “Te dicen que la máquina va a ir, que ya está en camino, que tomen nota… pero no pasa nada. Solo repiten frases vacías. Nos toman de tontos”, se quejaron.
Incluso aseguran que el propio desarrollador inmobiliario que urbanizó la zona Grupo MDAY ya cedió la jurisdicción de los barrios al municipio, lo cual libera a la empresa de toda responsabilidad.
Un pedido claro: dignidad
Los vecinos no piden lujos. Solo servicios básicos que ya pagan con sus impuestos: recolección de residuos en tiempo y forma, corte de pasto en plazas y calles, luminarias seguras, calles transitables y algún tipo de transporte público accesible y seguro.
“No pedimos nada que no nos corresponda. Ya lo estamos pagando. Solo queremos vivir con dignidad”, cierra Laura.
La situación en estos barrios refleja el profundo abandono que puede existir incluso a pasos de una capital provincial. La ausencia del Estado, la falta de respuestas y el cruce de responsabilidades entre municipios los deja en un limbo institucional donde la única alternativa es resistir o marcharse como ya lo hicieron varias familias.
Mientras tanto, los vecinos siguen organizándose, visibilizando su situación y exigiendo lo que por derecho les corresponde: ser tratados como ciudadanos.